“Creo que las personas tienen más encuentros cercanos con la muerte de lo que reconocen”, dice la norirlandesa Maggie O’Farrell. “Los guardan en su mente. Es una reacción humana natural no querer pensar en eso”.
Pero... “solo cuando la vida y la muerte se dan la mano puede continuar la historia”, escribe la rabina Delphine Horvilleur, que sabe que su oficio es el de narrar historias de consuelo para los que quedan.
Plus: las firmas más extensas de la Feria del Libro.
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Dos libros llamaron mi atención en estas últimas semanas por lo cercano de sus propuestas: Vivir con nuestros muertos, de la rabina francesa Delphine Horvilleur; y Sigo aquí, de la norirlandesa Maggie O’Farrell. Son libros sobre la proximidad de la muerte. Sobre lo inevitable. Sobre buscarle, y quizás encontrarle, un sentido con palabras o más allá de ellas.
- En Vivir con nuestros muertos hay una serie de crónicas enhebradas sobre la evocación de la vida interrumpida, la interpretación de los textos sagrados judíos y las tradiciones funerarias, y la rememoración de episodios de la vida de Horvilleur, una de las primeras rabinas de Francia. Con todo eso se va construyendo un relato que entrelaza a vivos y muertos: “El papel del narrador es quedarse junto a la puerta para asegurarse de que permanece abierta. (…) Solo cuando la vida y la muerte se dan la mano puede continuar la historia”, escribe esta rabina que sabe que su oficio es el de narrar historias de consuelo para los que quedan.
Por otro lado, O’Farrell, autora también de la novela Hamnet —una de las sensaciones de 2020/2021, sobre la historia familiar de Shakespeare y las figuras que habitan en los márgenes—, recolecta en Sigo aquí 17 roces con la muerte, como ella los llama.
Anécdotas que pudieron terminar en desastre, momentos clave de su vida que revelan una manera de estar en el mundo: un parto que se complica más allá de lo razonable; una niña a quien le diagnostican una enfermedad incurable que la tiene en cama durante más de un año; una adolescente que es agredida por un extraño mientras pasea por el campo; un avión en el que una joven viaja a Asia que se precipita al vacío… y así.
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El libro de O’Farrell —original de 2017, previo a Hamnet— es el primero en el que esta autora de varias novelas se pone autobiográfica. ¿Por qué lo hizo? Quizás como un mensaje a la del medio de tres hijas, que padece una alergia grave a la nuez y que le causa un shock anafiláctico cada mes. Según el diario The Guardian, Sigo aquí es la forma en que O’Farrell le hace saber a su hija que, al enfrentarse a la muerte de una manera casi regular, no está sola y aún así, la vida todavía es posible.
Sigo aquí está lejos de ser una memoria convencional. En lugar de ubicar estos microdramas cronológicamente, O’Farrell salta a través de las décadas, y se muestra en distintas vidas e identidades: hija, estudiante, oficinista, madre, esposa y viajera. El libro no se trata únicamente del peligro, sino de la vida vivida.
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Por su lado, Horvilleur oficia dos o tres entierros a la semana y sabe que en nuestra sociedad cuesta hablar de la muerte. “A menudo, cuando me preguntan en qué consiste mi trabajo, digo que [los rabinos] somos narradores o traductores”, dijo en una entrevista con La Voz de Galicia. “A través del lenguaje, nos convertimos en puente. Los relatos, el acompañamiento con las palabras, nos pueden ayudar con el duelo. En eso consiste aprender a vivir. Aprender a vivir es aprender a vivir con lo que ya no está, con lo que se ha roto o ha fracasado en nuestras vidas”.
⚰️⚰️⚰️ Hubo un entierro que cambió totalmente la percepción que tiene de su trabajo. Fue el día en que hizo el oficio de una superviviente del Holocausto. En el cementerio, le dijo a su hijo la misma historia que él le había contado a la rabina de su madre, pero ahora, al contársela ella a él, Horvilleur tenía la sensación de que él la escuchaba por primera vez.
La rabina cree que no puede identificarse cien por cien con el dolor de las personas que han perdido a un familiar. “Yo como rabina no estoy ahí para llorar, sino para mantenerme en pie y para que puedan apoyarse en mí”, dijo. “Para eso, hay que ser sólido y encontrar las palabras. Y, para eso, una tiene que encontrar sus propias vulnerabilidades. Hay que ser a la vez fuerte y vulnerable, sólido y rompible. Esto es lo que crea una distancia empática”.
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Así empieza el estremecedor capítulo inicial de Sigo aquí:
«Más adelante, en el camino, un hombre sale de detrás de una piedra grande.
»Estamos los dos en la orilla de un lago oscuro oculto en la artesa que forma la cumbre de esta montaña. El cielo es de un azul lechoso; aquí, tan arriba, no hay vegetación, y solo estamos él y yo, las piedras y el agua quieta y negra. Se planta en medio del camino con sus botas, las piernas separadas, y sonríe.
»Me doy cuenta de varias cosas: que lo he adelantado hace un rato abajo, en la cañada, donde nos hemos saludado amable y brevemente, como se suele hacer en los paseos por el campo. Que en este remoto tramo de senda no puede oírme nadie. Que me estaba esperando: lo ha planeado todo al detalle, meticulosamente, y he caído en la trampa.
»Todo esto lo veo en un instante.»
??? “Quizás he tenido más encuentros con la muerte que la mayoría de las personas”, admitió O’Farrell en una entrevista, “aunque muchos de ellos se remontan a la enfermedad que tuve cuando era niña y las condiciones médicas relacionadas. Pero sí creo que las personas tienen más encuentros cercanos con la muerte de lo que reconocen. Los guardan en su mente. Es una reacción humana natural no querer pensar en eso. Las reacciones que he tenido con el libro han sido muy interesantes, la gente suele asombrarse y decir: ‘¡Diecisiete roces con la muerte! ¿Cómo?’. Puedo ver las ruedas girando en su mente y empiezan a decir: ‘Oh, sí, una vez me pasó… y otra vez…’”.
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Escribe Horvillleur: “[Después de la muerte] hay algo que todavía no se nos ha revelado, algo que otros harán, dirán y contarán mejor que nosotros, porque hemos existido”.
Vivir con nuestros muertos y Sigo aquí nos recuerdan que el punto final suele caer sorpresivamente y que hay que escribir la vida con plena conciencia… ¡y leer buenos libros!
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Y cambiando de tema, estas son las cifras que dejó la exitosa 46ª Feria Internacional del Libro de Buenos:
✓1.324.500 asistentes
✓41.590 m2 de exposición
✓ 16.471 m2 de stands
✓ 358 stands
✓ 610 expositores (locales e internacionales)
✓1.727 sellos editoriales
- ¿Actos más convocantes? Estos, que tuvieron lugar en salas completas de 1.000 asistentes: Florencia Bonelli junto a Mariana Arias; Paulina Cocina; Gabriel Rolón y Cynthia Wila; Día de Armenia; Shelby Mahurin junto a Leo Teti; Camila Sosa Villada junto a Elizabeth Vernaci y Bárbara Di Rocco; Mario Vargas Llosa; Día de Ucrania; Javier Milei y Agustín Laje; Canticuénticos y Encuentro Internacional de Bookfluencers.
- ¿Firmas más extensas? Fueron las de Shelby Mahurin, Agustín Laje, John Katzenbach, Florencia Bonelli y Pamela Stupia.
? Más números aquí.
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Nos vemos por ahí,
Javier