“Así lo sentí yo: esto se acerca más a la verdad de los cuadernos” dice Joan Didion en Sobre tener un cuaderno de notas. Cuando me encontré con este texto, había leído de ella dos libros que me crucé por casualidad: El río en la noche, novela que publicó Fiordo (una editorial pequeña y relativamente nueva de Buenos Aires) y Según venga el juego. El primero es una hermosa edición con unos lúpulos en la tapa, una historia sombría de norteamericanos ricos y vacíos —al mejor estilo norteamericano—, muy familiar al de John Cheever. El segundo también es sobre norteamericanos ricos y vacíos, pero con esa vacuidad hollywoodense que, aparentemente, estaba por todos lados en la vida de Didion. Quería encontrar más cosas de ella, no había tanto editado en Argentina aún, pero me encontré en una librería en Barcelona Los que sueñan el sueño dorado.
Este libro es un compilado de ensayos y artículos. Didion es periodista (quizás más periodista que escritora de ficción), y arrancó su carrera en Vogue, donde un artículo titulado Sobre el amor propio llamó la atención en todas partes por su profundidad y sutileza. Luego saltó a temas que iban desde Linda Kasabian y estar rodeada de inculpados por el asesinato de Roman Polanski, sobre la banda The Doors en el estudio de grabación, hasta temas políticos como una dictadura en El Salvador. Pueden ver todo su ecléctico recorrido en la película The center will not hold (El centro cederá), un documental disponible en Netflix que filmó su sobrino, y es muy lindo complementar con sus ensayos, para poder ir siguiendo el momento de su vida que se condice con cada uno.
Pero este ensayo trata sobre escribir, y por eso está aquí. Logra ser muy práctico y muy reflexivo al mismo tiempo. Habla de lo que anotamos, quienes tenemos ese impulso maníaco de llevar un cuaderno de notas, apuntar frases de personas que escuchamos, observaciones de lugares que vemos, pensamientos peatonales. Todo esto, dice, tiene sentido sólo para uno mismo: ni su cuaderno podría ayudarnos, ni el nuestro a ella. Porque, aunque queramos engañarnos y decir que apuntar cosas se trata de los demás, sobre cosas que vemos, un impulso estudioso y antropológico sobre nuestros conciudadanos, o lo que sea, esas notas sólo tienen sentido a partir de lo que se sintió para nosotros.
Además, Didion habla de otro engaño, otra fantasía en la que caemos sobre los cuadernos:
“Si ves las suficientes cosas y las apuntas, me digo a mí misma, una mañana en que el mundo parezca despojado de prodigios, un día en que solo esté haciendo de forma automática lo que se supone que tengo que hacer, que es escribir… en esa mañana indigente me limitaré a abrir mi cuaderno y allí estará todo, un relato olvidado y con intereses acumulados, el billete ya pagado de vuelta al mundo exterior”
Esta frase vuelve a mi mente con mucha insistencia, al menos una vez a la semana. Porque aplica para muchas más cosas que las notas. Hay tantas pequeñas acciones que hacen sentir que uno deja pago el boleto de vuelta al mundo exterior: hacer una lista, planear la semana, comprar libros aunque no tengas tiempo para leerlos ahora, porque algún día lo vas a tener. Mandar cosas al grupo con uno mismo de whatsapp es algo que me da siempre esta sensación. Y el grupo con uno mismo es, en esencia, eso: tomar notas. Pero no debemos olvidar que se trata de un sentimiento, no de una verdadera garantía, de un trabajo ya hecho.
Si conectamos estas dos fantasías en las que caemos (que se trata del resto y que el trabajo ya está hecho), podemos llegar a una conclusión bastante práctica sobre llevar un cuaderno de notas. Tenemos que elaborar esas notas apuntando a esto: que se vea por qué era relevante, cómo era para nosotros. Y, si no anotan diálogos de la calle o pensamientos que les suscitó un banco de plaza, les sugiero que lo hagan: probablemente descubran algo de sí mismos cuando piensen en por qué tuvieron que anotarlo.