Cinco propuestas para transformar los sistemas actuales para producir alimentos más nutritivos que provoquen un impacto medioambiental menor. Clave es cambiar la cría de ganado, el cultivo de alimentos y el reciclaje de aguas residuales.
Estar en deuda con la naturaleza es peligroso, porque cuando las reservas de agua se agoten y no queden ni aire limpio ni tierra cultivable, no dispondremos de un segundo planeta que nos facilite estos recursos. Pero ese es el escenario al que ahora mismo nos dirigimos.
El 1 de agosto de 2018 tuvo lugar un suceso anual conocido como el “Día de la Deuda Ecológica”. Ese día señala la fecha en que ya se han consumido más recursos de los que el planeta puede generar a lo largo de un año. La de este 2018 es la fecha más temprana en la que se ha señalado.
Uno de los aspectos que más presión ejerce sobre las limitaciones del planeta es nuestro sistema alimentario. Este representa la forma en la que la humanidad cultiva, produce, transporta y consume alimentos. La forma en la que estas actividades se llevan a cabo hoy favorecen el cambio climático y la deforestación. Está disminuyendo las reservas de agua dulce y la biodiversidad.
Debemos transformar los sistemas alimentarios actuales para producir alimentos más nutritivos que provoquen un impacto medioambiental menor. Con este fin ya hay en marcha una serie de iniciativas repartidas por todo el mundo. Aquí presentamos cinco propuestas científicas, relacionadas con la cría de ganado, el cultivo de alimentos y el reciclaje de aguas residuales.
Todas ellas podrían ayudarnos a saldar esta deuda, cada vez mayor, que tenemos con el planeta.
Medidas inteligentes
Reducir las emisiones animales: Después del sector energético y del transporte, el sistema alimentario constituye uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero. Es responsable de alrededor de una cuarta parte de las emisiones totales.
La cría de ganado para producir carne y lácteos supone un 14,5%, debido al gas metano que expulsan los animales.
Una investigación impulsada por el Instituto Internacional de Investigaciones Agropecuarias trabaja en Brasil y Uruguay en la identificación de vacas que produzcan menores emisiones de metano.
Una vez identificadas, se podrán criar y reproducir de forma natural. Se espera que esta medida reduzca las emisiones asociadas a la ganadería entre un 5 y un 20%.
Recuperar alimentos olvidados: El 75% de los alimentos producidos en el mundo procede solo de doce tipos de cultivo y cinco especies animales. Se estima que unas 940 especies de plantas cultivadas están en peligro de extinción.
Existen multitud de alimentos olvidados que son resistentes a los cambios del clima, cargados de nutrientes y que podrían producirse de forma sostenible. La berenjena africana es de color rojo o anaranjado y tiene unas hojas extremadamente ricas en calcio, hierro y betacaroteno (que el cuerpo transforma en vitamina A).
Resulta lógico estudiar estos tesoros nutricionales abandonados con la misión de suplir la demanda mundial de alimentos. Científicos del Consorcio Africano de Cultivos Huérfanos, organizado por el Centro Agroforestal Mundial, emplean técnicas de hibridación con cultivos infrautilizados para mejorar su resiliencia y calidad nutricional.
Agricultura de precisión: El nitrógeno, el fósforo y el potasio son nutrientes esenciales para el crecimiento de los cultivos alimenticios. El abuso de estos fertilizantes empieza a superar la cantidad máxima de sustancias químicas que la naturaleza puede asimilar.
Un estudio llevado a cabo por el Programa de Investigación de CGIAR en Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria en un área de cultivo de trigo localizada en México ha demostrado que una aplicación más precisa de nitrógeno disminuye significativamente las emisiones y vertidos asociados a su uso. Todo ello sin afectar a las cosechas.
Algunos investigadores estudian y promueven prácticas responsables para ayudar a los agricultores a emplear los fertilizantes de una forma más eficiente. Para ello analizan la cantidad de nitrógeno presente en el suelo y el clima. Han probado sensores portátiles capaces de calcular el nitrógeno que necesitan las plantas, lo que pueden indicar a los agricultores la cantidad óptima de fertilizante que deben emplear.
En 2017 y 2018, agricultores mexicanos del Valle de Yaqui ya usaron dispositivos con sensores similares acoplados en drones para obtener recomendaciones sobre las necesidades de fertilizante de más de 400 hectáreas de cultivos de trigo.
Controlar la deforestación desde el cielo: Se estima que la agricultura fue, entre 2000 y 2010, responsable del 80% de la deforestación mundial.
La producción de aceite de palma, que se emplea en infinidad de productos, desde el pan hasta el helado, es uno de los principales causantes de la deforestación. Los agricultores de los países productores destruyen bosques constantemente para plantar palmas de aceite.
El Centro para la Investigación Forestal Internacional ha elaborado un mapa que permite el control de prácticas no sostenibles. Este cuenta con una herramienta, conocida como “Atlas de Borneo”, que muestra, a través de imágenes por satélite actualizadas con regularidad, el impacto que tienen las 467 plantaciones extractoras de aceite de palma de la isla en las áreas forestales cercanas. También cualquier indicio de expansión de las plantaciones existentes.
El objetivo es que esta mayor transparencia promueva la eliminación de prácticas no sostenibles en las cadenas de abastecimiento por parte de las compañías.
Reciclar aguas residuales: Alrededor de un 84% del agua dulce del mundo se destina a la agricultura. Se espera que para 2030 la demanda agraria de agua será superior a la cantidad de agua disponible, dejando totalmente desabastecida la demanda para uso doméstico.
Más de la mitad del agua dulce del mundo acaba convertida en residuos inutilizables. Por este motivo, el Instituto Internacional de Gestión del Agua ha estudiado hasta 24 propuestas para la reutilización de aguas residuales de manera que esta resulte rentable.
En Bangladesh, por ejemplo, el agua residual de un complejo hospitalario, que normalmente habría acabado vertida en un río cercano, ha sido reutilizada en la producción de alimentos ricos en proteínas para la cría de peces.
Los beneficios de la venta de estos peces rápidamente superaron los costes del proceso, de manera que la propuesta comportó ventajas tanto a nivel económico como de seguridad alimentaria para la zona.
Saldar nuestra deuda
La naturaleza es implacable, como el cobrador del frac. Pero como reflejan estos proyectos, y otros tantos gestionados por científicos de todo el mundo, la humanidad no está perdida. Todavía nos quedan muchas opciones por explorar para conseguir un sistema alimentario más sostenible y saldar nuestra deuda con el planeta.
Elwyn Grainger-Jones, Director Ejecutivo de el Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR)