¿Quién mató a Rodolfo Walsh?- RED/ACCIÓN

¿Quién mató a Rodolfo Walsh?

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En ‘Emboscada’, Facundo Pastor investiga el secuestro y la desaparición del escritor… y la de sus últimos cuentos.

¿Quién mató a Rodolfo Walsh?

Este 24 de marzo también es un día para recordar otro 24 de marzo: no el de 1976, sino el de 1977. En realidad, quiero escribir sobre el día que siguió. El 25 de marzo de 1977. Es la fecha en la que Rodolfo Walsh fue secuestrado y asesinado, o asesinado y secuestrado: nunca se supo si llegó con vida a la ESMA, adonde lo trasladó el grupo de tareas que le tendió una trampa en San Juan y Entre Ríos.

Facundo Pastor lo investiga todo en Emboscada: La historia oculta de la desaparición de Rodolfo Walsh y el misterio de sus cuentos inéditos.

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Ese día Walsh venía de distribuir por correo su «Carta abierta de un escritor a la Junta Militar» y esperaba encontrarse con una mujer y con un hombre; ambos, miembros de Montoneros… ambos, secuestrados (Walsh no lo sabía, creemos hoy) y utilizados probablemente como anzuelo.

El cuerpo del escritor nunca apareció. Sus últimos cuentos, que después fueron confiscados en un allanamiento a su escondite de San Vicente, también están perdidos, aunque quizás alguien, en algún lugar, los guarde todavía hoy. Son un tesoro literario. Se sabe que hay uno que se titula «Juan se iba por el río» y que es sobre un gaucho soldado. ¿Qué más habrá? Los marinos de la ESMA lo saben: ellos guardaron con cuidado esos papeles, al menos durante un par de años.

  • El periodista Facundo Pastor (a quien solemos ver en la pantalla de A24 y escuchar en radio La Red) desanda esta historia en su nuevo libro: Emboscada, un thriller negro y político sin ficción.

“El rastro de la obra inédita de Walsh no se pierde en la ESMA”, escribe Pastor. “No fue ese el último destino donde vieron los papeles robados en San Vicente. Seguir su derrotero fue una tarea compleja. Una reconstrucción sinuosa e incompleta. Los sobrevivientes acreditaron haberlos visto en distintos sectores del centro clandestino: El Dorado, La Pecera y un ropero de la oficina del Sótano. Todo eso sucedió entre 1977 y 1978. En esos meses, los marinos lograron ordenar, clasificar y archivar todos los papeles de Walsh. No hay indicios de que hayan decidido quemarlos o hayan intentado desprenderse de ellos. La intención de preservarlos era evidente”.

Fueron más de dos años de investigación y cerca de 70 entrevistas. “Fue extraño recorrer ese camino durante la pandemia”, me cuenta Pastor, “básicamente porque me impedía realizar encuentros presenciales con fuentes, pero a la vez sentí en muchas oportunidades que esa sensación apocalíptica (que nos dejó este momento) generó que muchas personas se animaran a hablar un poco más aunque sea por teléfono o Zoom. Una de las fuentes me dijo: ‘Prefiero contarte todo ahora porque no sé si me voy a morir en unos meses’. También fue importante el recorrido de los documentos. Leí varios expedientes y buceé en diarios de la época, aunque la dictadura impuso un cerco informativo”.

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La casa de Zapiola y Jaramillo. Foto: F. Pastor
  • ¿Cuál es tu  hipótesis sobre el destino de los cuentos desaparecidos de Walsh?
    Estoy convencido de que esos documentos existen, que alguien los tiene, que alguien los esconde. Cuando la caja con los papeles de Walsh ingresó a la ESMA, los marinos ordenaron analizarlos, catalogarlos y archivarlos. Luego, fueron a parar a unas cajas que entre fines de 1978 y principios de 1979 la patota de Massera sacó del lugar para llevarlos a una casa operativa. Allí los vieron por última vez. En el libro pude descubrir quiénes fueron las personas que vieron los documentos, en qué circunstancias y sobre todo quién los sacó de ese último lugar. 

En Emboscada, Pastor escribe:

  • “Cada grupo de tareas tenía un archivo propio que se iba generando con la documentación robada en los operativos. Era la manera de recopilar información para poder armar el organigrama de las distintas estructuras de Montoneros. Una suerte de rompecabezas de cada ámbito de militancia.

    Con ese mapa la cacería se hacía más efectiva.

    La documentación que circulaba por la ESMA era microfilmada. Una parte del trabajo se hacía dentro del centro clandestino. La otra, en las instalaciones de una productora audiovisual llamada Chroma S.A. que la Marina había montado en Besares 2025, en el barrio de Núñez. La propiedad donde funcionada la empresa estaba a nombre de Juan Héctor Ríos, una falsa identidad que usaba el teniente de fragata Jorge Radice. En ese lugar se microfilmaba sólo en la madrugada, cuando la productora no estaba en funcionamiento.

    La orden había sido clara: de cada documento debían hacerse tres copias.

    Una iba a parar al archivo del Servicio de Inteligencia Naval.

