¡Hola! Este año se estrenó un nuevo documental de Andrés Di Tella, Ficción privada, quizás el último capítulo de su trilogía familiar. Además, para fin de año la editorial Entropía publicará su libro Cuadernos, que está entre el ensayo, el diario íntimo y la autobiografía.
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El director. Andrés Di Tella es un documentalista excepcional. A esta altura ya tiene una carrera consolidada. Fue uno de los creadores del BAFICI y dirigió sus dos primeras ediciones. Ficción privada, su nuevo documental, es el séptimo que realizó hasta ahora. Con esta película vuelve al tópico de Fotografías y La televisión y yo: la familia y el documento de corte más autorreferencial. En los ‘90, cuando estrenó Montoneros, una historia en el Centro Cultural Rojas fue furor: abrió una puerta que todavía no se visitaba tanto, la de revisar ese pasado de nuestra historia. Y en 2015 estrenó 327 cuadernos, basada y actuada por Ricardo Piglia.
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La película y los fantasmas. Ficción privada es un documental que cuenta la historia de los padres del director (Torcuato Di Tella y Kamala Apparao) a través de las cartas que se mandaron a lo largo de su vida. Cartas que atraviesan las décadas del ‘50 al ‘70 y son el registro íntimo de la pareja y el documento que explora Di Tella para construir su ficción más verdadera: la del relato familiar. El actor Julián Larquier Tellarini y la artista plástica y actriz Denise Groesman (pareja en la vida real) son los que leen la correspondencia entre Torcuato y Kamala.
El efecto de estas lecturas tiene un valor, para mí, espiritista. Será –pienso– por la inocencia y la intensidad de los actores, o por los juegos de lectura: las cartas son recitadas, son cantadas, rapeadas, son dadas vuelta y, en algún punto, son memorizadas hasta el encarnizamiento. Y en ese ejercicio, en lo que podría ser un pase de magia involuntario, siento que Julián y Denise se convierten, con una distancia generacional brutal, en Torcuato y Kamala: son la voz y el cuerpo del fantasma que Di Tella trata de situar en dos chicos ultramodernos. La película se lanzó hace dos meses, pero ya la vieron 60.000 personas.
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Cartas vivas. “Es raro ver tantas cartas, tan íntimas”, dice Di Tella. “Es una idea de que están vivos. Edgargo Cozarinsky dice en la película que quizás sea porque están escritas a mano. Están planeando algunas cosas y discutiendo por otras. Es algo muy vivo”.
El Torcuato adulto es interpretado por Cozarinsky. No solo el título de la película anticipa la idea de que el relato de una familia siempre tiene algo ficcional; la decisión de representar en un documental la voz de personajes reales por medio de actores también da una pista. “La novela familiar es una ficción, pero una ficción inevitable, de la que no podés escapar”, dijo Di Tella en Ñ.
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El principio del presente. Como decía Piglia de los cuentos, en esta película hay dos historias. Por un lado, en la superficie, está la historia de amor entre los padres, narrada a través de fragmentos de esos escritos. Y más abajo está la historia de una pareja que, a su manera, explica algo del siglo XX.
“Mis padres”, escribe Di Tella en Cuadernos, el libro que publicará Entropía, “también habían sido protagonistas de ese momento inaugural”. Se refiere a la relación de su padre, descendiente de iltalianos, con su madre, india (algo casi ilegal en la época), y también al comienzo de las grandes corrientes migratorias y de la transformación del mundo en la segunda mitad del siglo XX: los primeros pasos que dio la humanidad en su camino hacia lo que hoy entendemos que es el mundo. “Me da un poco de vértigo pensar que yo mismo soy producto de ese movimiento, que soy parte de esa historia”, dice.
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Esquirlas en el campo de batalla. “Las cartas son las puntas del iceberg y sus vidas y vivencias son como el gigantesco bloque de hielo que permanece invisible debajo de la superficie”, dijo el director en una nota a la prensa. “Los espectadores tienen que imaginar y completar a través de su propia experiencia, sus propias emociones. En el fondo, las cartas y las vidas son más una incitación, son como un vehículo para un viaje emocional que haga reflexionar al espectador”.
“En las películas tan personales”, me cuenta a mí “no elegís el tema: sale. Dudé porque hay partes privadas, de hecho dejé mucho afuera, pero a la vez creo que lo autobiográfico no trata sobre mí, sino que es un instrumento que ilumina la vida del espectador. Pongo mi libra de carne para hablar de algo universal”.
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Los espíritus invocados se niegan a comparecer. En La televisión y yo (2002) encontramos un retrato de su padre. En Fotografías (2007) vemos una película en donde trata de encontrarse con sus orígenes indios; es decir, con su madre. Ahora huérfano, como si fuera inevitable, le tocó hacer una película sobre los dos. Es interesante cómo, al representarlos con dos actores, uno siente que les da voz y cuerpo a los que no lo tienen, a los fantasmas. Y es interesante esta sensación de cierre de ciclo. “Los padres imaginan la vida de sus hijos y los hijos imaginan la vida de sus padres. No sé quién inventa a quién”, dice el director en una parte del documental.
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Tres preguntas a Eduardo Sacheri [por Javier Sinay]. El autor de La pregunta de sus ojos trabaja en sus textos 10 horas por día. En su nueva novela, Lo mucho que te amé, cuenta un triángulo amoroso en los años ’50 desde el punto de vista de una mujer.
- ¿Cómo hiciste en Lo mucho que te amé para ponerte en la piel de aquella mujer?
Siempre trato de apoyarme, al momento de construir las voces y los estilos emocionales de mis personajes, en algún tipo de experiencia personal. En este caso, me fue muy útil acudir a mi propia experiencia infantil: crecí en una atmósfera muy femenina, alimentada por mi madre, mi tía, mi abuela, mi hermana y mis primas. Sus formas de decir, de sentir, de pensar y de actuar colaboraron mucho -creo- en la construcción de mi propia sensibilidad. Ofelia y sus hermanas, de hecho, son de la misma generación de mi mamá y mi tía.
- ¿Cómo es tu rutina de trabajo de escritura?
Mi rutina suele ser bastante estricta. Suelo colocarme “en situación de escritura” todos los días de la semana, tanto por la mañana como por la tarde, y redondear unas 9 o 10 horas diarias. Cuando digo “en situación de escritura” me refiero a sentarme al escritorio dispuesto a plantearme una historia (en su diseño, en su estructura) o a escribirla (en su estricta ejecución literaria). Por supuesto que hay días provechosos, días intermedios y días de una esterilidad descorazonadora.
- ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
Te nombro dos: La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, y Algún día te mostraré el desierto, de Renato Cisneros.
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Espero que te haya gustado el envío de hoy. Yo me retiro a seguir buscando libros. ¿Dudas? ¿Sugerencias? ¿Lecturas? Escribinos, a mí o a Javier Sinay, a sieteparrafos@redaccion.com.ar
Va un fuerte abrazo,
Flor