En vísperas del cierre del calendario, los invito a repasar lo más destacado que estos 12 meses nos dejaron en materia de acción ante el cambio climático.
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¿Fue el 2022 un año bueno o malo para la acción climática? Elegir una opción u otra como respuesta absoluta sería mentir. El 2022 no fue ni un año bueno ni un año malo para la acción climática. Fue un año que tuvo algunas cosas buenas a ese propósito y otras que fueron en su detrimento. Algo sí es absoluto y concreto: el 2022 fue un año más en el cual la acción, especialmente la que requiere cambios sistémicos, aún no está a la altura de lo que la crisis climática requiere, necesita, urge.
Si aún hay mucho trabajo por hacer para actuar ante el principal desafío de nuestro siglo, observar en retrospectiva lo que el 2022 nos dejó nos ayudará a identificar dónde estamos parados y hacia dónde debemos ir el próximo año. Spoiler: a más, mejor y justa acción climática. Ello implica, claro, ver los detalles. ¿Empezamos con ese recorrido?
2022 fue, sin lugar a dudas, el año del money, money, money. Se los había anticipado cuando regresé de Glasgow posCOP26 y se los repetí edición a edición. El financiamiento se alzó como el protagonista de cada discusión de política climática. Las negociaciones climáticas per se se convirtieron en negociaciones sobre financiamiento.
Bajo el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y ante el incumplimiento de las promesas de ayuda financiera que habían realizado los países desarrollados, los países en desarrollo comenzaron a exigir con más fuerza acelerar la movilización de recursos económicos hacia sus territorios. Lo hicieron tanto para poder adaptarse a esos impactos del cambio climático que los afectan más desigualmente y también para realizar las transiciones necesarias en las distintas acciones a fin de no quedarse atrás. La conferencia climática, la COP27, discutió múltiples temas, ninguno de los cuales fue ajeno al financiamiento.
Por su parte, la conferencia de biodiversidad, la COP15, tuvo al financiamiento como clave en el resultado obtenido: uno que espera diferenciarse del fracaso de la década anterior en frenar y revertir la pérdida de biodiversidad. La disputa países desarrollados-países en desarrollo se sintió también en este espacio de negociaciones donde unos ponen argumentos (o excusas) varias para no movilizar dinero y otros exigen (con más o menos razón) recibir ayuda financiera para poder implementar las acciones que esta crisis tan grave también requiere.
El financiamiento climático incluso trascendió la política climática en particular durante este año y fue central también en aspectos de la política en general. Tal fue el caso de la Ley para la Reducción de la Inflación promulgada a mediados de año por Joe Biden como una política doméstica trascendental para Estados Unidos, el país históricamente más emisor de gases de efecto invernadero. La medida busca acelerar la reducción de las emisiones del país a través, por ejemplo, la ayuda económica para instalar paneles solares en el hogar o comprar un vehículo eléctrico.
Tal fue el caso también de los reiterados pedidos de canje de deuda por acción climática que se escucharon por parte de representantes políticos de América Latina, desde el colombiano Gustavo Petro en su primer discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas hasta el llamado a modificar la arquitectura financiera internacional para aliviar las deudas financieras y facilitar a la par las transiciones necesarias que se hizo por primera vez en una decisión de una COP en noviembre pasado.
Con el financiamiento como el eje transversal, pasemos a profundizar en los avances y los desafíos que este 2022 nos dejó en materia de acción ante el cambio climático.
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El año pospandémico con una guerra que corrió a la acción climática de agenda o la centró aún más. La emergencia del más reciente coronavirus centró la atención internacional en dar respuesta a su propagación y a la enfermedad que significó, el COVID-19. Las políticas, los recursos económicos, los titulares de los diarios, todo se centró en este tema especialmente en 2020 y 2021. La acción climática intentaba hacer su aparición, pero no era prioridad, o no al menos LA prioridad. Muchos vieron en la salida de la pandemia la oportunidad para hacerlo de una forma amigable con esa acción climática que se requiere, pero ello tampoco resultó tan así.
Con el comienzo de la salida de la pandemia, se esperaba que el 2022 pudiera elevar la atención hacia la necesaria acción climática, pero a comienzos de año ocurrió algo: la invasión de Rusia a Ucrania. El hecho significó, con justa razón, que la atención de las políticas nacionales y regionales y del multilateralismo mismo (en crisis) se centre en Europa en pos de la detención del conflicto.
