El legado de Mujercitas, comentado por Pablo Alabarces- RED/ACCIÓN

El legado de Mujercitas, comentado por Pablo Alabarces

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Un especialista invitado comenta un libro de no ficción y elige los seis párrafos de ese libro que más le hayan llamado la atención.

El legado de Mujercitas, comentado por Pablo Alabarces

El legado de Mujercitas
Anne Boyd Rioux
Ampersand

Uno (mi comentario)

En uno de estos párrafos, Anne Boyd Rioux se pregunta por las lecturas masculinas de Mujercitas, aparentemente siempre sometidas a la burla o a la clandestinidad. Puedo dar fe: fue mi lectura oculta, como la de toda su obra, que me llegó alrededor de los nueve o diez años como herencia de mi prolífica familia femenina –muchas tías, muchas primas, todas mayores que yo; en algún momento, toda esa biblioteca fue a parar a casa, porque ya era un lector voraz y mis tías juzgaron que esos libros iban a las manos correctas; así fue que leí a Alcott antes que a Salgari (y cuando leí a Salgari, fue La hija del Corsario Negro, su único libro “feminista” en una obra sustancialmente masculina). Pero al mismo tiempo leía a Twain: mi iniciación literaria fue a la vez Alcott y Twain, fue Jo y Huck; me enamoré de Jo, seguramente, y hubiera querido estar en esa balsa con Huck y Jim. No puedo pensar en Mujercitas como en un opuesto; mi memoria se arma con los dos autores, con todos esos libros juntos; va del ambiente masculino de Tom Sawyer al femenino de Jo, los mezcla, los sacude, los entrevera. Pero también sospecho, a casi cincuenta años de esas lecturas, que mientras leía Mujercitas me apareció el primer modelo de escritor, la primera figura potente de algo que bien podía llegar a ser, refugiado en un ático (aunque no supiera qué era, hijo de la propiedad horizontal porteña). Que fuera “una chica” no le quitaba encanto: más bien, sigo sospechando, se lo agregaba. Muchos años después, pude confesar mi amor por Twain y peregrinar a su casa-museo; esta es la primera vez que puedo confesar mi
amor por Jo y por Alcott, que puedo salir del armario gracias al libro de Boyd Rioux.

Dos (la selección)

Mujercitas es sin dudas el libro de mayor influencia literaria que haya escrito una mujer estadounidense. Los otros libros comparables -La cabaña del Tío Tom y Lo que el viento se llevó- no han tenido un impacto tan sostenido a lo largo del tiempo. Nunca se ha dejado de imprimir ni ha caído en decadencia. No obstante, al igual que los otros dos libros, siempre ha habido un prejuicio con respecto a su valor literario. Según la novelista y crítica Deborah Weisgall (2012): “la mezcla de autobiografía e invención ha llevado a Mujercitas a ser un modelo perdurable de historias de mujeres, pero pocas veces se lo considera verdadera literatura”. Yo concuerdo con ese punto de vista, pero además agregaría que es precisamente por el hecho de ser un modelo de literatura para mujeres y niñas que Mujercitas ha sido excluida de la categoría literaria. Es más, Mujercitas incluso ha puesto en juego las ideas que teníamos sobre lo que debería considerarse “literatura”.

Tres

Ella no fue la única escritora importante a quien se le restó importancia. El canon literario estadounidense fue ciñéndose cada vez más hasta que quedó exclusivamente restringido al género masculino. En el año 1914, el profesor de Harvard F. O. Matthiessen publicó la gran obra de influencia The American Renaissance: Art of Expression in the Age of Emerson and Whitman (‘El renacimiento en los Estados Unidos: Arte y expresión en la era de Emerson y Whitman’), en el cual restringió la literatura estadounidense del siglo diecinueve a cinco autores: Emerson, Thoreau, Hawthorne, Melville y Whitman. Hay una referencia a Alcott en el índice, pero se refiere a Bronson, no a Louisa. Para mediados del siglo XX, Mujercitas había pasado a ser el típico libro que no merecía ser considerado literatura seria por tres razones: era literatura infantil, era popular y lo había escrito una mujer (y además hablaba sobre la vida de mujeres). Como resultado, las pocas veces que los críticos se dignaban a tenerlo en cuenta, lo dejaban de lado porque no era una lectura central o porque no le encontraban puntos de análisis, tal como hizo el crítico Edward Wagenknecht en su influyente libro de 1952, Cavalcade of the American Novel (‘La procesión de la novela estadounidense’). Es curioso que el hecho de que fuera un libro popular para niños no afectara mucho Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain. 

