“El cambio climático es el mayor desafío de nuestro tiempo y ahora nos encontramos en un momento decisivo para hacer algo al respecto. Todavía estamos a tiempo de hacerle frente, pero esto requerirá un esfuerzo sin precedentes por parte de todos los sectores de la sociedad”. Esto es lo que publicó Naciones Unidas en su web con motivo de la celebración de la próxima Cumbre del Clima (COP25).
Prevista en un principio para finales de septiembre en Chile, la reunión fue finalmente aplazada hasta diciembre y reubicada en Madrid.
El texto continúa: “La Cumbre supondrá un gran salto en la ambición política nacional colectiva y mostrará grandes avances en la economía real en apoyo de la agenda. Juntos, estos avances reforzaran los mercados y las políticas y darán el impulso necesario en la ‘carrera hacia la cima’ a países, empresas, ciudades y sociedad civil, para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París”.
¿Una visión optimista o pesimista?
La ciencia del cambio climático tiene más de 150 años y es, probablemente, una de las áreas más estudiadas de todas cuantas conforman la ciencia moderna.
Sin embargo, la industria energética y los grupos de presión políticos, entre otros, llevan 30 años sembrando la duda sobre la realidad del cambio climático.
Un reciente informe estima que las cinco mayores compañías petroleras y de gas a nivel mundial invierten anualmente alrededor de 200 millones de dólares al año al mantenimiento de lobbies que influyen, retrasan o impiden el desarrollo de políticas climáticas.
Los últimos cinco años, desde 2015 a 2019, van camino de convertirse en el periodo de mayor temperatura media jamás registrada. Así lo denuncia un informe sobre el medio ambiente presentando recientemente por la ONU con motivo de la Cumbre del Clima.
Expectativas vs. realidad
El documento, denominado United in Science, subraya la creciente distancia que separa los objetivos marcados para frenar el cambio climático de la realidad de la situación.
Por ejemplo, siete de los diez años más cálidos registrados en España desde 1965 forman parte del siglo XXI, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología. El último año de récord fue 2017: la temperatura media fue de 16,2 ℃, un 1,1 ℃ superior respecto al periodo de referencia (1981-2010).
El informe revela también que los niveles de los principales gases invernadero –el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso– han alcanzado máximos históricos.
La concentración de dióxido de carbono aumenta un 1 % cada año. Alcanzó un 2 % en 2018. A pesar del gran desarrollo de las energías renovables, el sistema energético global sigue dominado por los combustibles fósiles.
El CO₂, cada vez más abundante
En los últimos años se ha pasado de una concentración de unas 280 ppm de CO₂ en la atmósfera en la era preindustrial a unas 390 ppm en 2009 (aun cuando su concentración global en la atmósfera es de apenas 0,039 %).
Los gases de efecto invernadero permanecen activos en la atmósfera mucho tiempo. Por eso se los denomina “de larga permanencia”. Del CO₂ emitido a la atmósfera, alrededor del 50 % tardará 30 años en desaparecer, un 30 % permanecerá allí varios siglos y el 20 % durará varios miles de años.
Según United in Science, la estabilización de los gases de invernadero en 445 ppm limitaría el aumento de la temperatura global a unos 2 °C. Pero para ello necesitamos reducir entre un 50 y un 85 % las emisiones de gases de efecto invernadero para mediados de este siglo.
El documentos señala que en 2018 se emitieron 37.000 toneladas de CO₂, una cifra récord. La concentración de este gas era de 407,8 ppm. Los datos preliminares recogidos en 2019 sugieren que los niveles podrían alcanzar o incluso exceder los 410 ppm a finales de año.
Sus autores estiman que la última vez que se registró una concentración de CO₂ de 400 ppm fue hace entre 3 y 5 millones de años. Por entonces, la temperatura superaba en de 2 a 3 grados la actual. Las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida occidental se derritieron y el nivel del mar subió entre 10 y 20 metros.
Altas temperaturas y condiciones extremas
El trabajo indica que, con las reducciones nacionales planteadas en el Acuerdo de París, la temperatura media aumentaría entre 2,9 y 3,4 ℃. Sin embargo, los expertos advierten que este incremento no debería superar los 1,5 grados. Para lograrlo, las propuestas de los países para frenar el cambio climático deberían multiplicarse por cinco. O por tres para que no aumente más de 2 grados.
Un estudio del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU advierte que podríamos cruzar ese umbral crucial de 1,5 ℃ –por encima de los niveles preindustriales– en solo 11 años. Esto supondría una “catástrofe global”.
Situaciones como sequías extremas, incendios forestales, inundaciones o la escasez de alimentos podrían ser algunos de los primeros síntomas del problema.
Para evitar esa situación, de acuerdo con estos especialistas, “el mundo necesita cambios rápidos, de gran alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad”. Según los científicos, hay que conseguir o bien que la producción industrial sea menos contaminante o bien producir menos.
Repercusiones económicas de reducir emisiones
El informe también recoge las posibles consecuencias económicas de mantener estable la concentración de gases de efecto invernadero. Controlar la producción de gases tendrá un gran impacto en la actividad económica global.
Bert Metz (el copresidente del panel) ha explicado que, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 50 y un 85 %, será necesario recortar cada año un 0,12 % del producto interior bruto (PIB) global.
La estabilización en el nivel superior de la escala (710 ppm) provocaría un incremento de hasta 4 °C. Las emisiones de gases de efecto invernadero aumentarían entre un 10 y un 60 % hacia 2050. Esta posibilidad conllevaría una disminución del 0,06 % en el PIB anual.
China, Estados Unidos e India podrían temer que los posibles recortes afecten a su crecimiento económico, por eso podrían haberse esforzado por no figurar en el informe.
Medidas individuales
Pero además de las medidas globales y nacionales, todos podemos contribuir individualmente a prevenir una subida excesiva de las temperaturas, aunque sea de forma modesta. Estos son algunos de los cambios cotidianos que usted puede hacer para ayudar a evitar una “catástrofe” como resultado del calentamiento global:
- Utilizar el transporte público.
- Ahorrar energía.
- Consumir menos carne.
- En la medida de lo posible, reducir y reutilizar cualquier sustancia, incluso el agua.
- Informar y educar a los demás.
Todos estos cambios, puestos en práctica todos los días por miles de millones de personas, pueden tener un enorme impacto.
Antonio Figueras Huerta, Profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC).
© The Conversation. Republicado con permiso.