Seis años atrás, cuando Yael Crupnicoff tenía 12, su pasión por las obras de teatro musicales la llevó a abrir una cuenta en Instagram dedicada al tema. En esa red social “había una comunidad enorme con la que compartía creaciones artísticas basadas en los musicales, jugaba juegos y discutía novedades del mundo del teatro. Por años interactué con jóvenes de todo el mundo. Pero con algunas chicas con las que hablábamos seguido creamos un grupo en Kik, una red de mensajería que funciona parecido a WhatsApp, y por mucho tiempo ellas fueron muy cercanas, tanto como mis amigas de la escuela”, cuenta Yael, que estudia y vive en CABA.
Hoy, ninguna de ellas conserva esa cuenta de musicales en Instagram y el grupo en Kik se disolvió. Pero Yael mantiene contacto con la mayoría, y una en particular, que vive en Estados Unidos y con la que se encontró dos veces personalmente, es una de sus mejores amigas.
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Ignacio Bahntje tiene 16 años y a gran parte de los últimos amigos que hizo los conoció en la escuela u otras actividades que realiza en la ciudad donde vive y estudia: Ushuaia, Tierra del Fuego. Pero a algunos los conoció por la música que hace y sube a las redes. “La mayoría de ellos me dejó un comentario en Instagram o en Youtube sobre mis temas y de ahí se entabló una conversación que con el tiempo se transformó en amistad. Todos son de Buenos Aires o Córdoba, lejitos”, dice Ignacio.
Para él hay diferencia entre los amigos que conoce personalmente y los virtuales: “Es más difícil llegar a temas más personales o más íntimos en una charla por chat y siento que no está la naturalidad de sacar charlas en el momento, se puede pensar más qué decir”.
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Desde Pilar, Buenos Aires, María sostiene que no tiene nada en contra de las amistades virtuales, pero no se ve siendo amiga virtual de nadie. “No es lo mismo compartir un mate con alguien que está sentado al lado tuyo, que hablar por una videollamada cada vez que necesitas explicar o charlar de algo. Para mí, una amistad se da cuando podés hablar con la otra persona de cualquier cosa sin miedo a qué te va a responder, o cómo le va a caer lo que le decís”, explica María, de 17 años.
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Los relatos de Yael, Ignacio y María confirman lo que Eva Da Porta, docente e investigadora de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba —desde donde también trabaja la relación de los jóvenes con la tecnología y la sociabilidad—, sostiene desde sus estudios: “Cuando hablamos sobre cómo se relacionan les jóvenes no se puede generalizar”.
Es más, para Da Porta, “es contraproducente pensarlos como un colectivo social, porque hay distintos grupos: hay quienes todas sus relaciones de amistad giran alrededor de un tema (cómics, música, juegos), hay quienes no pertenecen a ningún grupo específico y se relacionan con personas de diferentes grupos y hay quienes pertenecen a un grupo específico, pero también se relacionan por fuera de él. A su vez, dentro de esos grupos hay distintos estilos de relacionarse, que tienen que ver con la personalidad de cada uno”.
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Hubo un tiempo en que casi todas las amistades nacían en la presencialidad y se podían sostener a la distancia, vía cartas o llamados telefónicos. En la actualidad, en medio de una cultura globalizada que interpela constantemente, las relaciones no tienen un recorrido lineal y responden más a intereses y personalidades que a cercanía física.
Esto, explica Da Porta, “tiene que ver con el modo en que habitamos el mundo, un mundo donde se ampliaron los horizontes. Es decir, ahora son muchos más que antes los mundos posibles que realmente podemos habitar”.
Precisamente fue en una charla entre RED/ACCIÓN, miembros del equipo de Clubes Ted-Ed (una iniciativa educativa que busca que las ideas de los adolescentes y jóvenes sean escuchadas) y adolescentes participantes de Clubes que surgió la idea de esta nota. Ante la propuesta a los chicos y las chicas de pensar qué cosas hoy eran diferentes a como las habían vivido sus padres durante la adolescencia, fue que apareció este tema: las formas en las que se relacionaban y hacían amigos.
