“Tengo 93 años y toda una vida por delante”, dice Rafael Kohanoff, sentado en su oficina del Instituto Nacional de Tecnología Industrial. A sus espaldas, por la ventana, se ve el movimiento del INTI, que parece una ciudad en miniatura. Calles arboladas con señalización, estacionamientos, un cajero automático, un restaurante y gente caminando por sus veredas. Allí, el ingeniero químico dirige un área de desarrollo de tecnologías para las personas con discapacidad y adultos mayores.
Detectar los problemas de la gente y pensar en soluciones. Pensar, pensar y pensar. Ese es el método y el rol que ocupa Kohanoff. “Hay que mantenerse en movimiento. Recorro los asilos de ancianos y les pregunto qué inconvenientes tienen en su vida diaria".
En una de esas visitas, por ejemplo, un hombre le dijo que no se podía poner las medias. "¡Claro! A nuestra edad, las bisagras están duras y agacharse para realizar esa acción se complica. Entonces junté a mi equipo y les planteé esa dificultad. Así creamos varios dispositivos que se pueden armar en casa con materiales que todos tenemos a mano y que facilitan esos movimientos", asegura y aclara que los planos y los instructivos de los dispositivos que crean "están al alcance de las empresas que los quieran fabricar". Sólo deben pedirlos.
"Otra vez me contaron que no se podían prender los botones. Y así ideamos una pequeña herramienta que se puede tener en la mesita de luz y cada mañana te podés vestir sin problemas”, asegura el ingeniero.
Rafael nació en Charata, Chaco, el 10 de octubre de 1925 pero los caprichos del destino lo depositaron en la ciudad de Santa Fe, donde estudió en la Universidad Nacional del Litoral y donde conoció a una joven estudiante de inglés, que poco tiempo después se convirtió en su compañera. “Estuve casado 70 años con la misma rubia, y ella fue la que me propuso matrimonio”, confiesa entre risas. Tuvieron tres hijos, de los cuales uno ya está jubilado; siete nietos y siete bisnietos, uno ellos ya en la universidad.
“Cuando visito geriátricos siempre le pregunto a los abuelos: ¿Cómo te puedo ayudar? Y ahí me cuentan los problemas que tienen. En una de esas visitas, uno me dice si no se puede hacer algo para que no se caigan los bastones. Nunca había escuchado que alguien planteara eso. Yo uso bastón y varias veces se me ha caído. Entonces con mis muchachos entramos a Internet para ver si existía algún accesorio para ese objetivo. No había nada”.
Su actividad en el sector de las pequeñas y medianas empresas lo acercó al Instituto Nacional de Tecnología Industrial a principios de la década de 1970. Fue amigo muy cercano de Raúl Alfonsín y ministro de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires durante la gestión de Fernando De la Rúa.
La amistad con el primer presidente tras la recuperación de la democracia lo marcó a fuego. Esa cercanía lo llevó a ser testigo de momentos que marcaron la historia Argentina. Alfonsín y el ingeniero Kohanoff estaban tomando mate a solas en la Quinta Presidencial de Olivos, cuando desde Washington llamó el ministro de Economía, Juan Vital Sourrouille. Le comunicaba a Alfonsín que no había ninguna ayuda económica para la Argentina. “Comenzó a caminar furioso por todos lados –recuerda Kohanoff- y gritaba: cómo me hicieron esto a mí. Y yo le digo: Raúl no te lo hicieron a vos, están buscando a alguien obediente, que pueda gestionar lo que ellos quieren”.
Pero Rafael no se queda con aquellos recuerdos ni con los episodios que lo colocaron en momentos cruciales de la historia reciente. Con un fino sentido del humor, se plantea que cualquiera sea la edad, la persona debe mirar para adelante y tener “pensamientos virtuosos”, según él los denomina.
La agenda diaria del ingeniero Kohanoff abarca reuniones con su equipo de desarrollo técnico; videollamadas con funcionarios de provincias; encuentros con representantes de empresas; visitas a geriátricos; charlas con médicos; viajes a distintas ciudades del país.
