En una era en la que mostrarse sin reservas es lo más natural, hay algunas librerías escondidas que eligen el perfil bajo y cultivan su negocio entre iniciados.
Plus: ¿Cuál es el enigma más grande que guardaron Los Redonditos de Ricota?
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Hace poco descubrí en Twitter, con una recomendación retweeteada de Claudia Piñeiro, una librería secreta: Oficina de libros. Está ubicada en el Palacio Barolo, ese impresionante edificio de Avenida de Mayo diseñado con referencias a La Divina Comedia (una torre de 300 oficinas que a su vez guarda varios secretos).
El Barolo es realmente un palacio: según su web oficial, su arquitectura mezcla neorromántico y neogótico, y su cúpula, que alguna vez estuvo entre las más altas de Buenos Aires, es de estilo indio de la región de Bhubaneshwar. En ese edificio tan particular –quinto piso, oficina 121– se encuentra esta pequeña librería provista de buenas novelas, de libros nuevos y libros usados. El o la que se compra algo puede empezar a leerlo en la terraza del bar, en el piso 16, con el centro de la ciudad como un escenario lejano.
“La librería, que funciona online desde hace tres años, se orientó sola hacia libros de narrativa y filosofía como lo que más se consume”, me cuenta la librera, que, en simetría con el secreto de su oficina, prefiere no revelar su propio nombre; apenas dice de sí misma que es librera desde los 17 años, también escritora, y que su libro favorito es Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert. Sigue: “Y vendemos muchos libros de editoriales más raras de poesía, como Nebliplateada, Zindo y Gafuri, y Aguaviva”.
Oficina de libros se llamaba Seguileyendo y cambió su nombre este mes al llegar al Barolo. “Todas las librerías vendían más o menos lo mismo”, dice la librera, “y yo tenía ganas de ofrecer algo diferente, y también de conectarme con clientes de otras provincias y del exterior”. Qué valoran sus clientes: la rapidez en responder las consultas y la sinceridad en las recomendaciones. Explica la librera: “No queremos vender a toda costa. Realmente cuando nos parece que un libro es malo, lo decimos. También conocemos las traducciones y nos preocupamos por describir las características si un cliente tiene que decidir entre varias ediciones de libros traducidos. Y somos recomendadores de libros”.
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“Hace unos meses, alguien me dijo que unas chicas estaban subalquilando dos espacios de su oficina, que era grande. Fui a ver eso pero no me terminó cerrando que no tenía mucha privacidad el hecho de compartir. Me dio una pena terrible y se me cayó una lágrima cuando les tuve que decir que no”, dice la librera. Pero el romance con el palacio había comenzado. Buscó más oficinas en el Barolo por Internet. Fue a una entrevista por una que estaban alquilando y le gustó. Al día siguiente dejó una seña. Se alegra ahora de que su oficina esté en el mismo piso que Buchwald, la editorial artesanal de una amiga suya.
En Buenos Aires hay varias librerías online (sobre las que ya hablamos en SIE7E PÁRRAFOS) y algunas librerías secretas. Quizás la más conocida –la menos secreta– sea Falena, en Colegiales, que no tiene una vidriera sino una pared de ladrillos rústicos que no dice nada sobre el increíble encanto de libros, escaleras, sofás y vinos que hay ahí adentro.
Pero creo que la librería secreta más famosa de todas está en Ciudad de México: se llama El burro culto, tiene más de 20 años y 8.500 libros entre los que hay joyas difíciles de conseguir, dedicadas por el autor, ese tipo de cosas. Hay que ir con cita. El librero, un hombre que habla casi en un murmullo, te recibe con un trago de mezcal o un café. Yo me compré ahí una cosa rara titulada Historia triste de un policía, del escritor soviético Victor Astafiev.
“La ventaja no es que una librería esté escondida, sino dónde está escondida”, dice ahora la librera de Oficina de libros. “El modelo de negocio del local a la calle fue cambiando y hay una proliferación de librerías en otro formato porque los gastos fijos de una librería son muy altos, y hay muchas polémicas y peleas en el rubro. Lo importante es pensar en algo diferente para ofrecer. Es decir, algo que caracterice a tu proyecto”.
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Pensando en el mundo de los secretos, me detuve en un libro que acaba de ser reeditado: Fuimos Reyes: La historia completa de Los Redonditos de Ricota, de Pablo Perantuono y Mariano del Mazo (con prólogo de Mariana Enríquez). Porque si hay al menos dos personas que guardan secretos y que se regocijan al hacerlo, esas personas evidentemente son el Indio Solari y Skay Beilinson, el ying y el yang de una banda que lo conquistó todo sin revelar nada sobre sí misma.