Desde RED/ACCIÓN decidimos trabajar junto con ellos para hacer las entrevistas e invitamos a nuestra comunidad a que nos dejara su testimonios en las redes. Y una vez que reunimos varios de ellos, se los enviamos a Eva Da Porta, quien los leyó y nos ayudó a contextualizarlos. Durante toda la cobertura los y las adolescentes fueron enriqueciendo el informe con comentarios y aportes.
Amigos virtuales: cuánto se los conoce
Apenas comenzamos, Yael nos compartió la Charla TED que Micaela Amore dio en 2019 sobre cómo las redes sociales cambiaron la forma en la que se puede conocer a otros.
En la charla, Micaela introduce un tema sobre el que muchos/as adolescentes hablaron en sus entrevistas: cuánto se puede conocer a otra persona a través de las redes sociales. “Es verdad que uno en las redes elige lo que quiere mostrar y que no porque esté ahí es 100% real. Pero aún así, pienso que lo que uno elige publicar también muestra cómo es y lo que quiere ser”, explica Micaela.
En ese sentido, Da Porta destaca: “Modificar la imagen de uno es muy seductor para cualquiera y más aún para quien está construyendo su identidad, como es el caso de les adolescentes, que en ese modelar —que permiten los medios y las tecnologías—, es como se van reconstruyendo a sí mismos”.
Claro que es un arma de doble filo, aclara la especialista, porque permite explorar distintas maneras de ser pero también, en esa reconstrucción, uno se expone a las miradas de otros. Y con efectos que no siempre se pueden controlar.
En esa línea, los espacios virtuales usados para relacionarse “son también una manera de estar presente, de que otros registren que existo (y esto no solo atraviesa a jóvenes y adolescentes). Quien no participa de un grupo o una red que valora no existe para quienes participan en ella. Hay algo en juego del orden de la existencia, de que me reconozcan y me construyan (sobre todo pares o personas que admiro)”, sostiene Da Porta.
Porque al participar en un grupo está la idea de pertenecer a una comunidad, de participar del debate y del discurso compartido que allí se da.
Miremos si no el recorrido que hizo Sofi Strasorier de la mano de personas conocidas en grupos virtuales.
Sofi vive en Colonia Caroya, Córdoba, tiene 18 años y además de entrevistar a muchos de sus pares que aparecen en la nota, cuenta: “A las personas que conocí virtualmente se me hace difícil considerarlas amigxs, ya que necesitaría para eso conocernos cara a cara y compartir momentos. Sin embargo, algunas relaciones virtuales me marcaron profundamente”.
A finales de 2019, ella se unió a un grupo de WhatsApp que compartía el gusto por la música de David Rees. Allí también empezaron a pasarse sus direcciones de Instagram y a seguirse mutuamente.
Sofi recuerda: “Una de las chicas con las que nos mandábamos mensajes respondiendo historias de Instagram era Meli, que vive en Buenos Aires. Ella, durante el 2020, subió una historia sobre una transmisión de Clubes Ted, la cual yo también estaba mirando. Me llamó la atención y me dieron ganas de participar. Meli me ayudó con la inscripción de mi colegio a Clubes y tuvimos una experiencia que disfrutamos mucho”.
Hace unas semanas fue Meli de nuevo la que la invitó a participar del primer encuentro con RED/ACCIÓN (aquel en el que salió el tema de esta nota).“No nos conocemos personalmente pero en cierto punto algo nos une”, dice Sofi.
