¿Cómo funciona? En Argentina, representantes, entrenadores y expertos en finanzas crean fondos para que cualquiera pueda invertir en la carrera de jóvenes futbolistas que tienen potencial de llegar a las millonarias ligas europeas. Estados Unidos comenzó a copiar este modelo pero dentro del ámbito educativo. Universitarios se venden a sí mismos frente a inversores para financiar su propia educación. En lugar de obtener préstamos de bancos, acuerdan entregar parte de sus ganancias futuras a cambio. Pero los críticos dicen que esta nueva tendencia millennial es otra forma de "servidumbre” por contrato.
Por qué ahora. El concepto lo propuso originalmente en 1955 Milton Friedman, el padre del neoliberalimo, pero no tomó fuerza hasta ahora. ¿La razón? Los estadounidenses tienen una deuda de US$ 1.5 billones en educación universitaria, una carga que pesa sobre sus sueños y la economía. Datos oficiales muestran que los millennials ahora tienen menos probabilidades de comprar una casa que sus pares de hace 15 años. Incluso hay adultos mayores que aún están haciendo pagos por sus préstamos estudiantiles.
Wall Street ve la crisis como una oportunidad. Los graduados universitarios en promedio ganan US$ 1 millón más que los no graduados a lo largo de sus vidas. Los inversores apuestan a capturar ese premio.
Los fideicomisos de talentos en el fútbol. En Argentina y Brasil la práctica de inversores a la caza de jóvenes promesas para llevarlas a ligas europeas existía de manera privada e informal hace años, pero en mayo de 2015 la FIFA prohibió la práctica. Y de ahí se abrió la oportunidad para que en Argentina surgieran los fideicomisos, creados por empresarios y respaldados por el mercado de jugadores argentinos, enfocado a potenciales inversores que quieran participar en los derechos económicos de jugadores de entre 18 y 24 años. Hay riesgo, pero si estallan al éxito dos o tres, el inversor recibirá una buena rentabilidad. No hay cifras oficiales, pero un reportaje de la revista Forbes afirma que los inversores han recibido en promedio un rendimiento anual de 15% y en algunos casos hasta un 50%.
El esquema de Wall Street.La herramienta que están usando los inversores en Estados Unidos se llama “Acuerdo de Participación en el Ingreso” (o ISA) y funciona de manera muy parecida a los fideicomisos del fútbol argentino. Es una estructura financiera en la que un individuo u organización proporciona algo de valor (a menudo una cantidad fija de dinero) a un destinatario que, a cambio, acepta devolver un porcentaje de sus ingresos por un monto fijo.
La estructura ha ganado prominencia como una alternativa al sistema tradicional de préstamos universitarios. Por ahora, el mercado en Estados Unidos es pequeño. Se estima que se puede medir en decenas de millones, una suma pequeña en comparación con los US$ 170 mil millones en activos respaldados préstamos estudiantiles. Y son pocas las universidades que por el momento permiten que los fondos de inversión compren una participación en los estudiantes.
Los inversores piden pagos más pequeños de los estudiantes con especializaciones más lucrativas. Un estudiante de literatura que pide US$ 10,000 paga el 4,52% de sus ingresos futuros durante 10 años, pero un ingeniero químico solo el 2,57% en siete años.
Un ejemplo. Bloomberg contó el caso de Amy Wroblewski, graduada de la universidad de Purdue, en Indiana. Ella gana US$ 50.000 y cada mes, durante ocho años y medio, debe entregar un porcentaje determinado de su salario a los inversores, que equivale a US$ 279 al mes. Si Amy se convierte en una estrella en su campo, podría pagar el doble. Pero si pierde su trabajo, no tendrá que pagar nada, y los inversores no tendrán nada hasta que vuelva a encontrar trabajo.
Purdue limita los pagos totales en 2.5 veces lo que un estudiante tomó prestado, por lo que los estudiantes más exitosos no se sienten perjudicados a largo plazo. Y a los estudiantes que ganan menos de US$ 20.000 al año no se les cobrará nada, siempre que trabajen a tiempo completo o busquen trabajo, explica Bloomberg.
Críticas.Los críticos dicen que esta nueva tendencia millennial es otra forma de "servidumbre contratada" y podría ser peligrosa por varias razones: los costos futuros son difíciles de predecir y las universidades e inversores podrían priorizar a los estudiantes que tienen más probabilidades de éxito, por ejemplo los que trabajarán en Wall Street o Silicon Valley.
Además, los muy exitosos podrían terminar pagando mucho más que el costo de la matrícula. Al buscar inversiones seguras, programas como este podrían hacer a un lado los avances logrados para ampliar las oportunidades educativas a los estudiantes de mayor riesgo y reducir el atractivo de las carreras que pagan menos.