“Me preguntaron tantas veces cómo llegué trabajando así a esta edad, que en verdad comencé a pensar cómo hice”, dice Rafael que, antes de continuar con su relato, piensa por unos segundos con la mirada clavada en el piso. “Tengo la intuición que, sin saberlo, me moví con los nuevos conceptos de plasticidad neuronal”, señala Kohanoff.
“Si uno tiene pensamientos virtuosos, eso actúa sobre el cerebro, y el cerebro actúa sobre el organismo. Pero los pensamientos melancólicos o tristes, también actúan aunque negativamente sobre el organismo. Una persona mayor se sienta y piensa que ya no puede hacer nada, la sociedad y la familia la excluyen. En resumen, si vos no hacés nada nuevo vas a lo viejo. El consejo básico es: nunca pares de pensar en cosas nuevas, que te den satisfacción. Esta es mi edad gloriosa, hago lo que quiero, el tiempo que quiero y mi satisfacción es saber que lo que hago le sirve al otro”.
La charla con el ingeniero Kohanoff se interrumpe más de una vez, cada tanto ingresan a su oficina colaboradores para alguna consulta o un recordatorio. Rafael trata a quienes trabajan en su equipo con gesto paternal y los diálogos terminan siempre con un comentario gracioso y una sonrisa. Rafael le da calidez a un ámbito que se intuye frío y estructurado y donde reina la precisión de los cálculos.
Sin pregunta previa, Kohanoff continúa: “El trabajo da respuesta a una necesidad, a un problema. En el país hay muchas necesidades que no son atendidas ni por el Estado ni por el mercado. Con el actual nivel de pobreza tenés muchas cosas que atender, porque cuando no hay negocio, el mercado se borra y ahí debe aparecer el Estado. Entonces es la oportunidad para que generen alianzas entre el Estado, los municipios y las pymes”.
Kohanoff es claro y preciso: “En el INTI no tenemos objetivos comerciales, ni patentamos nuestros desarrollos. Todos los dispositivos están al alcance de las empresas que los quieran fabricar. Desde aquí proveemos de planos e instructivos para que se puedan fabricar los desarrollos”.
De impecable atuendo, camisa celeste con chaleco de lana azul y pantalón al tono, Rafael no duda en levantarse varias veces durante la charla para mostrar orgulloso los dispositivos creados por su equipo, destinados a mejorar la calidad de vida de los adultos mayores. El Centro de Tecnologías para la Salud del INTI tiene a disposición de la sociedad todo su menú de dispositivos y sistemas, con el objetivo de recuperar la función social de hombres y mujeres, y abandonar la idea de “entretenerlos o solo asistirlos”.
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Mantener el cerebro activo favorece un mejor envejecimiento
“La neuroplasticidad, o plasticidad de las neuronas, es una de las capacidades que tiene el sistema nervioso, incluido el cerebro, de producir cambios en los mecanismos que lleva a cabo”, explica el médico neurólogo Guido Dorman, integrante de la Clínica de la Memoria de INECO.
Los procesos cognitivos son los que permiten el conocimiento y la interacción con todo lo que nos rodea y comprenden la memoria, el lenguaje, la percepción, el pensamiento y la atención.
Dorman señala que la plasticidad neuronal es la base de los cambios que experimenta el cerebro desde que se desarrolla en el embrión, hasta su madurez. Agrega que permite la adaptación a cambios ante diversos estímulos, y además está involucrada en los mecanismos de recuperación y rehabilitación neuronal.
Hay evidencia científica que demuestra que mantener el cerebro activo favorece un mejor envejecimiento. “Esto está relacionado con haber accedido a la escolaridad y a un alto desarrollo intelectual, lo que favorece una mejor calidad de vida del adulto mayor”, agrega Dorman.
El médico neurólogo cuenta que en estudios recientes se comprobó que los programa de estimulación y rehabilitación cognitiva mejoran la memoria, la atención y otras funciones del cerebro. Y las nuevas tecnologías, como la informática o el celular, se utilizan para la estimulación cognitiva de los adultos mayores.