El negacionismo del presidente del Banco Mundial le valió dejar el cargo antes de tiempo. La juventud climática global se movilizó el viernes con un reclamo centrado en el financiamiento. Las presiones por una transformación de la arquitectura financiera internacional se hacen sentir. ¿Será ello posible?
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"Hubo un apagón masivo en varias provincias de Argentina, deberías cambiar el tema que tenías previsto para la edición de PLANETA". Fue lo primero que me dije el miércoles pasado en la noche cuando afortunadamente ya tenía electricidad en mi hogar, pero aún chequeaba que el servicio se le restableciera a familiares y amigos. Ya hace varias semanas que quería retomar el tema de financiamiento climático por algunos hechos relevantes que habían ocurrido y ahora un corte masivo dejaba al 37% de la demanda de energía de Argentina sin servicio. Tenía que cambiar de tema. ¿O en verdad no?
"Fue culpa de un incendio". "Fue culpa de una falla en una central". "Fue todo un sabotaje". Los análisis o casi deliberaciones sobre las causas del apagón no tardaron en llegar. Eran totalmente distintos entre sí, pero todos tenían algo en común: se planteaban como causas absolutas, como si sólo hubiera una causa que ocasionó el corte que afectó a tantas personas. Y hay algo que aprendimos a la hora de conversar sobre temas ambientales: su complejidad radica en la multiplicidad de causas que los explican y también de las acciones que requieren. Ello también aplica al apagón.
Aún cuando la investigación sobre el incendio está en curso, aún cuando se analice la respuesta de las empresas para responder al corte, hay algo que el apagón evidencia: la falta de inversión para fortalecer a un sistema energético (con combustibles fósiles incluidos por el momento) que debe responder a temperaturas cada vez más extremas y a las olas de calor cada vez más intensas y duraderas intensificadas por el cambio climático.
Escribo estas palabras mientras en mi país atravesamos la novena ola de calor de la temporada de verano. ¿Recuerdan que hace poco les decía que el promedio de la década era de entre cuatro y cinco eventos de olas de calor por temporada? Bueno, ya parece haber quedado vieja esa octava ola de calor durante mi cumpleaños. La novena no tardó en llegar y lo hizo con más fuerza y duración. El domingo mi mamá me decía que esta semana iba a limpiar la pileta de lona y guardarla. "Mmm, yo que vos no lo haría", le sugerí y agregué ante su rostro interrogante: "No creo que esto termine con este calor".
La pileta de lona es para mi mamá una de sus mayores medidas de adaptación a las altas temperaturas. La disfruta como nadie en la familia. Es su recuperarse de un calor cada vez más insoportable que, encima, a ciertas edades se sufre más. Ha invertido en mejorarla, en un filtro para limpiarla, en dedicarle tiempo a mantenerla. ¿Estamos haciendo lo mismo que ella a nivel macro para responder a veranos más calientes?
La inversión que se necesita en el fortalecimiento de los sistemas base de nuestras actividades nos lleva a la columna vertebral de la política climática internacional: el financiamiento. Realizar los cambios drásticos que urge la ciencia para actuar ante el cambio climático implica dinero y a algunos países no les sobra, por el contrario, están endeudados. A ellos deberían ayudarlos los países con bolsillos más abultados que coinciden con ser los que más contribuyen y/o han contribuido al problema.
Hoy el problema no es sólo que los compromisos de ayuda financiera no se cumplen sino que encima estamos bajo un sistema internacional y, debajo de él, múltiples sistemas nacionales que siguen privilegiando movilizar sus billetes a un destino común: los combustibles fósiles.
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"Terminar con el financiamiento fósil". Éste fue el reclamo que movilizó a jóvenes de todo el mundo a salir a las calles el pasado viernes 3 de marzo. En una nueva huelga global climática, el activismo alzó su voz pidiendo a los tomadores de decisión en el sector público y privado que dejen de financiar proyectos de combustibles fósiles.