Para muchos, esto podía significar una nueva postergación de la acción climática en las prioridades de los gobiernos. Lo cierto es que la guerra en sí misma reveló las negativas consecuencias de la dependencia de los combustibles fósiles: no solo genera emisiones y contribuye al cambio climático, también afecta la seguridad energética y la garantía de paz.
La guerra en Ucrania significó para Europa la implementación de medidas para reducir —y con la mira en terminar— su dependencia energética del petróleo y gas procedente de Rusia. Si bien ello implicó en algunos casos por ejemplo reactivar centrales de carbón, en el marco general —conforme el plan anunciado por la Unión Europea— se busca salir de esa dependencia dirigiendo la acción a la transición hacia fuentes más amigables con el ambiente, en línea con los compromisos climáticos asumidos. El desafío es enorme, más aún con el conflicto bélico todavía en marcha.
¿Qué leer para profundizar sobre el tema? En marzo de 2022 dediqué una edición especial de PLANETA explicando el vínculo entre la guerra, el sistema energético y la dependencia de los combustibles fósiles. La pueden leer aquí.
¿Qué mirar con atención en el 2023 sobre el tema? Definitivamente hay que observar, por un lado, cómo continúa el conflicto, pues la guerra lamentablemente sigue su curso más allá de que se haya reducido su aparición en los medios. Por otro lado y a la par, hay que observar cómo los países europeos logran implementar las acciones para reducir su dependencia de los combustibles fósiles procedentes de Rusia y cómo esto va en línea (o no) de los compromisos climáticos asumidos.
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Un año en que los países en desarrollo se unieron para recibir ayuda ante los impactos del cambio climático. Hace unos días durante la COP15 en Montreal alguien me dijo: "Ay, Tais, lo del fondo para pérdidas y daños [de la COP27] no es la gran cosa, si ni siquiera existe aún". Me quedé pensando unos minutos y le respondí: "Sí considero que el establecimiento del fondo sea un avance, pero más aún considero como un logro que los países en desarrollo se hayan podido mantener firmes y unidos por primera vez en un reclamo de acción climática común". Y eso es, para mí, uno de los grandes avances que nos deja este 2022.
En la conferencia climática anual, la COP27, celebrada en noviembre en Sharm El-Sheikh, Egipto ocurrieron un montón de cosas (desde que no teníamos agua para tomar hasta que ni se habló de los 100.000 millones de dólares anuales adeudados), pero fue el tema de pérdidas y daños el verdadero protagonista de la jornada y de su resultado.
Los países en desarrollo llegaron a Sharm con un pedido concreto y lo sostuvieron hasta el final, al punto tal de lograr torcer la histórica bloqueadora postura de Estados Unidos y la resistencia de la Unión Europea. La COP27 significó el establecimiento de nuevos arreglos financieros para abordar y responder a las pérdidas y los daños ocasionados por los impactos del cambio climático en países en desarrollo, incluyendo un fondo específico que destine recursos financieros para tal fin.
El exigente y unificado reclamo de los países en desarrollo por este tema es el resultado de las falencias del financiamiento climático existente y del incumplimiento por parte de los países desarrollados de las promesas de ayuda financiera que ellos mismos se comprometieron a realizar. Los países en desarrollo que menos contribuyen al problema y más se ven afectados por él exigieron lo mínimo para poder responder la crítica realidad de aquello que se pierde y se daña cuando pasa una inundación, una sequía, una ola de calor intensificada por el cambio climático.
La alegría por el fondo para pérdidas y daños se vio empañada por los escasos (por no decir nulos) avances en materia de aumentar la ambición en mitigación, es decir, en la reducción de emisiones. Los gobiernos no hicieron avances concretos para ubicarnos en la senda de limitar el calentamiento por debajo del 1,5°C, adelantar el año pico en el que se alcance un máximo de emisiones para que luego comiencen a descender y acelerar la salida de los combustibles fósiles llamándolos por su nombre. Y en esto recuerden: si no reducimos ambiciosamente las emisiones, no habrá fondo para pérdidas y daños que sea suficiente.
