Cada 6 de mayo es el Día Internacional Sin Dietas, una jornada de concientización que impulsó la activista feminista británica Mary Evans Young en la década del 90 con el fin de poner en tela de juicio las dietas extremadamente restrictivas, los parámetros que señalan que hay un “cuerpo correcto” y erradicar la discriminación por el tipo de cuerpo o el peso.
“Las dietas restrictivas que prometen ‘magia’, como bajar muchos kilos en poco tiempo sin recuperarlos, no sirven, porque son insostenibles en el tiempo”, advierte Agustina Murcho, nutricionista y especialista en trastornos alimentarios.
—¿Por qué decís que este tipo de dietas no funcionan?
—Por varias razones. Por un lado, se basan en la restricción calórica prolongada y abrupta, y esto conduce a una sensación de hambre constante y la hace insostenible. Si se quiere bajar de peso, la reducción de calorías debe hacerse de a poco. Por otro lado, las dietas tienen fechas de caducidad, un principio y un fin. Por eso, una vez que las dejamos volvemos a recuperar peso y antiguos hábitos alimenticios. Las dietas no enseñan a mejorar nuestro estilo de vida y hacer cambios sostenibles en la forma en la que comemos y nos ejercitamos físicamente, que es otro pilar.
—Entonces, ¿es un hábito malo cuidar las porciones, conocer sobre calorías o macronutrientes y en función de eso elegir comidas y cantidades?
—Cuidar porciones no es malo, al contrario, es lo que se recomienda, pero tienen que ser porciones razonables para cada uno. Lo que no es bueno es contar calorías y macronutrientes, ya que podemos obsesionarnos. Por eso es importante consultar con nutricionistas que hagan educación alimentaria y te enseñen a medir porciones que sean recomendables según cada persona. En lugar de contar calorías o macronutrientes, un buen recurso es registrar lo que se come mediante fotos de los platos.
—¿Cómo se encuentra el equilibrio entre una dieta restrictiva y una alimentación desordenada o con excesos?
—En general la dieta restrictiva lleva a desordenarnos y a tener excesos. Por eso es clave trabajar con un profesional para que nuestra alimentación tenga los nutrientes necesarios, sin sacar nada, adecuándose a gustos y requerimientos de cada persona, haciéndole ver que se puede comer rico y sano, y legalizar el placer, no prohibir aquello que tanto nos gusta. También es necesario entender por qué comemos, y que no solamente existe el hambre real, sino que también comemos por emociones y placer. Pero de esto último nunca se habla.
—¿Por qué no se habla de eso?
—No hay formación ni capacitación en salud mental ni en la conducta de ingestión humana, ya que para muchos profesionales es más fácil dar una dieta a tener la paciencia que hay que tener para tratar esto como se debe. Además, hay profesionales que prometen milagros en relación al descenso de peso porque saben que así tendrán más visitas a su consultorio.
—¿Qué rol juegan los productos ultraprocesados en las dietas? Porque por un lado, es restrictivo "eliminarlos", pero es difícil comerlos "con moderación"…
—Es difícil moderar su consumo, justamente, porque se prohíben. La persona que nunca hizo dieta y no conoce la restricción, en general no tiene inconvenientes. Quien, sí experimentó una restricción y ve eso como prohibido, lo va a desear más. Un cerebro que experimentó restricciones, va a querer aún más esos alimentos. A quien nunca se le prohibió un alimento, puede frenar cuando lo decida, por más que haya algún exceso. Este tipo de personas son las que pueden dejar comida en el plato (por ejemplo, tres papas fritas). Las personas que sí se han restringido no pueden dejar nada, porque su cerebro lo va a querer para “cuando no haya” de nuevo. Hay que hacerles entender que no es la última vez. La alimentación debe ser equilibrada, que predominen los alimentos saludables, pero no prohibiendo lo que nos gusta, porque también comemos por placer.
—¿Pueden las dietas restrictivas inducir trastornos alimentarios?
—Las dietas pueden ser peligrosas para personas que son vulnerables a desarrollar un trastorno alimentario porque pueden desencadenar o empeorar los síntomas de trastornos alimentarios existentes, así como aumentar el riesgo de desarrollar un trastorno alimentario. Las personas con trastornos alimentarios a menudo se sienten atraídas por las dietas restrictivas como una forma de controlar su peso y su cuerpo. Además, las dietas pueden ser desencadenantes para personas con trastornos alimentarios latentes o subclínicos. En muchos de estos casos, debemos tratar el tema no solo con un profesional de la nutrición, sino también con psicólogos especializados en el tema, porque la comida y las emociones van de la mano.