Descubrí a Jacek Hugo-Bader, el heredero de Kapuściński que viaja retratando personas anónimas y extraordinarias- RED/ACCIÓN

Descubrí a Jacek Hugo-Bader, el heredero de Kapuściński que viaja retratando personas anónimas y extraordinarias

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Cuanto más difícil es la ruta, más interesante es la historia. Y él anduvo por casi todas las carreteras de Rusia.

Descubrí a Jacek Hugo-Bader, el heredero de Kapuściński que viaja retratando personas anónimas y extraordinarias

El polaco Jacek Hugo-Bader es quizás el mejor retratista del alma del Este. Sigue la línea de Svetlana Alexiévich y Ryszard Kapuściński, y es especialista en Rusia (en otras palabras, en sacrificio & vodka). Publicó varios libros, tres se consiguen en español y acaba de aparecer En el valle del paraíso: Viaje a las ruinas de la URSS.

Él no habla español ni inglés, y yo no hablo polaco ni ruso. Pero tenemos Google Translate y estuvimos intercambiando mails (admito que dar con él me llevó algunos meses). Esta larga entrevista es una clase de literatura de no ficción y un vistazo a la llama indomable de un periodista de otro mundo.

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Jacek Hugo-Bader en Kamchatka.

“Es obvio que te graduaste del servicio de inteligencia. Me estás probando todo el tiempo”, le dice un oligarca minero ruso a Jacek Hugo-Bader. Esto ocurre mientras toman un café en Sokol, en el kilómetro 49 de la ruta de Kolimá. “Soy un periodista. Presto atención a los detalles”, responde, se defiende Hugo-Bader. “Nací así”.

Para él, es el día número once en un viaje a dedo a lo largo de esa ruta estropeada, que es especial porque es la única que atraviesa Kolimá, una región remota, de temperaturas extremas, en Rusia. Ahí no hay casi nada. Solo nieve, viento y osos hambrientos.

Y una historia: la carretera fue construida en tiempos soviéticos por miles de prisioneros de los campos de trabajo forzado llamados “gulags”. En Kolimá había más gulags que en cualquier otro lado: eran 160 campos, y entre 1932 y 1956 fueron poblados por dos millones de presos políticos y comunes. Muy pocos de ellos sobrevivieron al frío, al hambre y al yugo.

Algunos murieron construyendo esta ruta y sus cuerpos yacen justo debajo de la superficie: por eso la llaman la Ruta de los Huesos. Es un camino poco transitado; apenas pasan camiones de carga. Dos o tres cada día. No es muy recomendable meterse ahí (hace poco, unos chicos perecieron congelados cuando su auto se averió), pero Jacek Hugo-Bader lo hizo para conocer a la gente que vive en sus alrededores y retratar, a través de ella, este rincón olvidado. Recorrió la ruta en invierno porque, dijo, los sentimientos, como el aire, se vuelven más nítidos con el frío. 

Cuanto más difícil es el viaje, más interesante es la historia, y Hugo-Bader se cruzó con personas desesperadas en una tierra desesperada: hijos de prisioneros que nunca regresaron a casa, veteranos de guerra recluidos, mineros codiciosos, delincuentes con dientes de oro, camioneros hijos de camioneros nietos de camioneros, incluso con una anciana llamada Natalia Nikolayevna Yezhov que resultó ser la hija de Nikolai Yezhov, jefe de la policía secreta estalinista, responsable de la muerte de miles y, al final, él mismo fusilado.

Con todos ellos habló Hugo-Bader. De todos ellos recogió sus experiencias más sinceras. Y escribió un libro, Diarios de Kolimá, que es un notable reportaje en movimiento y, según The Guardian, “una narración surtida de diésel, vodka y lágrimas”. 

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Foto: Mateusz Skwarczek/Agencia Gazeta
  • Por qué te recomiendo leer a Hugo-Bader: porque es un explorador del alma humana y de las geografías distantes. Su especialidad son los personajes ambiguos, freaks o supernaturales, y él jamás los juzga, solo los escucha.
  • Cómo llegué a él: en una librería descubrí El delirio blanco, que narra otro viaje largo por Rusia, pero esta vez con Hugo-Bader conduciendo un jeep UAZ-469. Lo compré. Me impactó la naturalidad con la que perfilaba, por ejemplo, a un rapero de Moscu, a Miss Rusia Seropositiva o a una chamana dedicada a sanar alcohólicos. Historias duras de una dureza que en nuestro lado del mundo no conocemos, contadas con mucha empatía.
  • Qué leer: sus tres libros en español. Dos de viajes (Diarios de Kolimá y El delirio blanco) y uno de correspondencias desde la Rusia desmembrada de los años ’90 (En el valle del paraíso). Los tres son hechizares, y en la Argentina se consiguen en papel y en ebook.
  • Qué se dijo de él: “Más pendenciero que la solemne Alexiévich y más descarado que el exuberante Kapuściński, Hugo-Bader se confirma como otro extraordinario explorador del homo sovieticus”, diario ABC.
  • Qué opina Raúl Asencio, el editor de La Caja Books (Diarios de Kolimá y En el valle del paraíso): “Hugo-Bader está considerado el heredero directo de Kapuściński y hasta hace poco Diarios de Kolimá era uno de los libros más vendidos de la editorial. Nos alegra haber comprado ya el libro de los chamanes: habrá tetralogía rusa de Hugo-Bader en castellano”.