¿Qué leer para profundizar sobre el tema? Les recomiendo volver sobre el análisis especial de PLANETA sobre los resultados de la COP27: la edición dedicada a pérdidas y daños y la edición dedicada a esos otros resultados menos mencionados e igual de importantes. Además, siempre los invito a que se acercan un poquito más a los textos per se y, en este caso, lean la decisión final de la COP27.
¿Qué mirar con atención en el 2023 sobre el tema? ¡Un montón! La COP27 nos dejó el establecimiento de un fondo para pérdidas y daños. Ahora viene todo lo demás o todo lo importante: cómo funcionará el fondo, quiénes pondrán dinero (¿será el momento de China?), quiénes lo recibirán (¿las islas o todos los países en desarrollo?), de cuánto dinero estamos hablando. El próximo año tendremos que ver la puesta en práctica del Comité de Transición que guiará y supervisará estos detalles. Además, será interesante observar el resultado del reporte que se elaborará sobre el financiamiento ya existente para pérdidas y daños y sobre las nuevas e innovadoras fuentes de financiamiento que podrían servir (¿canje de deuda o impuesto a los contaminadores, maybe?).
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Un año con un marco de acción para frenar y revertir la pérdida de biodiversidad. Este probablemente sea el tema que más fresco tienen en el calendario, o no si aún no se pusieron al día con las últimas ediciones de PLANETA porque... fin de año y Mundial de Fútbol. Es que justamente el calendario no favoreció a la Conferencia de Biodiversidad de Naciones Unidas que se realizó este mes en Montreal, Canadá —la COP15— y que era tan importante como la conferencia climática. Aunque en verdad lo que realmente importa es el posCOP15: la implementación de lo allí consensuado.
Y lo allí consensuado no fue poca cosa. Los países se pusieron de acuerdo en un nuevo marco mundial de acción para frenar y revertir la pérdida de biodiversidad en esta década. Se trata de un conjunto de 23 metas con acciones concretas que implican cambios en nuestras actividades económicas y el vínculo del ser humano con la naturaleza.
El marco establece dos metas numéricas clave. Por un lado, restaurar el 30% de las áreas terrestres y marinas degradadas y conservar el 30% de las áreas terrestres y marinas de alto valor biológico, ambos para 2030. Por otro lado, llegar a movilizar 200.000 millones dólares para la implementación de las acciones en pos de la biodiversidad a fines de la década.
¿Qué leer para profundizar sobre el tema? Las últimas ediciones de la newsletter fueron sobre esto: el antes de la COP15, el durante la COP15, el después de la COP15 con el análisis de los resultados. Además, pueden leer la decisión final en español.
¿Qué mirar con atención en el 2023 sobre el tema? A diferencia de las climáticas, las conferencias de biodiversidad se celebran cada dos años. Por lo que la próxima COP16 será a fines de 2024. Ello no significa que en el durante no se trabaje. Por el contrario, los gobiernos deben avanzar en la implementación local de los cambios necesarios para hacer que el marco sea una realidad. Y la sociedad debe mirar con atención a ello y exigir que se cumpla.
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Un año con cambios y tensiones políticas. Ocurrió de todo en el mundo. Cada elección presidencial puede dar un resultado a favor o en contra de avanzar en la acción climática. El cambio climático está siendo cada vez más parte decisiva por uno y otro en las elecciones.
En este 2022, Australia dejó atrás años de negacionismo climático y se dio una oportunidad con un nuevo gobierno que tiene el desafío de cambiar la política amante del carbón. Francia le escapó a la opción de una candidata que quería desmantelar parques eólicos. Claro está también que el Gobierno reelecto fue el principal opositor a dar financiamiento para políticas en pos de la biodiversidad durante la COP15.
En América Latina todo o mucho parece ser esperanza para la acción climática. El nuevo gobierno de Gustavo Petro en Colombia con un fuerte foco en política ambiental y el triunfo de Lula Da Silva en Brasil abren las puertas a la posibilidad de ver a una región más unida en el interés común de proteger la rica biodiversidad local y recibir la ayuda financiera necesaria para hacer frente al cambio climático que tanto la impacta.
En Argentina, los incendios continuaron siendo provocados y afectando ambiente, economías y a la comunidad, mientras la acción ante ellos resulta definitivamente insuficiente. El debate por la aprobación de nuevos proyectos de exploración y explotación de combustibles fósiles fue protagonista y encontró una ciudadanía consciente de su impacto y activa en involucrarse para que los gobiernos cumplan con sus compromisos climáticos asumidos.