    El destino final de esos documentos sigue siendo un misterio, pero está claro que Radice es un personaje clave en la ruta de los papeles de Walsh. Fue un hombre de máxima confianza del almirante Emilio Eduardo Massera. Por eso, y por sus conocimientos contables, le asignaron la Tesorería del centro clandestino. Si bien nunca dejó su cargo operativo, era el encargado de las finanzas de la ESMA.

    En los primeros meses de 1979, ya con Massera fuera de la comandancia, se decidió sacar del centro clandestino toda la documentación sensible que buscaban preservar. Hacía pocos meses que lo había reemplazado el comandante Armando Lambruschini. El cambio de manos dio lugar a recelos internos.

    Varias cajas repletas de papeles fueron a parar a distintos domicilios. Uno de ellos lo aportó Radice. Desde comienzos de ese año, Ruger, como lo conocían en la ESMA, puso a disposición del proyecto presidencial de Massera la casa de sus padres en la esquina de Zapiola y Jaramillo, Saavedra. Fue acondicionada para funcionar como una oficina donde un grupo de detenidos realizaba tareas de monitoreo de medios de comunicación. Los informes del clipping diario iban a parar a la otra oficina de Massera, en Cerrito 1136.

    Los prisioneros, que eran forzados a trabajar, cumplían con una rutina laboral vigilados por un primo de Radice de apellido Barletta, que hacía de guardia y vivía a metros del lugar.

    Dentro de la casa, los detenidos se ubicaban en una habitación del primer piso, que tenía una mesa gigante donde apoyaban los diarios para leerlos, marcarlos y resumirlos. Podían usar el baño, la cocina y el patio, incluso algunos se quedaban a pasar la noche; pero tenían prohibido acercarse a uno de los cuartos de la planta baja, que siempre permanecía cerrado con llave.”

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Facundo Pastor
  • ¿Qué significó la caída de Rodolfo Walsh?
    Walsh era un trofeo importante para los marinos. Por eso lo buscaban con vida. Querían interrogarlo y sacarle información. No sólo por su rol en la estructura de inteligencia de la organización sino por lo que él significaba como escritor e intelectual. Él no tenía un peso importante en Montoneros, pero sí un rol simbólico. Hay algunos sectores que, hasta el día de hoy, se esfuerzan en intentar hacerle creer a todo el mundo que Walsh era un hombre clave de Montoneros, pero no es tan así. No integraba la Conducción Nacional y su rango militar no era alto. 
  • ¿Cómo deberíamos juzgarlo hoy, con la perspectiva de 45 años?
    Creo que hay que hacer un esfuerzo intelectual muy grande para intentar entender un época muy violenta. Sobre todo porque cualquier análisis que podamos hacer, lo hacemos desde nuestro contexto democrático. Todo lo que pasó en los ’70 es inimaginable en estos días. Eso, sin dudas, nos obliga a valorar nuestro presente.  
  • ¿Qué impresión general te queda sobre toda esta historia después de terminar el libro?
    Siempre fui lector de Walsh. No solamente de su obra de denuncia política e investigación periodística como Operación Masacre o Caso Satanowsky, sino de sus cuentos. Y siempre me llamó la atención que no hubiera un documento sobre su muerte. Me refiero a una buena reconstrucción. El final de su vida es muy particular, porque lo encuentra a Walsh en su dimensión militante dentro de Montoneros combatiendo y muriendo por la causa. Desde ese punto de vista me pareció atractivo investigarlo. También creo que, como muchas historias de los ’70, son relatos abiertos y muy dolorosos. No hay un final si su cuerpo permanece desaparecido. No se puede cerrar esta historia y mucho menos la investigación si no aparecen sus cuentos inéditos.

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Cambiando de tema, pasamos ahora a Ucrania. El diario español El País publicó una entrevista larga con nuestro informante Andrei Kurkov, uno de los autores más conocidos del país invadido, cuyo escape de Kiev junto a su familia él mismo va contando en Twitter

Las claves de la nota:

  • Kurkov no quiere que se sepa dónde está, solo que vive en los Transcárpatos (en un departamentito en el que comparte cama con su mujer y sus dos hijos).
  • El hijo mayor (de 19 años) quiere volver a Kiev, la ciudad de la que huyeron, para combatir. Su padre no va a impedírselo.
  • El escritor trabaja en una cafetería en medio de la nada, centrado en su activismo internacional contra la invasión de las tropas de Putin.
  • Escribe en ruso pero defiende la cancelación temporal de la cultura rusa en Ucrania. Y explica por qué.
  • Está considerando pasarse al ucranio para escribir no ficción. Aunque lamenta que el conflicto, que dura ya años, haya hecho que la literatura de su país se convierta en propaganda para tratar de contrarrestar otra propaganda: la del Kremlin.

En medio de la desinformación de la guerra —y de la guerra de desinformación— Kurkov es mi fuente más confiable.

Bueno... por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail [sieteparrafos@redaccion.com.ar] o en las redes [@redaccioncomar]. Y también podés contactarme en Twitter [@sinaysinay].

  • Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!

Nos vemos por ahí,
Javier

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Sobre libros y escritores. Todos los martes, por Javier Sinay.

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