¿De qué se trata el lenguaje inclusivo? Es todo aquel que emplea el vocabulario de género neutro, usando la famosa “e”, o bien hace evidente el masculino y el femenino, evitando usar el masculino de forma automática como forma genérica para referirse a un grupo mixto de personas.
Aunque el lenguaje inclusivo existe en otros países, en la Argentina surgió inicialmente en entornos de militancia feminista y ganó visibilidad a partir de las marchas de Ni una menos. Hoy ya está empleado en otros sectores de la sociedad.
Aunque el lenguaje inclusivo se convierte lentamente en una alternativa por la que mucha gente opta a la hora de hablar, todavía está muy lejos de ser aceptado de manera masiva.
De todas las formas de lenguaje inclusivo que hay, la que más polémica genera es la que tiene que ver con el uso de la letra “e”, que en escrito puede reemplazarse con una “x” o “@”. Es la que más resistencia produce porque lo que hace es modificar el lenguaje español formal y aceptado. Por ejemplo: en vez de decir “los” propone decir “les”. Y para grupos mixtos, muchas personas optan por usar el sustantivo plural con una “e” al final. Por ejemplo: en vez de decir “mis amigos” dicen “mis amigues”. Además, las personas que se identifican como no binarias, se proponen los pronombres “elle” o “elles”.
En el país, la Universidad de Buenos Aires (UBA) autorizó su uso y esta forma de lenguaje también se usa desde varios organismos públicos, pero la Academia Argentina de Letras todavía no lo aceptó.
A fines del año pasado, la Real Academia Española (RAE) —que es el máximo tribunal a nivel mundial del idioma español— dio una señal de que evalúa aceptar ciertas formas de lenguaje inclusivo. Publicó en su sitio web un listado de palabras que estaban bajo observación. Allí podremos encontrar los términos que todavía no están en el diccionario, pero que generan dudas, y en la lista aparecía el pronombre “elle”. Pero básicamente quedó ahí. Sin ir más lejos, el 6 de julio pasado la RAE tuiteó: “El uso de la letra ‘e’ como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.
Vale aclarar que la RAE no tiene ningún poder real sobre la lengua, lo que hace es registrar, asentar u ordenar el idioma. Pero el idioma, a fin de cuentas, es cómo habla la gente.
Karina Galperin, doctora en Lenguas y Literaturas romances por la Universidad de Harvard y profesora en la Universidad Torcuato Di Tella, explica que la RAE es quien dice cómo es el esquema gramatical de género o cómo es la norma, “sin embargo, notamos hace un tiempo que hay una cierta incomodidad con esa norma y que ciertos grupos están proponiendo y utilizando reemplazos para el masculino genérico. Hasta tanto esto no sea un uso mayoritario en la lengua, la norma seguirá siendo la que es”. Además, agrega: “En cualquier caso, para que la RAE lo incorpore, creo que falta muchísimo y falta un uso mayoritario que siempre es subjetivo. Tampoco hay hasta ahora una variante específica que se haya establecido como el reemplazo mayoritario del masculino genérico, por lo que, en la situación actual, me parece que la RAE no tiene que incorporar nada”.
Lenguaje inclusivo: ¿debería el Estado imponerlo?
¿Sería bueno imponer el lenguaje inclusivo desde el Estado y las instituciones educativas? ¿Qué efectos podría generar esto?
Galperin dice: “Yo estoy en contra de las imposiciones sobre todo de cambios tan grandes. Me parece que la ‘mejor imposición’ de los nuevos usos es, precisamente, el uso, y que la gente use formas que considera mejores y más cómodas, que parece que respeten a otros. Hay distintas razones por las cuales querría o podría querer incorporar el lenguaje inclusivo a su uso cotidiano. Esa me parece la mejor manera, y que las instituciones acompañen, como muchas han venido acompañando con reglamentación que permita, que no es lo mismo que obligue”. Y explica: “Me parece mal que estén prohibidos estos nuevos usos en las instituciones. Para mí, la mejor imposición es la del uso creciente. Imponer el uso del lenguaje inclusivo podría generar una resistencia que no existiría sin la obligación”.