¿Qué leer para profundizar sobre el tema? La edición sobre el contexto y el resultado de las elecciones en Australia y la edición con lo propio para las elecciones en Francia. El análisis de la Asamblea General en Nueva York con lo que fue la primera participación de Petro. Un contenido especial sobre cómo prevenir incendios que creo debiera servir de guía para los tomadores de decisión. La parte uno y la parte dos del debate sobre un nuevo proyecto de exploración offshore en las costas de la provincia de Buenos Aires.
¿Qué mirar con atención en el 2023 sobre estos temas? Vengo siguiendo muy de cerca lo que los nuevos gobiernos latinoamericanos pueden significar en materia de acción climática en una región que no trabaja en conjunto al respecto. En la COP27 comenzamos a ver algunos posibles indicios de que esto cambie y habrá que ver si eso se sostiene y avanza aún más con la asunción de Lula en Brasil. A propósito, ayer anunció que la política y ecologista Marina Silva será la ministra de Medio Ambiente de su gobierno. En todo esto habrá que ver cómo se acomoda Argentina, que tiene en 2023 elecciones presidenciales. ¿Tendrán la acción climática su lugar protagónico en las propuestas de los candidatos y los debates entre ellos? Debería, o al menos presionaremos para que así sea.
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Un año que nos dejó varias cosas para leer, analizar, mirar. ¡Qué difícil hacer solo algunas selecciones! Cada año nos deja producciones audiovisuales, libros, reportes, artículos que son un rico material para profundizar en el tema. Aquí mi humilde selección.
? Un reporte científico. Voy a hacer trampa porque son dos. En el 2022, el IPCC nos actualizó el estado de la literatura de la ciencia climática con dos reportes de vital importancia: uno sobre los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad, otro sobre la mitigación. Ellos cierren la triple serie de aportes de los grupos de trabajo que tendrá el próximo año el reporte final global que, como siempre, tiene un fin no menor: servir de base para los tomadores de decisión. Pueden leer mi análisis sobre el reporte de impactos aquí y el de mitigación aquí. Y pueden acceder directamente al reporte de impactos aquí y al de mitigación aquí.
?️ Una entrevista. En este 2022 Patricia Espinosa concluyó su mandato al frente de la Convención Marco de Naciones Unidas en Cambio Climático. La charla que tuve con ella sobre lo avanzado pos Acuerdo de París y los desafíos por venir es de lectura recomendada para entender de dónde venimos y hacia dónde hay que ir en materia de negociaciones climáticas. La encuentran aquí.
? Un libro. Le dediqué una edición entera, así que por supuesto que iba a estar en este resumen del año. El libro de la esperanza de Jane Goodall es, sin lugar a dudas, la publicación necesaria para encontrar, redescubrir y recordarse los motivos por los cuales involucrarse y actuar en tiempos de crisis climática y ecológica.
? Una película. Vuelvo a hacer trampa. Se estrenó en diciembre de 2021, pero sigue siendo para mí lo mejor para ver en familia, con amigos, con compañeros de trabajo. Don't Look Up es la mejor película sobre cambio climático que ni menciona al cambio climático. La encuentran en Netflix y por ahí.
No me pondré cursi sobre el final como despedida de este año calendario. Solo voy a decir que para mí el 2022 fue un año superdifícil y desafiante en lo personal. Lo que conocía como vida normal se tuvo que adaptar a nuevas condiciones y exigencias de salud, y eso hizo que PLANETA cambiara de día de salida y que algunas ediciones se retrasaran. Comunicar sobre cambio climático, hacer mi trabajo, escribir esta newsletter fue lo que más me ayudó a desconectar y a mantener vivo eso que es mi vida normal. Así que gracias de corazón por estar del otro lado leyendo, compartiendo, comentando, conversando. PLANETA no sería lo que es sin ustedes y mi 2022 no hubiera sido lo mismo sin este espacio.
Y gracias especiales a los que me acompañaron para que ello sea posible, especialmente al actual editor de la newsletter, David Flier, que a toda hora hace posible que PLANETA llegue a sus casillas de mail.
Brindo por salud, acción climática ambiciosa y justa, y por el apoyo a la ciencia para ambas ?.
Un abrazo hasta el 2023,
Tais