¡Buenos días! Leo Messi publicó un video disculpándose por haber viajado a Arabia Saudita, de donde es embajador turístico, cuando debía estar en un entrenamiento del PSG. Un gesto de humildad y pragmatismo en su etapa final con el club de París.
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Mea culpa. Primer acto: los hinchas del Paris Saint Germain abuchean a Leo Messi un día sí y otro también. Segundo acto: Messi levanta la Copa del Mundo en Qatar después de jugar al fútbol como un extraterrestre. Tercer acto: siguen los abucheos. Cuarto acto: Jorge, el papá de Leo, confirma que su hijo no va a seguir en el PSG la próxima temporada. Quinto acto: Leo y Antonella ponen bermudas, remeras y zapatillas en los bolsos Louis Vuitton y parten para Arabia Saudita con sus tres hijos. Sexto acto: el PSG sanciona a Messi con 15 días de suspensión sin goce de sueldo por no haber ido a un entrenamiento. Séptimo acto: Leo publica un video en el que pide perdón por el faltazo. ¿Cómo se llama la obra? Últimos roces antes del divorcio.
El lenguaje no verbal de Messi en el video inspira ternura. Con estética de foto carnet, Leo empieza con un resoplido, como un chico al que obligan a disculparse, mientras se balancea de un lado al otro sobre sus piernas. Parece incómodo. Esconde los labios varias veces, con un gesto que los expertos en lenguaje corporal asocian con el esfuerzo por guardarse algo que no quiere decir (¿su desacuerdo con tener que disculparse?). Y una rareza: no se toca la cara nunca. Él, que canaliza la ansiedad en cualquier entrevista tocándose la cara varias veces, esta vez no lo hace. No se le ven las manos. Es más: la rigidez de los brazos hace sospechar que —algo desafiante— las tiene en los bolsillos. Confirmado: es humano.
Aunque su cuerpo quizá exprese otra cosa, Messi cumple. El guión, breve y algo imperfecto, aunque efectivo, dice así:
- La apertura. “Hola, bueno. Quería hacer este video después de todo lo que está pasando. Antes que nada les quiero pedir perdón, obviamente, a mis compañeros y al club”. Directo, sin vueltas, así no hay dudas sobre qué quiso decir. Disculpas, primero a las personas y después a la institución. Buen comienzo.
- La explicación (o excusa). “Sinceramente, pensé que tendríamos libre después del partido como venía pasando en las semanas anteriores…”. Hasta acá, sin mayor problema, si no fuera porque el “sinceramente” inicial es redundante, sospechoso. Siembra la duda en los suspicaces.
- El error. “Y ya tenía programado este viaje a Arabia, el cual había cancelado anteriormente y este no pude”. No aclare que oscurece, dicen en el campo. Antes había dicho que se fue porque creía que tenía libre. Con eso bastaba. Ahora que no pudo cancelar el viaje. Interpretación posible: quería irme, así que me fui nomás. Innecesario.
- El remate. “Vuelvo a repetir: pedir perdón por lo que hice y estoy a la espera de lo que el club decida. Nada más. Un abrazo”. Impecable: subordinación y valor. No desafío, no peleo. Metí la pata, me disculpo y aguanto la pena que me toque. Un señor.
No había terminado la semana y Messi cosechaba un premio más en su carrera: el Laureus al Mejor Deportista de 2022, por su desempeño estelar en la Copa del Mundo. Feliz, subió al escenario, se emocionó y se acordó las alegrías y las penas que lo trajeron hasta acá. Dio vuelta de página y sigue adelante.
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Tres preguntas a Sarah Montana. Es una narradora profesional y guionista de obras para televisión y teatro estadounidense. Cobró notoriedad por el modo en que contó al mundo cómo perdonó a la persona que asesinó a su madre y a su hermano.
—¿Cuál fue el hecho que te movió a pensar tanto en el perdón?
—En el verano de 2016 hice algo importante: dejé mi trabajo en un fondo de inversión para escribir una obra de teatro sobre el asesinato de mi familia. Les dije a mis amigos que era un tema artístico, pero en realidad estaba en una búsqueda espiritual. Estaba intentando resolver una relación con una persona a la que apenas conocía: el chico que mató a mi madre y a mi hermano. Era el hermano menor de una amiga mía y vivía en nuestro barrio. Lo había visto muchas veces y mamá lo saludaba siempre y decía: “Está pasando por un momento difícil”. Consumía drogas. Entró en nuestra casa un par de días antes de Navidad buscando algo para robar, con el fin de poder venderlo para hacerse de efectivo. Cuando mi hermano Jim, que dormía en el sofá, lo vio, este chico se asustó, le disparó y se fue. Después se dio cuenta de que se había olvidado su abrigo, así que volvió y vio a mi madre llorando y la mató también porque “no paraba de gritar”, según sus propias palabras. Ahora tiene cadena perpetua en una cárcel del sudoeste de Virginia.
