En 2014, dos amigas invitaron a Alexis Vergara a tomar un curso de primeros auxilios pediátricos organizado por la Cruz Roja Argentina. “Fuimos, lo hicimos y unos voluntarios me invitaron a conocer el espacio. Justo estaban pintando algunos salones, así que me quedé para dar una mano”, cuenta sobre cómo llegó a la organización en la que hoy es voluntario coordinador en Desarrollo Organizativo e instructor en Primeros Auxilios, además de docente de inglés en un instituto.
En la pandemia, Alexis realizó controles sanitarios alrededor de la ciudad, sobre la ruta, controles de temperatura y preguntas clave relacionadas al origen-destino de viaje de quienes pasaban por Tandil. “Luego fui referente en dos centros de aislamiento; lugar donde se hospedaban aquellas personas cuyos resultados daban positivo o presentaban algún tipo de sintomatología, y donde estuve viviendo por dos meses. Y por último, junto a mi colega de Desarrollo Organizativo estuvimos dando talleres de buenas prácticas institucionales hacia el voluntariado”, cuenta.
A Alexis le cuesta responder qué es lo más lindo de ser voluntario. “Pero se me vienen a la mente dos cosas. Por un lado, aprender que cuestiones mínimas marcan resultados muy grandes (como saber primeros auxilios) y, lo más importante para mí, saber que no estoy solo, porque como yo hay miles de voluntarios y voluntarias más que, sin tener que cruzar palabras, ya nos entendemos por el simple hecho de tener un chaleco rojo”.
“Por otro lado —agrega— lo más difícil creo que son los límites; el saber que hay momentos en los que no se puede actuar porque superan nuestro alcance y lo que más duele es que a veces no tenemos más tiempo para aportar porque nuestras vidas también continúan fuera”.
Al analizar el impacto de la pandemia, Alexis destaca: “No quiero decir que ‘gracias’ a la pandemia aprendimos a trabajar sobre un nuevo terreno, sino que la pandemia nos empujó a aprender más y de otra manera. Jamás me hubiera imaginado que instruiría a otras personas en cómo ponerse o quitarse adecuadamente un Elemento de Protección Personal (EPP), ni me hubiera pensado estar tan pendiente de la salud de varias personas fuera del ámbito hospitalario, o brindar cursos en primeros auxilios desde lo virtual”.
Y cierra: “De lo que más he podido aprender, claramente, fue a ser flexible, reflexivo y práctico. Creo que este contexto nos ha llevado a mejorar nuestra respuesta, especialmente cuando se articulan las acciones entre dos o más instituciones, reduciendo los espacios de vacío humanitario”.