“Cuando ellos empezaron”, me dice Pablo Perantuono, “eran otros tiempos, y en esos tiempos, lo enigmático formaba parte de la constitución conceptual de ciertos artistas, el secreto era una herramienta más para permanecer en otra esfera, un lugar de cierta inaccesibilidad que los alejaba de lo mundano”.
Sigue: “Además, los Redondos comenzaron a actuar en plena dictadura, cuando hacer arte era peligroso o directamente perseguido. Ellos absorbieron ese espíritu libertario que se respiraba en los sótanos de La Plata, espacios semiclandestinos en donde el placer era una vehículo para transformar la vida, para perder la forma humana, una pequeña comunidad a la que se accedía con alguna contraseña, que apenas se informaba, que apenas dejaba espiar su incipiente arte”.
Pero ¿cuál es el secreto más grande que guardaron los Redondos? “Son varios”, dice Perantuono, “de hecho hicieron del secretismo su gran patrimonio conceptual. Creo que el primer secreto fue el más grande y el más efectivo: ¿quién es Patricio Rey? ¿Existe? Desde el principio, se negaron a aclararlo, y de hecho, hasta bien entrados los ‘80 se pueden encontrar entrevistas del Indio en las que asegura que sí, que existe. Naturalmente, su existencia es otra argucia más de ellos mismos, o sea, de Patricio Rey”.
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Haciendo el libro, los autores descubrieron varios secretos de la banda. “En primer lugar”, dice Perantuono, “descubrimos que el origen socioeconómico de Skay Beiliison, por ejemplo, era el de pertenecer a una familia de la alta burguesía industrial de Buenos Aires. Su padre era una acaudalado ingeniero, propietario de una empresa que hacía caminos y rutas. Ese empresario, Aaron, fue secuestrado por una facción que se había desprendido del ERP”.
- Otro secreto es la noción que los Redondos tuvieron, desde muy temprano, de que deberían ser profesionales al 110% si querían cultivar el camino de la independencia: “Y así lo hicieron. Nada, o muy poco, de la famosa triada sexo, drogas y rocanrol condicionó su accionar; de hecho, sus camarines lejos estaban de ser esos espacios legendarios en excesos. Ensayaban con una intensidad y una dedicación descomunales, y tenían una obsesión por el sonido perfecto”.
- “Por último”, dice Perantuono, “descubrimos que la extraordinaria dimensión musical de Solari, pero también su obsesión y su ambición, fueron los motores que empujaron ese fenómeno tan singular y poderoso llamado Redondos”.
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Pero volviendo al Palacio Barolo, quizás lo más interesante que tiene es que su arquitecto y constructor se basó en el libro de Dante Alighieri para darle forma. “Es un edificio que hoy podríamos llamar ‘transmedia’”, explica ahora Julieta Ulanovsky, diseñadora y codirectora del estudio ZkySky, cuya oficina está en este edificio. “Un libro pasó al formato de un edificio. Se tomó la estructura del libro y se la llevó al espacio y al volumen”. Años después ella, desde ZkySky y con Valeria Dulitzky, volvió a llevar al edificio al formato libro: Divino Barolo.
“Dicen que hay fantasmas”, sigue Ulanovsky. “La gente que trabaja ahí nos contó anécdotas que reprodujimos en el libro. Ni Valeria ni yo los vimos pero sí puedo afirmar que hay una atmósfera especial y que es raro quedarse solo allí. Lo que sí puedo afirmar es que son fantasmas amables y amigables”.
El arquitecto Carlos Hilger define al Palacio Barolo como una catedral laica. En 2023 cumplirá 100 años.
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Yo no tengo un único lugar secreto favorito de Buenos Aires, pero pregunté en las redes sociales a la comunidad de SIE7E PÁRRAFOS y varios lectores revelaron los suyos:
- Mercedes (@mechimrqz) mencionó un área natural protegida por vecinos en el paseo vial costero de Vicente López.
- “Una galería que está en San Telmo en la calle Defensa; antiguamente fue una casa conventillo y hoy es una galería comercial, o al menos lo era antes de la pandemia, no sé en que situación estará hoy”, escribió Araceli Yada.
- “Las callecitas del barrio Rawson, donde está uno de los departamentos en los que vivió Julio Cortázar”, nos contó Florencia Coplan.
- “El jardín del Sivori, la Galería Güemes, la Galería del Este y el patio del Convento de Santa Catalina”, comentó en Facebook Mariana Iglesias.
Bueno... por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail [sieteparrafos@redaccion.com.ar] o en las redes [@redaccioncomar]. Y también podés contactarme en Twitter [@sinaysinay].
- Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!
Nos vemos,
Javier