—¿Cómo evolucionó esa experiencia?
—En los siguientes siete años traté de no odiarlo, pero se convirtió en algo extraño, en una especie de no-persona para mí. Era la encarnación del mal, no un chico de 17 años, o lo que es ahora: un hombre de 24. Tenía fragmentos sueltos sobre quién era, y eso me movió a buscar en Google sobre él. Me impactó saber que dos tercios de los prisioneros de esa cárcel pasaban 23 horas al día en aislamiento total en celdas minúsculas con muy poca luz. Las condiciones eran tan malas que en el 2012 todos los presos hicieron una huelga de hambre. A medida que iba enterándome de las violaciones repetidas a los derechos humanos en esa cárcel, quien mató a mi familia se fue convirtiendo de a poco en una persona real para mí. Cuando me lo imaginaba herido, con hambre y llorando en esa celda obscura, me resultó enormemente doloroso, y me di cuenta de que estábamos conectados, y que el trauma que me dejó al matar a mi familia, seguía ahí.
—¿Cuál fue tu descubrimiento personal sobre el perdón?
—Después de analizar todas las opciones, me di cuenta de que la única manera de seguir adelante era perdonándolo. Yo creía que ya lo había hecho, y es lo que les decía a mis amigos, pero evidentemente no era así. Si necesitaba escribir esa obra de teatro era porque todavía no lo había perdonado del todo. Busqué cómo perdonar en la teología, la psicología, la medicina… y no aparecía la respuesta. Todos te dicen que hay que hacerlo, pero nadie te dice cómo. Pero esa es la pregunta incorrecta. La salida está en preguntarse por qué perdonar. A veces se piensa que perdonar te hace bueno automáticamente, y eso te va a hacer sentir bien. O que perdonar cura las heridas. Son buenas razones, pero insuficientes. Y egoístas. Hay que perdonar para liberar y liberarse. Es decir: sé lo que hiciste, sé que está mal, pero reconozco que sos más que esa acción, y no voy a mantenernos atrapados en esa jaula para siempre. La venganza no libera. Al contrario: es una cárcel, te une para siempre a tu enemigo. Perdonar es el único camino a la libertad.
Las tres preguntas a Sarah Montana se tomaron de la presentación “The Real Risk of Forgiveness – And Why It’s Worth It”, dada en el contexto de TEDxLincolnSquare. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.
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Voces. ChatGPT generó todo tipo de reflexiones. Un aspecto especialmente inquietante para los profesionales de la comunicación es que esta nueva tecnología se apropió de la palabra. Es lo que propone Christian Silveri en este artículo que analiza las potencialidades y los límites del algoritmo y se plantea con agudeza que “se equivoca, pero no como lo haría cualquier persona: puede afirmar rotundamente algo absurdo. Porque no busca la verdad. No le importa el bien común”. La dimensión ética de la comunicación y de cualquier actividad verdaderamente humana aflora una vez más como oportunidad. Si la sabemos aprovechar.
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Academia. En todo el mundo, las mujeres ocupan la mayor cantidad de posiciones en relaciones públicas y comunicaciones. Esta buena noticia tiene su contracara: la feminización de esta profesión incluye prejuicios sobre un supuesto trabajo soft en el que lo importante es ser sexy y simpática, desventaja salarial respecto de otras profesiones y una potencial reducción de reserva de talento. Este libro editado por Ana Adi y Edna Ayme-Yahil, ya recomendado en otra ocasión, describe algunos de los principales prejuicios sobre la profesión y propone algunas maneras posibles de superarlos. 16 capítulos con colaboradores de 10 países de 4 continentes. Un camino para hacer de las relaciones públicas una profesión más ética e inclusiva. Mejor.
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- Edelman mantiene abierta la búsqueda para la posición de Brand Strategy Director.
- Novo Nordisk abrió la búsqueda de un/una Internal Communication & Change Management Manager.
Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a comms@redaccion.com.ar
¡Hasta el próximo miércoles!
Juan
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