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No todos los idiomas tienen la misma problemática a la hora de aplicar el lenguaje inclusivo. El español y el francés, por ejemplo, tienen la particularidad de distinguir el femenino del masculino para los sustantivos. En cambio, el inglés no tiene género gramatical. La mayoría de los sustantivos, adjetivos y pronombres que se usan no tienen ningún género asociado y eso vuelve más fácil el empleo del lenguaje neutro. Aún así, la discusión por el lenguaje inclusivo se instaló en países que hablan tanto este como muchos otros idiomas distintos.
¿Se podría decir que el lenguaje español es más sexista desde su origen que otros?
“Las lenguas no son sexistas o patriarcales sino que tienen origen y se desarrollan dentro de sociedades como las nuestras, las occidentales, donde está ocurriendo todo esto del lenguaje neutro o el lenguaje inclusivo, que sí son patriarcales y son sexistas. De alguna manera eso ha quedado decodificado en la lengua y sobre todo en la aceptación de los usos de la lengua que ha hecho que esa configuración gramatical no cambiara a lo largo de tantos siglos. Creo que hay un costado práctico. En todas esas sociedades, los grupos más visibles de la vida pública eran hasta hace muy poquito exclusivamente masculinos o mayoritariamente masculinos. De modo que el masculino genérico tuvo, además, una explicación práctica que designaba grupos que no debían ser solo masculinos, pero que en la práctica lo eran. De modo que a nadie le hacía ruido utilizar el masculino genérico para grupos exclusivos o mayormente masculinos”, señala Galperin.
Karina también explica que “hoy que esa realidad ha cambiado, además de que ha cambiado nuestra mente o nuestras ideas de cómo debe estar configurado en términos de género la sociedad, también ha cambiado la configuración de esos grupos que vemos actualmente en la vida pública y que cuando ahora los llamamos de la manera en que lo llamamos toda la vida, ahora responden un poco peor a ese sentido común porque estamos usando el masculino para grupos en donde ahora hay mitad mujeres o más de la mitad de mujeres. Entonces, ahí hay un problema práctico adicional al que podríamos llamar ideológico”.
¿Hubo en la historia alguna mutación del lenguaje español que haya generado polémica como la está generando con el lenguaje inclusivo? ¿Qué pasó en estos casos?
“Yo no recuerdo ninguna mutación, desde el siglo XV hasta acá, en la gramática de la lengua de esta envergadura, porque el sistema de género es uno de los grandes pilares de la lengua. De modo que no. Es un cambio inédito. Ha habido otros cambios de usos que no tienen nada que ver con el lenguaje inclusivo. Cuando las relaciones entre padres e hijos eran mucho más formales, se hicieron más informales. Los padres e hijos dejaron de llamarse de ‘usted’ para llamarse de ‘tú’ o ‘vos’. Pero bueno, ahí hay un cambio de uso hacia una forma que ya existía, pero que no se usaba para ese vínculo”, analiza la especialista en lenguas.
Por otro lado, Galperin explica: “Hoy lo que sucede es que estamos buscando, para un nuevo tipo de realidad, una forma gramatical que no existe en la lengua. Es algo inédito y, al mismo tiempo, me parece que vivimos en una época donde la circulación de la palabra oral y escrita (por redes sociales, por medios, por globalización, etc) es tanto más rápida y amplia. Si bien la historia nos dice que cambios como estos es muy difícil que enraícen del todo, también estamos frente a una realidad nueva en términos de circulación del lenguaje que quizás hablen de la posibilidad de cambios nuevos”.
El lenguaje inclusivo y su rol en la sociedad
De la palabra al pensamiento hay un solo paso. Del pensamiento a la acción otro paso. Y de la acción al hábito otro más. Si esto es así, entonces, el uso del lenguaje inclusivo es una herramienta clave para formar una sociedad más equitativa. Y el lenguaje es entonces no lo último que tiene que cambiar sino, quizás, lo primero.
¿Puede el lenguaje que usamos modificarnos desde lo cognitivo y desde nuestro comportamiento? La Universidad de California y de la Universidad de Texas en los Estados Unidos explican, a través de una publicación en la plataforma de divulgaciones State Jornal en el 2015, que el lenguaje que se usa para describir conceptos ejerce una influencia sobre la cognición y el comportamiento de una persona. El lenguaje binario lleva a tratar al género como una categoría binaria y favorece a las visiones más estereotípicas de género.
