La condena de Cristina: duelo de narrativas - RED/ACCIÓN

La condena de Cristina: duelo de narrativas

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Los argumentos a favor y en contra del fallo sobre la “causa Vialidad” ponen en evidencia que la división de la sociedad va más allá de las diferencias políticas: expresa sistemas de valores enfrentados, quizá irreconciliables.

La condena de Cristina: duelo de narrativas

Intervención: Marisol Echarri.

Los argumentos a favor y en contra del fallo sobre la “causa Vialidad” ponen en evidencia que la división de la sociedad va más allá de las diferencias políticas: expresa sistemas de valores enfrentados, quizá irreconciliables.

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Intervención: Marisol Echarri.

Sentencia. 6 años de prisión en suspenso e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Eso es lo que decidió el Tribunal Oral 2 sobre Cristina Kirchner por su responsabilidad en la “causa Vialidad”, en la que se investigaron las contrataciones de obra pública en la provincia de Santa Cruz durante las presidencias de CFK. Fueros aparte, la condena no se hará efectiva, al menos por ahora: los abogados de la vicepresidenta van a apelar, y puede tomar otro par de años llegar a una sentencia definitiva de la Corte Suprema. En la Argentina, eso equivale a un cambio de era geológica.

Mientras, la temperatura política sube: el Senado entró en conflicto con la Corte Suprema por querer imponer a Martín Doñate en el Consejo de la Magistratura en lugar de nombrar a Luis Juez, luego se sumó la Cámara de Diputados al enfrentamiento, y más tarde la oposición recogió el guante y se propone ahora bloquear la reelección de Cecilia Moreau al frente de la Cámara Baja. Los analistas coinciden en que los puentes están rotos y es improbable que este año Juntos por el Cambio vote a favor de cualquier proyecto impulsado por el Gobierno en el Congreso. Sólo el Mundial parece poner paños fríos a esta temporada de Game of Thrones.

La condena a CFK genera líneas discursivas diversas que no parecen tener puntos de contacto. Una prueba de que la grieta trasciende las preferencias políticas y representa, sobre todo, visiones irreconciliables de la realidad:

  • CFK. La acusada optó, sobre todo, por el argumento ad hominem. Plantea que los de siempre —el establishment económico y mediático— usan al “partido judicial” para el lawfare, para atacarla, porque no toleran los beneficios que logró su gobierno para los más necesitados. Que el “pelotón de fusilamiento” la condenó sin mirar las pruebas. Y remata con un hilo de tweets con las “20 mentiras de la causa Vialidad”. Víctima ad extremis.
  • El peronismo. “Peronistas somos todos”, decía el General. Con ese matiz, el conglomerado más amplio y diverso del arco político argentino cierra filas detrás de la Jefa repitiendo sus argumentos. Al darla por condenada  antes de tiempo, además, deslegitimaban la sentencia. Hace unos meses sumaban un lema desafiante: “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. Ahora, menos arrabalera y más burocrática, la CTA prefiere “si la tocan a Cristina, paramos el Estado” . Un tiro en los pies: le estarían haciendo paro a la Jefa, que es parte clave del Gobierno.
  • La Justicia. El sistema penal argentino no evalúa hechos, sino pruebas. Fiscales acusan, abogados defienden y jueces sopesan la evidencia que presentan unos y otros. Esta vez, se establece que hay materia para el delito de administración fraudulenta y no para el de asociación ilícita. Por eso la condena a 6 años con inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Como era de esperar, la sentencia no se aparta del lenguaje jurídico: frío, algo enrevesado.
  • La oposición. Discurso por doble vía, una institucional —respeto estricto a los fallos de la Justicia— y otra sobre el fondo de la cuestión: por fin se condena la corrupción. Algunos más enfáticos, otros más moderados, quizá temiendo echar nafta al fuego en un momento en el que la calle está caldeada. Acá se bifurcan los caminos: hay políticos que se ven con chances de ganar las elecciones de 2023 si todo estalla. Otros, si el clima social se mantiene relativamente calmo. Cada cual atiende su juego.

La mayoría habla de la corrupción de CFK; un grupo menor se enfoca en la ilegitimidad de quienes la juzgan. Dos conversaciones paralelas, sin posibilidad de convencer al bando contrario. Estar en una trinchera o la otra define la propia identidad: dime quiénes crees que son los malos y te diré quién eres.

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Tres preguntas a Gabor Maté. Es un médico y escritor húngaro-canadiense, autor de varios libros, especializado en el estudio y tratamiento de las adicciones, trastorno por déficit de atención y experiencias tempranas en la infancia.

