Por la pandemia de COVID‑19, la economía global está sufriendo la peor caída desde la Gran Depresión. Nadie está a salvo, pero el precio más alto lo pagarán los países más pobres del mundo, a menos que reciban más ayuda.
Unos 1500 millones de personas viven en países en desarrollo de bajos ingresos, con sistemas de salud pública deficientes, capacidad institucional limitada y, en muchos casos, altos niveles de deuda. A todos estos países, la crisis los encontró con poca capacidad para combatirla. Enfrentaron un aumento drástico de la necesidad de gasto justo cuando la pandemia disminuyó los ingresos del turismo, las remesas y los precios de las exportaciones básicas. Mientras las economías avanzadas implementaron medidas de protección destinadas a empresas y trabajadores por montos cercanos al 20% del PIB, en los países de bajos ingresos esas ayudas sólo llegaron a un 2% del PIB.
Este profundo retroceso económico amenaza con revertir dos décadas de mejoras en los niveles de vida: no menos de 115 millones de personas están en riesgo de caer en la pobreza extrema este año. La deserción escolar (sobre todo de las niñas), el deterioro de la calidad de los servicios sanitarios y la permanencia de niveles de empleo deprimidos prolongarán el daño actual por muchos años.
Esto nos afecta a todos. La inseguridad en los países pobres se traslada a inestabilidad para el resto del mundo. Y sobre todo, la crisis de la COVID‑19 no habrá terminado hasta que se haya derrotado a la enfermedad en todas partes.
Para lograrlo, las instituciones internacionales y los donantes bilaterales deben ayudar a los países pobres a crear condiciones económicas adecuadas para la recuperación. El Fondo Monetario Internacional sigue proveyendo a sus miembros asistencia técnica y capacitación, y ayuda a los gobiernos a manejar sus deudas, aumentar los ingresos y gestionar las finanzas públicas para lograr una provisión eficaz de servicios esenciales, incluida la salud pública. Los Países Bajos han apoyado estas iniciativas contribuyendo a los fondos temáticos dedicados del FMI y a su red de centros regionales de desarrollo de capacidades en África subsahariana, Medio Oriente y el Caribe.
La tarea crucial inmediata es ayudar a los países en desarrollo de bajos ingresos a superar la crisis y fortalecer la resiliencia para el futuro. Donantes bilaterales como los Países Bajos ofrecen ayuda complementaria a los préstamos del FMI a través de intervenciones selectivas destinadas a salud pública, educación y creación de empleo, además de programas para la lucha contra el cambio climático y la creación de una economía verde.
También es necesario aumentar la ayuda a los países con cargas de deuda insostenibles. Ya antes de la pandemia, cerca de la mitad de los países de bajos ingresos tenían problemas de deuda (o corrían alto riesgo de tenerlos). Ahora que muchos países tienen acceso limitado o nulo a la financiación de los mercados, se encuentran ante un dilema terrible: dar apoyo a la población durante la pandemia o pagar la deuda.
La comunidad internacional ha dado algunos pasos importantes hacia la solución de este problema. Con el apoyo de trece donantes bilaterales (incluidos los Países Bajos), el FMI ha provisto un año de alivio de pago de deudas, por alrededor de 500 millones de dólares, a 29 de sus miembros más pobres, y ahora busca recursos adicionales para extender el alivio más allá de abril de 2022. En tanto, aplaudimos que el G20 haya extendido su Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda, que ya dio a los países más pobres un alivio temporal del pago de deudas equivalente a alrededor de 5000 millones de dólares. El FMI también apoya la creación, por parte del G20 y del Club de París, de un ambicioso nuevo Marco Común para la resolución de deudas, que combina una metodología estándar de toma de decisiones para los acreedores con un enfoque individualizado para el alivio de deudas.
Además de resolver el problema de la deuda, los países en desarrollo de bajos ingresos necesitan un fuerte apoyo financiero internacional. Desde el inicio de la pandemia, el FMI ha duplicado el acceso a mecanismos de financiación de emergencia, de la que ha provisto 11 000 millones de dólares a 47 de esos países. El FMI mantiene el compromiso de garantizar un acceso suficiente a esta modalidad de crédito en los próximos años.
Para ello, cuenta con que sus miembros más ricos apoyen la iniciativa ampliando la provisión de recursos para la financiación de préstamos en condiciones favorables. Desde el inicio de la pandemia, el FMI ha obtenido otros 22 000 millones de dólares, y ahora está tratando de movilizar subvenciones que permitan ofrecer préstamos con tasa de interés nula en estos niveles, algo a lo que los Países Bajos también contribuirán. Muchos donantes bilaterales también han reforzado programas propios de ayuda a países de bajos ingresos. Los Países Bajos, por ejemplo, reunieron hace poco 500 millones de euros (595 millones de dólares) para mantener a flote iniciativas de desarrollo en marcha y para financiar otras nuevas que ayuden a los países pobres a combatir la pandemia.
Finalmente, hoy los países de bajos ingresos necesitan del comercio internacional más que nunca. En las últimas dos décadas, hubo una enorme reducción de la pobreza en todo el mundo, al crecer la participación de esos países en los mercados internacionales. Pero la pandemia y el contexto actual de tensiones comerciales han puesto esos avances en peligro. Un sistema comercial abierto, estable y transparente basado en reglas sigue siendo absolutamente esencial para lograr estabilidad económica, crecimiento inclusivo y sostenible y prosperidad duradera en todo el mundo.
Para alentar la recuperación del comercio mundial, el FMI sigue promoviendo la apertura de los mercados y la implementación de nuevas reformas políticas. Dentro de la Unión Europea, los Países Bajos y Francia propugnan políticas comerciales que hagan más hincapié en la sostenibilidad y en la conducta empresarial responsable.
Satisfacer las muchas necesidades insatisfechas de los países de bajos ingresos demandará nuevos esfuerzos conjuntos de los donantes bilaterales, incluidos los bancos públicos nacionales de desarrollo y las instituciones multilaterales. Juntos, podemos ayudar a los países y comunidades más vulnerables a recuperarse de la pandemia. Y al hacerlo, crearemos un mundo más resiliente e inclusivo para todos.
Kristalina Georgieva es la directora gerente del Fondo Monetario Internacional. Sigrid Kaag es ministra de comercio exterior y cooperación para el desarrollo de los Países Bajos.
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