¡Buenos días! El anuncio de que no se presentará como candidato en las próximas elecciones lleva tranquilidad a los otros candidatos de Juntos por el Cambio, serena a la dirigencia empresarial y genera cierta inquietud al Frente de Todos. Un discurso que muestra madurez política y habilidad para comunicar.
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Renunciamiento. A Julio Argentino Roca le decían “el Zorro”. No porque se vistiera de negro o llevara antifaz sino porque era astuto: sabía moverse entre las sombras de la política, aparentar, despistar a sus adversarios. Para bien o para mal, Mauricio Macri parece inspirarse en esa tradición: generó expectativas sobre su potencial candidatura a presidente, construyó capital político, negoció desde una posición de fortaleza y finalmente anunció que no competirá con un lenguaje y un tono que lo deja en una posición favorable. Zorro.
El domingo 26, a las 10:01 de la mañana, la cuenta de Twitter de Macri compartió un link a un video de seis minutos. Ahí estaba todo dicho: la Argentina está irreconocible y eso da angustia, sé que los argentinos estamos decididos a dejar esto atrás, llegamos hasta acá porque tuvimos líderes mesiánicos, lo que funciona son los equipos, cuidado con los que se presentan como mesías salvadores, no voy a ser candidato pero voy a seguir luchando por lo que luché siempre, nunca más tengamos una marioneta como presidente, gracias por el cariño que me muestran, los quiero. Punto final.
El “gran renunciamiento”, que ya tuvo análisis de periodistas y politólogos, admite también una perspectiva comunicacional:
- Sé lo que sentís. No te hablo de mí, sino de lo que te pasa a vos: “La angustia que produce esta situación se ubica en medio del pecho. Es ahí donde millones de argentinos sienten el miedo a quedar sin trabajo, el miedo a necesitar ayuda para la salud y no conseguirlo, a que la jubilación no alcance, a que nos roben, a que nuestros hijos se vayan del país…”. Conexión emocional para empezar: punto a favor.
- Te señalo al enemigo. Estamos como estamos por los liderazgos paternalistas. “Hace casi 80 años, una parte importante de la sociedad argentina eligió creer en líderes mesiánicos. Personajes que supuestamente nos salvarían y nos llevarían a una vida mejor (…). Pero este tipo de liderazgos terminó siendo muy dañino para el país (…). Este liderazgo paternalista ,lo llamo, desalentó a los argentinos a asumir su propia responsabilidad en los cambios que querían para sus vidas”. Flecha envenenada al peronismo.
- Te digo a dónde te propongo ir. “Tengo la convicción de que este tiempo oscuro ya empezó a terminar. Lo siento en el corazón y confío en la decisión de los argentinos de dejarlo atrás para siempre”. Otra vez, zorro: alimento a la autoestima colectiva. No necesitamos un salvador porque nos vamos a salvar nosotros mismos, trabajando juntos, como la Scalonetta, que logró la gloria en Qatar. Esperanza, con conexión emocional reforzada.
- Te preparo para la noticia. “Aun teniendo en la cancha al mejor jugador de toda la historia de la humanidad (modestia aparte, yo vengo a ser Messi), el resto no esperó que fuera él el que asegurara la victoria”. En la Copa del Mundo “no ganó el líder, ganó todo el equipo, y así ganamos todos los argentinos”. Así fue nuestro gobierno, sin personalismos, y así va a volver a ser, sea quien sea el nuevo presidente.
- Ahora sí, te doy la noticia. “Juntos por el Cambio ha logrado superar la falsa ilusión del individuo salvador, y lo hemos hecho manteniendo siempre la unidad a pesar de los momentos complejos que hemos transitado. Lo estamos demostrando con la gran cantidad de dirigentes nuevos, competitivos y diferentes que tenemos hoy”. Eso es lo que necesita la Argentina. Y llega el clímax: “Por todo esto quiero ratificar la decisión de que no seré candidato en la próxima elección”. Pausa.
Macri termina diciendo que seguirá luchando por la libertad y los valores compartidos, que ya no habrá “presidentes marioneta”, que confía en que sabremos elegir a la persona (sin género) que mejor nos represente y agradeciendo tantas muestras de cariño. Y remata, como si fuera un mantra: “Los quiero, los quiero, los quiero”. Amor eterno. “Está cada vez menos Mauricio y más Macri”, dice con una sonrisa resignada un viejo dirigente peronista. Es otro modo de decir que está cada vez más zorro.
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Tres preguntas a Richard Greene. Es un comunicador, conferencista y asesor de líderes globales en uso del lenguaje. Es experto en el desarrollo de habilidades para generar empatía y mover a la acción. Es autor del libro Words That Shook The World: 100 Years of Unforgettable Speeches and Events.
—¿Qué conexión ves entre el modo de hablar y la capacidad de cambiar el mundo?