Otro estudio hecho también por especialistas de la Universidad de California y de la Universidad de Washington realizó tres experimentos a gran escala en Suecia donde se introdujo formalmente el uso de pronombres neutros. La conclusión fue que uno de los efectos de usar pronombres de género neutrales es que reduce el sesgo mental de los individuos en favor de los hombres y favorece, en cambio, la prominencia de las mujeres y otros grupos de género. Esto a la larga tiene importantes consecuencias. Por ejemplo, los individuos terminan expresando opiniones políticas más tolerantes hacia la equidad de género y al colectivo LGBTIQ+.
Con estos datos en mente, no queda duda del posible cambio que traería a la sociedad una transformación hacia formas de lenguajes más inclusivas.
Otra investigación de las psicolingüistas argentinas Gabriela Zunino y Noelia Stetie del CONICET encontraron que la forma en que la mente procesa la morfología de género del lenguaje incide en la conformación de representaciones sexo-genéricas. Descubrieron que para las personas el masculino genérico resultaba más aceptable a la hora de referirse a un grupo mixto de personas. Por otro lado, en la tarea de comprensión de oraciones, las formas no binarias conlleva un costo de procesamiento mayor que el masculino genérico.
¿Por qué el lenguaje inclusivo genera tanta resistencia en muchas personas y de qué habla esto en cuanto a nuestra relación con el lenguaje y el lugar que ocupa en nuestras vidas?
“Me parece que la resistencia que genera el lenguaje inclusivo, yo la llamaría en plural: hay distintas resistencias porque creo que la gente resiste por distintas razones. Hay un grupo que se resiste a todas las ideas sobre cómo debe estar configurada la sociedad que vienen detrás del lenguaje inclusivo o sobre el lugar de la mujer o de los géneros no binarios. Entonces, ahí hay una resistencia que llamaría ideológica, que responde casi en espejo al impulso ideológico de este cambio. Pero después hay un montón de gente que se resiste simplemente porque cualquier cambio en la lengua genera muchísima resistencia. Creo que la lengua es uno de los instrumentos que utilizamos todos, todos los días en nuestra vida con la que tenemos una relación afectiva fuertísima. Por lo tanto, ante cualquier mínimo cambio, lo vemos cuando la RAE cambia una tilde o algo muy menor en la lengua, el primer impulso es la resistencia”, explica Karina Galperin.
“Por eso a mí me parece importante no confundir estas dos resistencias porque la primera es de quienes rechazan los argumentos, mientras que la segunda es propia de personas que no sienten deseos de usar esta nueva práctica de lenguaje pero que le parece bien o que no tiene ningún reparo a que estos cambios prosperen y que otra gente los utilice”, enfatiza Galperin.
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Si no te sentís cómodo o cómoda hablando con la famosa “e” del lenguaje inclusivo, hay muchas maneras de hablar para no caer en sexismos. Naciones Unidas hacen una serie de recomendaciones que pueden servir mucho. En este mismo sentido, da lineamientos sobre cómo evitar hablar de forma discriminatoria:
- Se desaconseja decir “señorita” como forma de tratamiento de las mujeres y se recomienda el uso de la palabra “señora” en todos los casos para no resaltar el estado civil de las mujeres de forma innecesaria.
- Se recomienda tratar de igual forma con la misma cortesía a varones y mujeres en la misma oración. Por ejemplo: “El profesor Gómez y Alicia vienen a almorzar. A esto, habría que cambiarlo por: “El profesor Gómez y la ingeniera López vienen a almorzar”.
- Evitar hacer las oraciones demasiadas generales sobre lo que caracteriza un determinado género: “Los hombres son así”, “las mujeres son de tal forma” y declaraciones parecidas.
- Algo similar a tener en cuenta es no mencionar cuestiones que en el fondo estereotipan a las personas. Por ejemplo: “Los hombres no lloran”, “se comporta como un hombre”, “se comporta como una mujer” o “actúa como una niña”.
- Otra recomendación es resaltar el género solamente cuando lo exige la situación comunicativa y decir tanto en masculino como en femenino para un grupo de gente. Por ejemplo: “Los jueces y las juezas” o “los niños y las niñas”.
- También es bueno emplear la versión femenina del cargo para el caso de mujeres que se reconocen como tales. Por ejemplo: presidenta, jefa, etc.
- Usar términos como “la presidencia” en vez de “los presidentes”, “la juventud” en vez de “los jóvenes”, “la infancia” en vez de “los niños”, pasar de decir “el hombre” o “los hombres” a “la humanidad” o “las personas”.
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