El silencio en la era del ruido
Erling Kagge
Taurus
Uno (mi comentario)
En el principio, no fue la palabra sino el silencio. Tras un “bang” mudo, expandió su reinado y gobernó el universo por unos 13 mil millones de años, hasta que, en el tercer planeta de un sistema solar común y corriente, una especie compleja y destructiva lo empujó al borde de la extinción: en nuestras ruidosas megaciudades, en los medios de transportes, en oficinas y departamentos, en nuestras vidas hiperestimuladas, ya casi es imposible encontrarlo o hundirse en la calma que provee.
“El silencio es el nuevo lujo”, señala Erling Kagge. “Poder alejarse del ruido cotidiano es un privilegio”. Este escritor y explorador noruego lo conoce bien: el silencio lo acompañó en cada una de sus aventuras, ya sea cuando llegó al Polo Norte, al Polo Sur o incluso a la cima del Everest.
Como revela en este librito encantador, profundo y que va tan contra la corriente -una propuesta zen encapsulada en un objeto bello per se: por su portada blanca que recuerda a la nieve, por la rugosidad de sus páginas-, hallar al silencio no afuera sino dentro de uno es una de las mayores proezas a realizar en nuestra ensordecedora era moderna. Explorarlo y reconciliarnos con él, escribe Kagge, es el camino para volver a conectarnos con nosotros mismos.
Dos (la selección)
En el colegio me explicaron las ondas sonoras. Sin duda es cierto que el sonido es una realidad física y que puede medirse en decibelios, pero a mí me resulta bastante productivo medir los sonidos con una tabla numérica. El silencio es más bien una idea. Un sentimiento. Una representación mental. El silencio que nos rodea puede albergar mucho, pero para mí es más interesante el silencio que llevo dentro. Un silencio que, en cierto modo, creo yo mismo. De ahí que ya no busque el silencio absoluto a mi alrededor. El silencio que busco es una vivencia personal.
Tres
El silencio puede ser un amigo. Una fuerza enriquecedora. Aislarse del mundo no consiste en dar la espalda al entorno, sino lo contrario: en ver el mundo con un poco más de claridad, mantener un rumbo e intentar a amar la vida.
Cuatro
El silencio es enriquecedor en sí mismo. Es una cualidad, algo exclusivo, un lujo. Una llave que puede abrirnos a muchas formas nuevas de pensar. No lo considero un sacrificio ni algo espiritual sino un recurso práctico para vivir una vida más rica. O dicho más a la ligera: una forma de vivir experiencias más profundas que la de poner la tele y ver la noticias.
Cinco
El ruido es un índice de las diferencias sociales. Los trabajadores peor remunerados sufren por lo general más ruido en su entorno laboral que las personas con salarios altos. La gente acomodada vive en lugares con menos ruido y aire más limpio. Sus coche son más silenciosos al igual que sus lavadoras. Tienen más tiempo libre y comen alimentos más naturales y saludables. El silencio se ha convertido en parte de esa brecha que otorga a algunos la posibilidad de una vida más larga, más sana y más rica que la de la mayoría de las personas. Yo creo que en términos generales casi nadie puede adaptarse a todo el ruido que hay. Es decir, aprendemos a convivir con él porque creemos que no nos queda otro remedio. Pero el ruido es y será siempre un elemento perturbador que reduce la calidad de vida.
Seis
El silencio consiste en redescubrir la alegría de tomarse una pausa. El silencio puede materializarse en cualquier sitio y en cualquier momento, delante de nuestras narices. Yo suelo crearlo mientras subo las escaleras, coloco la comida en un estante o tan sólo concentrándome en mi forma de respirar. Desde luego todos somos parte de un continente pero la riqueza potencial de ser una isla para nosotros mismos debemos llevarlas siempre dentro.
Siete
Mientras que los noruegos vivimos en silencio en una conversación como algo que debe interrumpirse -un buen periodista sabe que las mejores frases de una entrevista surgen cuando apagó el grabador y le ha dado las gracias al entrevistado-, para los japoneses es una parte esencial de la conversación. Hoy por hoy cuando llevo un rato observando a dos personas que hablan japonés, me doy cuenta de que parece tan difícil expresar esas pausas breves y largas como pronunciar correctamente su vocablos. El silencio es tan rico en contenido como las palabras.
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