"Invertir en proyectos de combustibles fósiles no sólo es totalmente incompatible con el Acuerdo de París y el derecho internacional, sino que también es un acto criminal con horribles consecuencias. Cada dólar utilizado para la financiación de combustibles fósiles es un dólar manchado de sangre que contribuye al ecocidio, a la muerte de miles de seres humanos y a la destrucción de nuestra casa común y de las especies que viven con nosotros en un planeta que no nos pertenece", argumentaba en la convocatoria la organización Friday's For Future.
El reclamo del activismo tiene su sustento en los datos. Según un reporte de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en Inglés), en 2022 los subsidios al consumo mundial de combustibles fósiles alcanzaron una cifra récord de 1 billón de dólares (sí billón en español, no es que me confundí en la traducción), duplicando la cifra del 2021. Y creo que es obvio que la tendencia tiene que ser a la baja y no a la suba. Así lo explica la propia Agencia: "La eliminación progresiva de los subsidios a los combustibles fósiles es un ingrediente fundamental para las transiciones exitosas hacia energía limpia".
De hecho, recordemos que el Pacto Climático de Glasgow de fines de 2021 mencionaba la eliminación progresiva de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles. Algo que se vivió con euforia, ya que por primera vez se usaban esas palabras en el texto de una COP. Algo que, vemos ahora, no tuvo siquiera pequeños pasos de empezar a ocurrir. Sí, todavía nos estamos preguntando qué es un subsidio ineficiente.
El reclamo de los jóvenes llegó el viernes luego de meses en los que habían alzado las voces por un tema diferente, pero no ajeno al financiamiento: pedir la renuncia del director del Banco Mundial.
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21 de septiembre de 2022. Nueva York, Estados Unidos. Evento del New York Times. Ocurre esto.
—Periodista: Quiero darle una oportunidad más para abordar directamente la afirmación del exvicepresidente (de Estados Unidos) Al Gore, que dijo en este escenario que usted es un negacionista climático. Sus palabras.
—David Malpass, presidente del Banco Mundial: Muy extraño. Nunca lo conocí. Él no está involucrado en los esfuerzos que estamos haciendo. Puede presentarse como una persona climática. No sé qué impacto está teniendo eso.
—Periodista: Está bien. Intentaré ser tan claro como pueda. ¿Acepta el consenso científico de que la quema de combustibles fósiles provocada por el hombre está calentando el planeta rápida y peligrosamente?
—Malpass: No sé. Todo el mundo quiere comentar sobre eso. Lo que estamos haciendo es tener proyectos con impacto que...
—Periodista: ¿Responderá a la pregunta?
—Malpass: Tenemos la misión de un Banco Mundial que sea poderoso.
—Periodista: ¿Responderá a la pregunta?
—Malpass: Ni siquiera lo sé. No soy un científico y esa no es una pregunta que pueda formular Al Gore. No sé por qué se queda en el escenario. Lo que tenemos que hacer es avanzar más con proyectos con impacto.
—Periodista: Vamos a seguir adelante, pero eso fue lo más cercano a una respuesta que creo que vamos a obtener.
Nadie hablaba de otra cosa ese día en Nueva York, aún en los pasillos de Naciones Unidas entre presidentes donde me encontraba trabajando. Pero el impacto trascendió a la ciudad que nunca duerme. Rápidamente estalló a nivel mundial. El presidente del Banco Mundial —que había sido elegido en 2019 para el cargo por el tampoco amigable con la ciencia climática y por entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump— no parecía comprender ni aceptar la causalidad humana del cambio climático. Más aún, no reconocía al sector dominante responsable del problema, ese mismo que el organismo que lidera aún sigue apoyando con sus billetes.
Pues si bien es cierto que el Banco Mundial tiene toda una propuesta de trabajo por la acción climática (ellos mismos se definen como "el mayor financiador multilateral de inversiones climáticas en los países en desarrollo"), también es cierto que continúan apoyando con su dinero al sector que más contribuye al cambio climático.