Cuatro

Desde entonces, las lecturas de Mujercitas han abordado la cuestión de si es un texto subversivo o sumiso, si es un producto de su época o si va en contra de los usos y costumbres del siglo XIX, en especial en lo que respecta a las mujeres. Hay muchos análisis importantes del contexto histórico y biográfico de la novela, pero los principales puntos en disputa se centran en si podemos leer Mujercitas como un texto feminista y qué significa leerlo con ojos contemporáneos y con ciertas expectativas en cuanto a los temas de género. 

Cinco

Este es un problema real. Un libro que trata sobre chicas, cuyo título parece anunciar su exclusividad de género, debe permanecer en casa, no se debe leer bajo la luz cegadora de las aulas. Como hemos visto, no siempre fue así. Al principio, Mujercitas fue un libro muy popular que devoraban niños y adultos de ambos sexos. Sin embargo, poco a poco se convirtió “más en una novela de mujeres, después en un libro para chicas adolescentes y, finalmente… en una obra destacada de la literatura infantil, quizá específicamente, un texto para niñas de séptimo y octavo grado”, según escribió un maestro para conmemorar los cien años de la novela (Curtis, 1968: 878). Desde entonces, creo que es justo decir, el libro se desplazó mucho más abajo en la escala etaria, hasta quinto y sexto grado. Como libro destinado a niñas pequeñas, entonces, Mujercitas no parece gozar de mucha atención en las escuelas. Busqué en vano alguna escuela local que lo enseñara en la ciudad donde vivo, Nueva Orleans. Incluso en una escuela primaria privada para niñas, muy progresista, en la que conocía a un par de maestros de Lengua, no solo nadie lo enseñaba sino que mis intentos por interesarlos fracasaron. Mientras me acompañaba hasta la puerta después de uno de nuestros encuentros, una maestra admitió que enseñaban Las aventuras de Huckleberry Finn, y se preguntaba: “Si nosotros no enseñamos Mujercitas, ¿quién lo va a enseñar?”.

Seis

Si avanzamos rápidamente hasta la segunda mitad del siglo XX, vemos que las suposiciones acerca de qué libros desean leer los niños y las niñas, se han solidificado a tal extremo que los libros escritos para varones predominan en la industria editorial y en los programas escolares.  A pesar de que el movimiento femenino tuvo un impacto positivo en el mundo editorial y de que se han publicado muchos más libros con protagonistas femeninas activas, el progreso ha beneficiado a las niñas lectoras pero no a los varones. En la actualidad, el mundo editorial y el mundo de la lectura permanecen segregados, en gran medida, en términos de género. Cualquier libro que incluya una protagonista femenina se considera un libro para niñas, a pesar de que hoy la mayoría de estos libros tiene poco que ver con inculcar supuestos comportamientos femeninos, sumisos y apropiados.

Siete

En el imaginario popular, la idea de un varón leyendo Mujercitas es cómica, como lo demuestran las referencias humorísticas que se han hecho en la televisión acerca de la novela. En Porridge, una comedia de la BBC muy popular en los años setenta ambientada en una prisión, Fletcher vende a otro preso una copia de Mujercitas, convenciéndolo de que es un “clásicoerótico” sobre “mujeres pigmeas hambrientas de sexo” en el sur de Malasia. En un episodio de Friends de 1997, Joey lo lee por una apuesta. Después de que Rachel abre el congelador y descubre El resplandor, el libro favorito de Joey -que esconde ahí cuando se asusta-, ella le dice que lo leerá si él también lee su libro favorito, Mujercitas. El episodio termina mostrando a Rachel guardando Mujercitas en el congelador porque Joey se asusta cuando se entera de que Beth va a morir. En un episodio de Los Simpson de 2011, Bart Simpson también lee Mujercitas cuando le piden que le lea a Lisa un cuento antes de dormir. Cuando se traba con las palabras, Lisa le enseña a leer. Después, mientras está absorto en el libro, lo enfrentan unos matones en la escuela. Uno de ellos pregunta a Bart de manera maliciosa: “¿No te diste cuenta de que ‘mujercitas’ es otra forma de decir ‘niñas’?”. Lo obligan a leerlo en voz alta y, al final, quedan atrapados con la historia. Finalmente, en un episodio de Girls de 2013, Ray, un personaje conocido por su falta de ambición (masculina), trata de que Hannah le devuelva su ejemplar de Mujercitas. Su madrina se lo había regalado y había escrito en la parte de atrás del libro un consejo que él necesita con urgencia.


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