Imaginar un orden digital global- RED/ACCIÓN

Imaginar un orden digital global

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

En ausencia de normas y reglas básicas universales sobre cómo se utilizan los datos y cómo operan los mercados digitales, el mundo corre el riesgo de perderse posibles soluciones a los problemas globales que las nuevas tecnologías tienen para ofrecer. Las potencias digitales líderes deben reconocer que una mayor alineación es lo mejor para todos.

Imaginar un orden digital global

Foto: Jack Guez / AFP

Aunque la revolución digital empezó hace varias décadas, todavía no hay un orden económico digital global. En vez de eso, hay visiones de capitalismo digital divergentes, cuyos principales exponentes son Estados Unidos, China y la Unión Europea, que llevan años desarrollando modelos propios y han comenzado a exportarlos a las economías en desarrollo y emergentes. Sin una mayor alineación internacional, existe el riesgo de que el mundo desaproveche soluciones tecnológicas prometedoras para los problemas compartidos.

La cuestión, por supuesto, es qué clase de orden digital alternativo es posible en el mundo de hoy. ¿Cómo hacer que Internet vuelva a servir a los ciudadanos en vez de a intereses políticos y económicos dominantes? Reorientar los incentivos que impulsan la economía digital no será fácil. Pero algunas iniciativas oficiales recientes dan muestra de la demanda de nuevos modelos de gobernanza para el sector.

La OCDE, por ejemplo, está tratando de poner límites al arbitraje tributario internacional, una práctica predilecta de las megatecnológicas estadounidenses. En tanto, el presidente de los Estados Unidos Joe Biden designó a críticos de la industria al frente de instituciones clave como la Comisión Federal de Comercio, y encomendó a los reguladores que investiguen el problema de abuso de poder de las plataformas en los mercados digitales.

Por su parte, el gobierno chino sancionó una nueva ley de protección de la información personal y está llevando adelante una importante campaña interna contra los monopolios, con el objetivo de controlar un mercado digital interno que está en explosión. Y la Unión Europea, sobre la base de su histórico Reglamento General de Protección de Datos, promueve una visión más expansiva guiada por criterios éticos en relación con la regulación del uso de datos, los mercados digitales y la inteligencia artificial. Además, países como España y Alemania están apuntando directamente al modelo de negocios basado en la extracción de datos.

Los reguladores y gobiernos de todo el mundo están analizando el modo de redefinir sus agendas para la IA y los datos, fomentar la próxima generación de actores digitales y elaborar estándares globales a la medida de sus visiones respectivas. Pero si lo que buscan las diferentes jurisdicciones es poner límites a plataformas digitales que se han vuelto demasiado poderosas, tal vez tengan coincidencias sobre las cuales construir un orden digital global más eficaz.

Por supuesto que las autoridades digitales de la UE y Estados Unidos no están de acuerdo en todo, pero unas y otras comparten la visión de un orden digital más abierto y cooperativo. Para lograr una alineación eficaz detrás de este objetivo general, deben comprender a qué se enfrentan. Visiones divergentes respecto de la estructura fundacional de la red mundial ya han echado profundas raíces.

En esta Internet dividida o «splinternet» que está surgiendo, hay un creciente aislamiento informacional. Personas situadas en compartimentos estancos diferentes tienen ideas radicalmente distintas respecto de los hechos y de lo que es verdad. Ni siquiera hay acuerdo respecto de cómo proteger y coordinar elementos fundamentales de la arquitectura digital como el GPS. Cada jurisdicción tiene un marco propio (por ejemplo el sistema de navegación satelital BeiDou de China, el sistema regional de navegación satelital de la India y el sistema Galileo de Europa).

Esta fragmentación en la gobernanza del poder digital e informacional fue acompañada por un ascenso del iliberalismo, en el que muchos países buscan un control social más amplio y exploran nuevos canales para la distribución de propaganda. Hoy el costo de experimentar con nuevos modos de autoritarismo digital es mucho menor, porque las herramientas básicas están al alcance de todos y son fáciles de usar.

De hecho, plataformas como Facebook han subsidiado (sin buscarlo, pero no necesariamente sin saberlo) el costo de implementar campañas de desinformación a gran escala. Crear el «tech stack» (infraestructura de software) necesario para implementar un sistema totalitario de vigilancia y control social ya es muy fácil, sólo se trata de ensamblar las aplicaciones correctas.

El orden digital nacido en ausencia de una coordinación global motiva dos inquietudes fundamentales. La primera es el costado digital de grandes desafíos globales como el cambio climático y las pandemias, que existen con independencia de gobiernos liberales o iliberales. Así como los efectos del cambio climático no se sentirán del mismo modo en todas partes, las tecnologías necesarias para medidas de adaptación y mitigación (o para la vigilancia de epidemias) tampoco se distribuirán en forma pareja.

La segunda cuestión es la incompatibilidad de las visiones divergentes en relación con el futuro de las economías digitales. Muchos países en desarrollo y emergentes todavía no han decidido de qué manera expandir y gobernar sus capacidades digitales de modo tal que las nuevas tecnologías estén al servicio de sus estrategias más amplias para el logro del crecimiento económico sostenido. Ambas inquietudes exigen una respuesta conjunta. Si las medidas para la mejora del acceso a la tecnología no tienen en cuenta las diferentes estrategias locales y nacionales de crecimiento, podrían consolidar un futuro orden económico digital indeseable, por más que prometan avances contra otros problemas como el cambio climático.

La búsqueda de una solución conjunta a estas inquietudes tiene relación directa con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. En salud pública, educación o cambio climático, es necesario que cada país piense más en lograr la alineación internacional que en obtener pequeñas ventajas geopolíticas. Pero por supuesto, el realismo obliga a reconocer que la competencia actual entre modelos de control de datos, diseño de hardware y gobernanza de las plataformas estará muy presente en cualquier negociación multilateral sobre estos temas.

Dicho esto, las tres potencias digitales pueden sentarse a la mesa con una mirada abierta. Crear un orden digital global más estable y coherente no implica necesariamente alcanzar una alineación total entre los tres modelos. Pero no pensar en las incompatibilidades que hoy existen puede llevar a una competencia en la que todos salgan perdiendo. En lo inmediato, lo más importante es que haya cierto grado de interoperabilidad en áreas conectadas con los problemas globales.

Tras dos años de vivir con la COVID‑19, todas las grandes potencias y regiones ya deberían ser conscientes de la importancia de compartir sin trabas ciertos tipos de datos. Ahora es necesario que empiecen a identificar otras áreas de coincidencia. Un nuevo orden digital mejor es posible, pero no surgirá por sí solo.

Traducción: Esteban Flamini

Josh Entsminger es estudiante de doctorado en innovación y políticas públicas en el Instituto para la Innovación y el Interés Público del University College de Londres. Mark Esposito, cofundador de Nexus FrontierTech, es investigador asociado de políticas en el Instituto para la Innovación y el Interés Público del University College de Londres. Terence Tse, cofundador y director ejecutivo de Nexus FrontierTech, es profesor en la Hult International Business School. Olaf Groth, profesor de la Hult International Business School y de la Universidad de California en Berkeley, es director ejecutivo de Cambrian.ai, miembro de la red global de expertos del Foro Económico Mundial y coautor de Solomon’s Code (Pegasus Books, 2018) y The AI Generation (Pegasus Books, 2021).