El rechazo creciente a los inmigrantes, que se manifiesta en el debate de atenderlos o no atenderlos en nuestros centros médicos, evidencia que empezó a dar vueltas por las redes sociales y otros canales de comunicación un axioma complejo (que no se dice con firmeza pero se intuye).
Es aquel que sugiere que hay individuos con mayor valor y otros con menor valor, y a estos segundos se los presenta como portadores de menos derecho a la vida. ¿O no es eso decirle a alguna gente que tiene que pagar por ser atendida, mientras otra gente no?
Pareciera que hace tiempo nuestra comunidad se viene cubriendo de mensajes falsos, fake news, que generan un malestar y profundizan esta idea excluyente. Para nuestro dolor, son ideas con cierta aceptación. Aparece de vuelta la intención de poner la culpa en los extranjeros. Y vuelven de pronto las viejas teorías conspirativas. Pero no son resultado de análisis profundos que dan pie a estas teorías, no.
Son mensajes superficiales atados a la emotividad. Mensajes que justamente agitan, antes que nuestra razón, nuestros sentimientos. A estos agitadores de emociones se los llama “emócratas”, y en algunos lugares del mundo generan “Emocracias” fundadas en mensajes que marginan a los otros, que apelan siempre a lo peor de los otros.
Entonces, los “emócratas” empiezan a decir cosas como: “aunque seas pobre, si sos extranjero tenés que pagar”. Y, apañados por alguna gente, están generando cordones sanitarios. En su carrera por agitar miedo y discriminación, terminan por aislar lo mejor de nosotros. Ya lo escribió Fernando Pessoa el siglo pasado: “Las sociedades están dirigidas por agitadores de sentimientos, no por agitadores de ideas”. No dejemos que eso pase. Que nuestros corazones se mantengan a salvo. Es la única manera de mantenernos a salvo todos.