El reporte de una iniciativa que nuclea a más de 50 organizaciones del mundo, denominado Invertir en desastres climáticos: el financiamiento del Banco Mundial para los combustibles fósiles, evidencia que el Banco Mundial ha gastado directamente 14.800 millones de dólares en apoyo a proyectos y políticas de combustibles fósiles desde que se firmó el Acuerdo de París en 2015.
Para que tengan una referencia, se necesitaría invertir alrededor de 4 billones de dólares por año en energía renovable hasta 2030 para poder alcanzar las cero emisiones netas a 2050. Es decir: mucha plata, desde ahora, desde ayer.
El rol del Banco Mundial en la acción climática fue cuestionado durante los últimos años y más aún desde que un negacionista dirige el organismo. Tras los dichos de Malpass en Nueva York, las reacciones no tardaron en llegar. Organizaciones climáticas y referentes políticos como Al Gore pidieron su renuncia al cargo. La propia Casa Blanca "condenó" a través de su portavoz los dichos de Malpass y enfatizó que esperaban que el Banco Mundial sea un líder mundial en ambición y movilización climática.
La crítica ha sido tal que el pasado 15 de febrero el propio Malpass compartió un comunicado en el que anunciaba que dejaría el cargo a fines de junio próximo, un año antes de lo previsto. No mencionó nada respecto a la acción climática más que hacer referencia a que "el Banco Mundial había alcanzado nuevos récords importantes en los niveles de financiamiento, incluido el financiamiento climático". No dio explicación o causa o argumento alguno sobre la decisión, sólo se animó a decir que "esta es una oportunidad importante y constructiva para que el Banco Mundial fije su rumbo". ¿Será que su rumbo tiene que ser alguien que, basado en ciencia, promueve el cambio de dejar de invertir en combustibles fósiles?
Así lo cree Al Gore, quien lanzó esa provocación en el evento del New York Times: "La humanidad necesita que el director del Banco Mundial reconozca plenamente y responda creativamente al peligro que amenaza a la civilización que representa la crisis climática. Estoy muy feliz de saber que viene un nuevo liderazgo. Este debe ser el primer paso hacia una verdadera reforma que coloque la crisis climática en el centro del trabajo del Banco".
La expectativa es enorme. Ahora bien, redireccionar el dinero hacia donde la acción climática lo necesita no depende —cual solución absoluta— únicamente de la persona que dirige el Banco Mundial...
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"Destaca que la entrega del financiamiento para las energías renovables requerirá una transformación del sistema financiero y sus estructuras y procesos, involucrando a gobiernos, bancos centrales, bancos comerciales, inversores institucionales y otros actores financieros". Esto dice el segundo punto del apartado sobre financiamiento de la decisión de la más reciente conferencia climática, la COP27. Fue la primera vez que en una decisión de la COP se habla de la transformación del sistema financiero. Y los países consensuaron en Sharm El-Sheikh esa primera inclusión que probablemente haya llegado a la arena de las negociaciones para quedarse.
Es que transformar el sistema financiero es lo que más viene resonando una y otra vez no sólo en los espacios de discusión climática sino también por fuera de ellos. Se sabe que el actual sistema no funciona bien. El secretario general de Naciones Unidas António Guterres lo definió recientemente como "un sistema financiero global moralmente en bancarrota que está fallando a los países en desarrollo cuando más lo necesitan".
Los países que menos contribuyen al cambio climático son los que más se ven afectados por sus impactos, a la par que atraviesan deudas financieras, a la par que no pueden quedarse atrás de las transiciones necesarias. Ahora bien, también ellos —o algunos de ellos— puertas adentro siguen muy casados con los combustibles fósiles.