—¿Cómo están conectadas la inteligencia con las emociones?
—Lamento a veces que nuestra cultura limita demasiado el tiempo para comunicarnos. Todo tiene que ser rápido y eso atenta contra el tratamiento de ciertos temas que requieren otro ritmo. En 1994, el neurocientífico Antonio Damasio publicó un libro en el que decía que siempre creyó que el conocimiento, la intelectualización, era una función separada de la emoción, pero que ahora se sabía que la cognición sucede en un constructo emocional. A pesar de que nuestra especie se llama homo sapiens (el hombre que sabe), asumiendo que lo que define a la humanidad es la inteligencia, hay que recordar que las bases de nuestra intelectualidad son emocionales. Y esas emociones están muy conectadas a nuestras vísceras, a nuestro hígado, a nuestro estómago, a nuestro corazón, a nuestros pulmones. Y nuestro cerebro es una entidad organizacional que toma información que viene al mismo tiempo de adentro y de afuera de nosotros mismos. En realidad, es más la información de adentro del cuerpo que la de afuera, y la que es de adentro es sobre todo acerca de cómo nos relacionamos con el mundo externo.

—¿Qué tipo de conocimiento son lo que llamamos pálpito o corazonada?
—Nuestra capacidad de prestar atención y de aprender tiene mucho que ver con lo que está pasando adentro de nosotros. En una sociedad en las que personas están cada vez menos conectadas con sus sentimientos más profundos, terminan estando menos conectadas con el mundo externo. Aunque estemos enfocados en lo externo, lo estamos de una manera menos eficiente a causa de esa desconexión. Todos tenemos la experiencia de haber tenido un pálpito, un sentimiento profundo sobre algo, haberlo ignorado, y luego lamentarlo. Casi nadie tiene la experiencia opuesta. Hay algo en el conocimiento visceral, de estómago digamos, que es absolutamente válido, por eso tenemos que hacer algo con una sociedad que ignora ese tipo de conocimiento. Hay algo interno que sabe algo sobre la realidad, muchas veces con más certeza y precisión que lo que intelectualizamos. Damasio explica que hay una inteligencia del organismo que hacer lo necesario para la supervivencia del cuerpo, y que es evidentemente muy poderosa. Por eso hay que prestarle atención.

—¿Cómo es la relación entre lo que nos pasa, lo que decimos y lo que actuamos?
—La sabiduría que mantiene en funcionamiento todos nuestros órganos tiene mucho que decirle a nuestra capacidad de raciocinio, nuestro comportamiento social y a nuestra creatividad. En Norteamérica diagnosticamos todo el tiempo a los chicos. Ahora está de moda el Desorden de Déficit de Atención (DDA), y miles de chicos reciben antipsicóticos para controlar no una psicosis (que no la tienen) sino sus comportamientos, sin considerar los efectos de largo plazo en sus cerebros. Estamos haciendo un experimento social masivo con los cerebros de los chicos porque no sabemos qué hacer con lo que no podemos controlar. No estamos teniendo en cuenta que los chicos —y los adultos también— actúan lo que no pueden decir. Como no estamos generando las condiciones para hablar, obligamos a los chicos a actuar para dar sus mensajes. Si estuvieras en un país en el que nadie habla tu lengua, estarías obligado a actuar para mostrar tus necesidades básicas. Los chicos actúan, y nuestra respuesta está siendo controlar sus comportamientos en lugar de enseñarles a hablar de lo que les pasa e intentar entender qué quieren decirnos.

Las tres preguntas a Gabor Maté se tomaron de la conferencia “How emotions affect our cognitive functioning” (Cómo las emociones afectan nuestro funcionamiento cognitivo). Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.

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Social media. Nadie sabe si estamos transitando sólo un declive temporario o si es el comienzo de un desplome fatal, sin fondo. El valor de mercado de las redes sociales sigue en descenso y las reducciones de personal acompañan esta caída. Este artículo repasa los desafíos que enfrenta Meta, con Facebook reduciendo la cantidad de usuarios, Instagram golpeada por la guerra contra TikTok, y Mark Zuckerberg enfocado en el Metaverso, un mundo atractivo que no acaba de llegar. No muy lejos de los ajustes brutales que Elon Musk impuso a Twitter, y de las incógnitas que genera TikTok con la opacidad sobre sus algoritmos. Warning! dicen en Wall Street. Los vaqueanos aconsejan desensillar hasta que aclare.

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Academia. La gestión de la reputación es mucho más que el manejo de las comunicaciones en redes sociales y los medios, la gestión de riesgos, y las actividades de responsabilidad social. Este artículo de Salman Khan señala que se trata de una responsabilidad que excede a los CEOs y a los departamentos tradicionales de Relaciones Públicas, que en su mayoría ven a la gestión de la reputación como una tarea defensiva. Khan investiga los malentendidos gerenciales más comunes en torno al tema y recomienda la contratación de un Chief Reputation Officer (CRO) especializado, parte del C-Level de la compañía, con seniority suficiente para liderar un cambio filosófico en torno al modo en que se gestiona proactivamente la reputación de las organizaciones.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a comms@redaccion.com.ar

¡Hasta el miércoles que viene!

Juan

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