En Buenos Aires diversos bares celebran a escritores como Julio Cortázar, Julio Verne, Lorca y Lewis Carroll. RED/ACCIÓN realizó un recorrido por estos espacios que se atreven a combinar arte culinario con espíritu libresco. Café Cortázar, Verne Club y Sigue al Conejo Blanco son algunos de los que pisan firme con sus propuestas de sumergir al visitante en el universo de estos escritores.
Con el estilo de Cortázar
En el Café Cortázar todo gira en torno al autor de “Historias de cronopios y de famas”: fotos de él en Buenos Aires y París, con sus parejas y con sus amigos, así como ilustraciones, citas y portadas de sus libros.
El bar con logo inspirado en la icónica foto de Sara Facio ofrece programación cultural cortazariana y menú cronopio: las picadas Bestiario o Rayuela, una ensalada Cortázar o bien un café La Maga o Rue Martel. Una cálida biblioteca convoca a adentrarse entretanto en la obra del escritor.
“Hay un Cortázar para cada uno. Para el que viene a buscar al Cortázar de las novelas o para el que viene a tomar un café, no lo conoce, quiere leer un cuento, agarra un libro de la biblioteca y lo descubre acá”, comenta Romina Metti, responsable de comunicación del cafetín porteño con reminiscencias parisinas.
Cortázar parece contemplar a los parroquianos desde los murales del artista Ricardo Villar en planta baja y primer piso. Subiendo la escalera pueden verse también muestras rotativas sobre vida y obra del autor argentino. Actualmente se exhibe “Deconstruir Rayuela, charlar con Julio” de Pilar Sahagun, una serie de dibujos y textos a mano alzada en tinta y lápiz.
El público que ocupa las mesas de disco de mármol o con tapa de fórmica es diverso: los netamente cortazarianos, los turistas que llegan por recomendación y los que desconocen a Cortázar. Y en esta esquina cronopia hasta podría haber estado el propio Julio. “Por el espíritu del café: por lo general suena jazz y hay gente que se repite todos los días, se empiezan a hacer amigos”, señala Metti.
El bar funciona en una casona construida en 1889, el mismo año en que se inauguraba la Torre Eiffel. Tal vez obra del azar que tanto fascinaba al escritor que residió en París.
Rayuela en su barrio
Y Cortázar recibe otro homenaje en Rayuela Bar, a pocos metros del departamento que habitó en el barrio Rawson, en Agronomía. Una rayuela de tiza sobre fondo negro recibe a los clientes en este espacio con paredes de ladrillo a la vista y toque francés.
"Las calles del barrio están mencionadas en sus cuentos, en distintos pasajes de su obra, tanto la calle Zamudio, Tinogasta, así como el barrio Agronomía, el puente de avenida San Martín. Por eso el bar merecía estar relacionado con Cortázar", afirma su dueño Pablo Robles Urquiza.
El escritor está presente "en algunos eventos que surgen, en el jazz que suena permanentemente, él es parte del bar”, agrega Robles Urquiza. Inclusive la clave del wifi es una fecha cortazariana crucial.
Un pasaje al mundo de Julio Verne
A pocas cuadras de Café Cortázar, aparece un guiño literario a otro Julio: Verne Club propone un viaje inspirado en el imaginario fecundo de este autor. “Julio Verne es considerado por muchos el padre del retrofuturismo, la estética steampunk. Y me interesaba la idea de montar un bar de cócteles con ese tipo de estética”, cuenta uno de sus dueños, Germán Lacanna.
El escritor francés es el sutil hilo conductor que elige este local pionero entre los bares temáticos. Además, Verne Club opta por no tener cartel a la calle. “Hay una línea delgada para mí entre lo que es un bar 'temático' y Disneylandia”, apunta Lacanna, anteriormente profesor de literatura en París. “Por eso, más que bar temático, me gusta llamarlo bar de concepto”.
Verne Club está ambientado con paredes de chapa oxidada que emulan a las de un submarino y mecanismos y engranajes empotrados junto a sillones Chesterfield de cuero, como los que ocupaba Phineas Fogg al inicio de “La vuelta al mundo en 80 días”. Su patio, en tanto, adopta la forma del Nautilus de “Veinte mil leguas de viaje submarino”.
Los tentáculos del Kraken, la criatura marina de esa novela, conforman el logo del bar. Sus extremidades emergen detrás de la barra de tragos a cargo del experimentado bartender Federico Cuco, también dueño del local. A poca distancia de la amplia barra donde se luce una fuente de absenta, Julio Verne supervisa desde un retrato los movimientos del lugar.
La influencia del escritor es notoria en el menú, con una sección denominada “La vuelta al mundo en 8 cócteles”, inspirados en las ciudades por las que pasa Fogg en su periplo. Y otra sección llamada “El faro del fin del mundo”, con un tributo a la coctelería argentina. La convicción de Verne Club es que “cada gota cuenta una historia y cada cóctel deja un recuerdo”.
El fantástico país de Lewis Carroll
Mientras tanto, en Sigue al Conejo Blanco se despliega el imaginario del británico Lewis Carroll, con su célebre niña rubia observando desde el cielorraso. En el interior de este restobar cálido e íntimo también aparecen otros personajes de “Alicia en el País de las Maravillas” como el Conejo Blanco, el Gato de Cheshire, la Reina de Corazones y su Ejército de Naipes.
“La madriguera” es el apodo de este local que llevan adelante sus dueños Loli y Ger y que abre sus puertas dos veces por semana. "Ese es el juego, entrar viernes y sábados en el mundo de Alicia", explica Loli, responsable de los sabores caseros de la cocina.
“La filosofía es que siempre necesitamos disfrutar lo que hacemos, sí o sí, porque todo eso se traslada”, complementa Ger, quien desde la barra se encarga de los tragos.
Allí se puede saborear una “Pizza Corazón” -creada a pedido de un cliente que hizo allí su propuesta de matrimonio-, la picada de pizzas “El Sombrerero” o unas “Papas Conejo”. Y en sus paredes, junto a obras de diversos ilustradores, se inscriben frases sugerentes del libro.
“Se termina dando algo muy mágico”, comenta Loli. “No sé si es solamente lo visual”. Y manifiesta su admiración por la sabia Alicia, que llama a “no dejar nunca de soñar, a que está bien estar un poquito locos y arriesgar siempre”. Un espíritu del que se dejaron contagiar para montar su emprendimiento.
Inspirados en Lorca
Entretanto, los fundadores de Lorca Resto Bar optaron por homenajear al poeta español Federico García Lorca, con un mural de unos 30 metros cuadrados en su exterior.
Su autor, el artista Pablo Tricárico, cuenta: “De una manera u otra hice lo que mejor sabía hacer y me dieron rienda suelta con todo, así que terminé pintando con una libertad hermosa y creo que eso es lo que se sigue notando hoy”.
El moderno local, donde se les prestan libros a sus clientes, es un oasis de tranquilidad en una esquina del barrio de Caballito. Allí también citan palabras del autor de “Romancero gitano” en su menú:
“La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado”.
Al igual que estos mundos literarios porteños, que llaman a disfrutarlos junto a un café, un cóctel o una picada, desdibujando límites entre realidad y ficción.