Transformar el sistema financiero con la acción climática como eje transversal no depende de un cambio como solución absoluta, sino de múltiples modificaciones. Todos estos cambios debieran apuntar a facilitar, impulsar, potenciar los siguientes puntos:
? Colocar el dinero sobre la mesa. Los países desarrollados deben cumplir con sus compromisos de movilizar ayuda financiera a los países en desarrollo. Hola a esos 100.000 millones de dólares anuales adeudados.
? Colocar más dinero sobre la mesa. El financiamiento debe ser equilibrado para acciones de reducción de emisiones y de adaptación. Recordemos que la relación entre ambos destinos viene siendo muy desigual en favor de la mitigación.
? Destinar dinero a nuevas necesidades. Avanzar en la puesta en funcionamiento del fondo exclusivo para pérdidas y daños, algo que será de suma utilidad para los países más expuestos a lo peor de la crisis climática.
? Agilizar la llegada del dinero a destino. La burocracia del sistema actual permite algo así como que un financiamiento destinado para prevención ante inundaciones llega a destino una vez que ya están bajo el agua.
? Seleccionar críticamente las acciones a invertir y ser transparentes en el trayecto. Por un lado y en línea con el contenido de esta edición, se debe dejar de invertir en combustibles fósiles. Con ello, hay que ser muy delicados en que no se vendan ciertas cuestiones como "acción climática" para seguir perpetuando el modelo vigente. Lo que quiero decir es que el dinero debiera ir a acelerar la transición hacia las renovables, no hacia proyectos como Vaca Muerta bajo la excusa de "ser un recurso para la transición". Por otro lado, es sumamente importante que los procesos de financiamiento sean más transparentes. No les puedo explicar lo difícil que es rastrear el recorrido del financiamiento climático, es una de mis aventuras paralelas el último tiempo.
? Incorporar nuevos instrumentos financieros. Aquí viene uno de los más populares en algunos discursos presidenciales de la región latinoamericana: el canje de deuda por acción climática. Hemos dedicado toda una edición de PLANETA a las oportunidades y desafíos que supone, por lo que hoy sólo quiero recordar que en un evento sobre el tema en la COP27 una de las oradoras no dudó en decir: "El Banco Mundial no es amigable con los canjes de deuda por acción ante la crisis climática y ecológica". Inesperado.
Me gustaría cerrar este análisis —que nunca termina de cerrarse ni abarcarse por completo— con tres datos de color.
➡️ Sobre la movilización climática del viernes pasado. Las mayores acciones se realizaron en los países que deben aportar dinero para ayudar a otros en la acción climática; en América Latina, por ejemplo, casi ni hubo protestas.
➡️ Sobre la elección del próximo presidente del Banco Mundial. Indagando sobre el proceso, me encontré con que hay una suerte de "pacto de caballeros" por el cual el presidente del Banco Mundial siempre tiene que ser de Estados Unidos y el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional siempre tiene que ser de Europa. Al momento, la presidencia del Banco Mundial no ha estado nunca a cargo de una mujer.
➡️ Sobre la transformación del sistema financiero. Los cambios a realizar no son simples ni sencillos ni se realizan de un día para otro, pero sí es fundamental que empiecen a ocurrir. Como decían muchas pancartas en la movilización del viernes: "Mañana es muy tarde".
Mientras ultimo la preparación de mi valija para entrar en unas ansiadas vacaciones, no quiero dejar de mencionar que este fin de semana tuvimos una buena noticia. Los países llegaron a consenso con el texto de un tratado que busca garantizar la creación de áreas protegidas y conservación en aguas internacionales, es decir en las áreas de los océanos que están por fuera de las jurisdicciones nacionales y sobre las cuales aún no había ninguna normativa. Para hacer de esto una realidad en la práctica, el próximo paso es que los países adopten el texto y lo ratifiquen. Así que a seguir de cerca esos pasos.
Seguirán recibiendo PLANETA en los próximos días con unos contenidos que dejé preparados para ustedes. El próximo está directamente vinculado con el destino en el que me encontraré.
Gracias por acompañarme también en este necesario descanso ??♀️.
¡Un saludo!
Tais