Un mail de estas características llegó la semana pasada a todos aquellos que tienen una prepaga. En definitiva, se comunicó que en octubre el plan aumentará un 4% y en noviembre se repetirá el aumento. En lo que va del año, hubo seis aumentos, por lo tanto la suba acumulada sería de 36,6%.
En Argentina, el 15,7% de la población tiene prepaga, ya sea por derivación de aportes de la obra social o por contratación voluntaria, de acuerdo con el último censo realizado. Según la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, en 2018, el 10% de la población porteña contaba con un plan de medicina prepaga porque lo paga voluntariamente y un 18% tenía la cobertura prepaga gracias a la derivación de aportes por su empleo. Por lo tanto, el 28% tenía este tipo de cobertura médica. En 2016, en cambio, esa cifra escalaba al 32%.
La Superintendencia de Servicios de Salud registró en los últimos años una baja del 12% en los socios de las prepagas. Mientras que en el contexto actual de crisis económica, algunos datos anticipan un mayor éxodo: el 59% de los afiliados a alguna cobertura médica (obra social o prepaga) consideró cambiar de prestación durante el primer semestre de este año, un 11% más respecto a 2018, de acuerdo con un estudio realizado por el sitio MiObraSocial, del que participaron 4000 personas.
Respecto a los usuarios específicos de medicina prepaga, el mismo estudio afirma que el porcentaje de afiliados que evaluó un cambio asciende a 79%, en línea con los reiterados aumentos de precio autorizados por la Superintendencia de Salud y publicados en el Boletín Oficial.
¿Qué tan representativos fueron los aumentos? Por ejemplo, una persona sola de entre 20 y 30 años, que pagaba $2.300 a finales de 2016, hoy paga por el mismo plan no menos de $4.000; mientras que un matrimonio joven con dos hijos, que dos años atrás pagaba $5.000, hoy paga al menos $9.000.
“El 79% de las personas que tienen prepaga están atentas a otras opciones. Pueden buscar otro plan dentro de la misma empresa o incluso miran hacia afuera. Por más que estén satisfechas con el servicio, les cuesta afrontar la cuota. Algunos finalmente no concretan el cambio porque al hacer cuentas, cambiarse a otra prepaga, que le brinde servicios similares, no les representa un ahorro importante. Las tres prepagas históricamente más buscadas son Swiss Medical, OSDE y Galeno”, explica Ignacio Cámpora, socio fundador de MiObraSocial.
Matías Ballesteros, doctor en ciencias sociales y especialista en sociología de la salud opina que para la clase media, tener una prepaga, también, tiene que ver con una cuestión de costumbre de cómo manejarse ante el sistema de salud. “Buscan resolver sus necesidades en determinados tiempos”, comenta.
En el estudio de MiObraSocial se observa que el 55% de los usuarios de medicina prepaga están conformes con su cobertura, mientras que los de obra social sólo el 26%. Sin embargo, pese a un mayor inconformismo con el servicio recibido, son menos los usuarios de obras sociales que piensan en cambiar de cobertura: sólo un 46%. Para los usuarios de obra social es más difícil cambiar porque hay una restricción que determina que hay que mantener durante 12 meses el destino de los aportes.
Además, la investigadora del Instituto de Investigaciones Epidemiológicas de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, María Eugenia Esandi explica que las obras sociales no son tan distintas entre sí y para el afiliado implica un esfuerzo cambiarse.
Esandi comenta que hay personas que tienen doble cobertura: tienen obra social por el trabajo y, además, pagan una prepaga para tener acceso a más servicios. “En estos contextos de crisis, las personas revisan su presupuesto y tienen que evaluar en qué gastan el dinero. En muchos casos, dejan la prepaga de lado”, señala.
Ballesteros pone énfasis en aquellas personas que dejan de pagar la prepaga y se quedan sin cobertura. “De esta forma se genera una saturación de sector púbico importante y en un momento donde hay menos recursos”, enfatiza. Y enseguida reflexiona: “Estas situaciones sirven para repensar el sistema de salud que tenemos. Algunas personas que tienen prepaga y ya no pueden pagarla, se bajan de plan, pasan a la obra social o en última instancia se quedan sin cobertura. Pero hay que tener en cuenta que gran parte de la población siempre dependió del sistema público. Es injusto que existan respuestas distintas relacionadas con la calidad de atención según los recursos económicos de las personas”.
Argentina aún no ha resuelto las desigualdades que reproduce el propio sistema de salud. Si bien la población en su conjunto tiene la posibilidad de acceder a los servicios ofrecidos por el sector público, aún persisten brechas importantes y asignaturas pendientes, especialmente en lo relativo a su calidad.
Ballesteros comenta que existen otros modelos como los sistemas únicos (ya sean públicos o privados o que combinan ambos pero en una oferta única) de salud, que son más equitativos. Inglaterra y España son buenos ejemplos en este sentido. En la región, Brasil está aplicando este sistema.
“Tocar el sistema de salud es muy complejo. Hay muchos intereses en juego y no lo veo en la agenda pública”, enfatiza Ballesteros.