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Con quién compartir y qué compartir
El acceso a las redes y al mundo que ofrece Internet amplía los vínculos de vida. Para Da Porta: “Ahora, adolescentes y jóvenes saben que hay distintos tipos de amigues pero no es lo virtual o presencial lo que les diferencia, si no lo que pueden compartir con cada uno de elles. Si a un/a chico/a le gusta compartir información o creaciones relacionadas a cómics, música, juegos y eso es muy fuerte en su identidad es probable que sus amigues más cercanos estén relacionados con ese tema, sin importar si esas relaciones son virtuales o presenciales”.
Renzo Díaz, como Sofi, vive en Colonia Caroya. Él cuenta que conoció a “una banda de amigos y amigas por Instagram o aplicaciones para conocer gente como Hoop o Yubo”. Así, tiene una amiga tucumana que lo considera su mejor amigo, otra en España con la que charla por WhatsApp y una en Texas, Estados Unidos. Y hace unos días se hizo amigo de un chico colombiano y otro venezolano, por medio de la Play online.
Renzo, que tiene 17 años, detalla que con sus amigos de la presencialidad habla de las cosas que luego hacen: verse, ir al gimnasio o a la plaza, salir a andar en bicicleta, ir al cine. Mientras que con los de la virtualidad se preguntan cómo les fue en el colegio o qué hicieron ese día. Y aclara: “También tengo amigos exclusivamente para jugar a la Play”.
Sebastián Rodriguez Enrique es de Campana, Buenos Aires, también tiene 17 años y disiente con Renzo: “Creo que para considerar a alguien tu amigo tenés que saber algo más que su nombre, edad y escuela. Un amigo es esa persona en la que podés depositar tu confianza y contar con que va a estar ahí en los buenos y malos momentos. No creo que se pueda clasificar a alguien como amigo por cosas tan superficiales como compartir gustos por la música, videojuegos, deportes. Este tipo de gustos son comunes a muchas personas y no por eso vamos a ser amigos de todas ellas”.
Amistades virtuales para todas y todos
Ahora, si bien adolescentes y jóvenes son los más atravesados por la virtualidad a la hora de hacer amigos, estas nuevas formas de relacionarse también permean en personas adultas.
Eugenia Gallo Bianco vive en Pilar (Buenos Aires), tiene 35 años y es miembro co-responsable de RED/ACCIÓN. Ella cuenta que tiene compañeras en el trabajo que se incorporaron durante la pandemia, de modo virtual, y después de casi un año: “Somos re amigas por chat... pero ¿y la cara? ?”. También siente que hay diferencia entre las amistades que se conocen personalmente y las virtuales. “Con Juan, un amigo al que conocí pocos días antes de la pandemia y que vi solo seis veces, sentimos que conocemos mucho el interior del otro y poco de su cotidianeidad, gestos, formas de ser auténticas”.
Tras enterarse por las redes sociales que estábamos trabajando esta nota, Sol Porto —que es de Lomas de Zamora, Buenos Aires— nos compartió vía mail una reflexión que suele hacer con su grupo de amigas —5 en total, de entre 27 y 45 años, que se conocieron de grandes—.
“Logramos empatizar y apoyarnos mucho más entre nosotras que con amigas de toda la vida. Nos unió la danza, nos conocimos en un estudio a donde vamos a desconectar de nuestras rutinas”, dice Sol. Y trae de nuevo el tema de gustos compartidos, que son el punto de partida para posibles amistades. Por supuesto, el grupo de amigas de Sol hizo zoompleaños durante el aislamiento impuesto por la pandemia y sostuvo la relación de modo virtual.
Acá es importante aclarar que antes de la pandemia adolescentes y jóvenes “ya interactuaban de modo virtual con sus amigues (y esta sí, tal vez es una diferencia con les adultes). Se reunían pero cada uno conectado por las redes sociales con otros. El vínculo presencial y virtual de manera sincrónica son prácticas previas a la pandemia. La capacidad de habitar varios espacios y estar con varias personas al mismo tiempo es algo que adolescentes y jóvenes ya habían explorado”, cierra Da Porta.
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