En 2019, apenas graduada como psicóloga en la Universidad Nacional de Tucumán, Susana Medina llegó a la Fundación León para realizar una serie de prácticas profesionales. Pero, una vez terminadas, siguió colaborando en esta organización tucumana, que realiza diferentes programas de ayuda social.
Susana tiene 36 años y se desempeña como voluntaria en el programa de Alzheimer con el que se busca dar apoyo y contención a familiares de quienes tienen esta enfermedad. Susana coordina, junto con otras colegas, un grupo denominado “Ayuda mutua”. “Van familiares y cuidadores. Damos una temática o disparador y empezamos a trabajar. Por supuesto que surgen otras cuestiones que vamos trabajando desde lo psicológico, pero no es terapia grupal. Se da una psicoeducación, se enseña a manejar emociones, sobre la enfermedad, intercambian experiencias entre ellos”.
Como es de suponerse, la pandemia obligó a que el contacto de este grupo fuera, principalmente, virtual durante varios meses. Grupos de WhatsApp, llamadas telefónicas a personas con Alzheimer y sus familias y encuentros por Zoom. Además, la pandemia también generó la necesidad de contención psicológica individual, por lo que ella y sus colegas brindaron un espacio semanal para atender consultas y, eventualmente, derivar a terapia.
Susana, quien también brinda estimulación cognitiva a las personas con Alzheimer cree que lo mejor del voluntariado “es conocer tanta gente hermosa; generosa y solidaria... muy resilientes, porque a pesar de muchos obstáculos siguen adelante”. “Para mí, ser voluntaria es estar agradecida con la vida que me tocó y poder ayudar a aquellas personas que no cuentan con herramientas y recursos necesarios para enfrentar ciertas problemáticas”, agrega.
Sobre las complicaciones que presenta el voluntariado, dice que a veces “querés dar más y no podés”, ya fuera por horarios laborales o por cuestiones personales.
La pandemia fue una gran enseñanza para Susana en su rol como voluntaria. “Aprendí a ser más flexible y más creativa a la hora de trabajar. Tuvimos que adecuar nuestras ideas. Por ejemplo, primero queríamos que las reuniones fueran por Zoom, pero no daba resultado en este grupo, se conectaban pocos. En cambio, notamos que lográbamos mejores resultados grabando videos y compartiendo en WhatsApp, o pidiendo videos o fotos. El grupo creció y se generó una gran conexión”, cuenta.
En esa misma línea, Susana considera: “La pandemia sumó la herramienta de la virtualidad al voluntariado. No reemplaza al contacto directo, pero sí suma”. Y comenta que para 2022 “el desafío va a ser sostener estos dos espacios: el presencial y el virtual, que muchos quieren que se mantenga”.