—En 1903, esa persona extraordinaria que fue Teddy Roosevelt, estaba parado al borde del Gran Cañón de Colorado, en tiempos en los que la gente quería construir hoteles y spas en esa zona para convertirlo en una especie de Disneyworld de la rentabilidad en ese entorno. Dijo que no, y eso se convirtió en un hito para los ambientalistas. Sus palabras fueron: “Déjenlo como está. El tiempo lo hizo así, y el hombre solo puede arruinarlo”. El mundo sería un lugar diferente sin esas palabras. Treinta años más tarde, su primo quinto, el presidente Franklin Roosevelt, en el medio de una enorme crisis (1933), dijo unas palabras que fueron también un hito para el crecimiento de los Estados Unidos: “Hay una sola cosa a la que temerle, y es al temor. El innombrado, el irrazonable, el injustificado terror, que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la quietud en progreso”. El mundo también sería diferente sin esas palabras. En mis 30 años estudiando discursos públicos, descubrí que hay siete secretos que tienen los grandes oradores y que el resto no suele tener, y creo que todos los seres humanos podemos ser grandes oradores y que sus palabras pueden convertirse en un hito y de alguna manera cambiar el mundo.
—¿Cuáles son esos secretos?
—El primero son las palabras, que si están bien elegidas son muy poderosas. El segundo es la voz, que con sus variaciones transmiten entusiasmo, amor, pasión. El tercero es el lenguaje gestual: es muy es muy diferente mirar a los ojos de alguien, conectando que no hacerlo mientras se habla. El cuarto es que el mensaje te interpele. Mucha gente da muchos datos tratando de probar cuán inteligentes o bien informados son, pero no tiene en cuenta qué queremos que se lleve la audiencia. Y eso es el título, la idea principal, que debe estar clara. El quinto secreto es fascinante: 41% de la gente en el mundo se siente aterrada ante la posibilidad de hablar en público, y es porque no se dan cuenta de que un discurso público es tener una conversación desde el corazón, sobre algo por lo que uno siente una verdadera pasión. No es una actuación, porque así uno ya no es uno mismo, sino un actor. La Princesa Diana me dijo que quería hacer como Carlos, que era capaz de pararse delante de la audiencia y empezar a decir cosas graciosas. Y le contesté que ella tenía algo que él no: decía cosas con las que la gente podía conectar a nivel humano. Le dije: sólo tiene que compartir lo que tiene en el corazón, y la gente la amará. Y es lo que sucedió.
—¿Cómo se completa el listado? ¿Cuáles son los secretos 6 y 7?
—El sexto secreto está relacionado con que tenemos cinco sentidos, que se conectan con nuestro cerebro: vista, oído, olfato, gusto y tacto, que se transforman en los cuatro lenguajes comunicativos con los que, según el modo de ser de cada uno, nos sentimos más cómodos: visual, auditivo, táctil, y kinestésico. Sin importar el perfil psicológico del que habla, si es capaz de manejar los cuatro lenguajes, se asegura de conectar con todos en la audiencia. El visual es el lenguaje de la energía, es Robin Williams, por poner un ejemplo. El visual se ve en la habilidad para convertir en palabras, en una historia, lo que se siente. Ronald Reagan es un gran ejemplo de esto. Táctiles son Albert Einstein o Bill Gates, quienes son capaces de proveer de información analítica, basada en números y estadísticas. Eso da una base sólida, que aporta credibilidad. Kinestésicos son James Earl Jones, Morgan Freeman o Barry White, capaces de conectar con lo profundo, incluso con su tono de voz, que es lo más importante de un discurso. El séptimo secreto es tan importante que, si se tiene, basta con él: pasión auténtica. Es algo visceral, no intelectual.
Las tres preguntas a Richard Greene se tomaron de la presentación “The 7 Secrets of the Greatest Speakers in History”, dada originalmente en el contexto de TEDxOrangeCoast. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.
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No basta con ser verde. Europa empieza a entender que sus empresas tienen una nueva chance de retomar el liderazgo global. Este artículo de Ethic muestra que la ventaja competitiva verde, cultivada con persistencia desde hace décadas por los europeos, necesita complementarse con la tecnología en la que las compañías norteamericanas y asiáticas llevaban la delantera. La sustentabilidad del futuro estará potenciada por la transformación digital, o no será.
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Academia. Thought leadership es un término difícil de traducir. Se refiere al liderazgo que ejerce en un determinado sector quien comunica con solidez su punto de vista sobre ciertos temas de interés común. Las estrategias de comunicación de las empresas con modelos de negocios B2B, siempre limitadas porque no tienen contacto directo con el consumidor final, tienen en el thought leadership una oportunidad no siempre del todo explotada. Este artículo académico prueba el incremento de capital social que logran las empresas que usan adecuadamente este recurso.
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- PedidosYa mantiene abierta su búsqueda de Corporate Affairs Director, Latam.
- J&J abrió la búsqueda de Global Community Impact Coordinator.
Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a comms@redaccion.com.ar
¡Hasta el próximo miércoles!
Juan
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