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Chamanes de Tuva. Foto: Jacek Hugo-Bader

Pero... mejor darle la palabra al propio Hugo-Bader. “La gente es lo más interesante del mundo”, me escribe hoy, por mail, desde la pequeña ciudad polaca de Strzelce Opolskie, adonde está haciendo un reportaje sobre los médicos que luchan contra la pandemia. “No me interesa en absoluto el turismo, ni visitar palacios, catedrales, iglesias o pirámides. Sí sería interesante hablar con un fraile de la catedral, con el guardián de las pirámides o con el residente del palacio. Siempre busco a las personas y sus destinos. Eso nunca puede ser aburrido porque no hay dos similares”.

Y me cuenta de su nuevo libro en español, En el valle del paraíso: Viaje a las ruinas de la URSS, una antología de textos de los años ’90; y de su nuevo libro en polaco, que es una crónica sobre chamanes siberianos (la foto de arriba ?? la tomó él en una ceremonia).

Hugo-Bader es él mismo un hombre con una historia muy rica. Nació en 1957, de joven fue hippie en la Polonia comunista, luego trabajó como maestro de educación especial y como consejero matrimonial, y cargando camiones y pesando cerdos. Hasta que a los 34 años consiguió un empleo en Gazeta Wyborcza, un diario creado por exactivistas de la organización Solidaridad (donde él también militaba). 

“Yo tenía hijos y familia, pero no sabía qué hacer en mi vida, no sabía quién era”, me cuenta en un primer mail. “Traté de hacer negocios y comencé a vender ropa deportiva china, pero era terrible. La odiaba. No tenía de qué vivir, y con el derrumbe del comunismo nuestro mundo había cambiado”.

“El único periódico de oposición que apareció en ese momento hizo un anuncio buscando nuevos periodistas, y no querían personas que se hubieran graduado en carreras de periodismo. Se presentaron 700 postulantes y quedamos 7. Terminé en la sección de información y política, pero mis textos eran demasiado largos, entonces me pasaron a la sección de reportajes. Así fue como encontré mi lugar en la vida”. 

Lleva 30 años en esa sección. Es experto en la URSS y autor de reportajes en bicicleta por China, Mongolia y el Tíbet. Sus textos son directos y cautivantes. Sigue (y esto me emociona): “Me jubilo en un año, pero seguiré escribiendo libros de reportajes. Porque es el mejor trabajo del mundo, es mi destino y mi amor. Me encanta. Lo amo”.

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Volodya, Dimka y un colega más: almuerzo en el kilómetro 810 de la ruta de Kolimá. Foto: Jacek Hugo-Bader

Partimos, y después de unas decenas de kilómetros nos detenemos en el paso Tomporuksky, el paso final antes de bajar a la llanura. Como muchos de sus colegas camioneros, Yura para en este lugar para rendir homenaje al conductor de un camión de larga distancia de Khandyga que se disparó un tiro aquí. El hombre había regresado a a casa antes de tiempo y encontró a su mujer con otro” — Diarios de Kolimá.

Le pregunto a Hugo-Bader cómo planea, produce y escribe sus crónicas. Responde:

  • “Un texto debe ser lo que sueñas. Winston Churchill solía decir: ‘Nunca renuncies a aquello con lo que no puedes dejar de soñar’. El lector debe sentir lo que yo siento. El texto debe ingresar fácilmente, como un cuchillo caliente en mantequilla. Tengo una buena audición musical, canto en un coro, escucho cuando los textos están bien escritos, y busco que todo lo que escribo sea llamativo: leo cada oración muchas veces y me escucho”.
  • “Me pregunto: ¿se escucha bien, es fácil de leer? Busco ritmo, melodía, número correcto de sílabas y de palabras en una oración. Por supuesto, no hago la cuenta, pero lo escucho. Mis frases son bastante cortas. Se supone que eso es agradable al oído. Y deberías ver mi entusiasmo: amo a mis héroes, incluso si el texto no trata sobre cosas felices y no hay nada que amar en esos héroes”.

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Mapa del viaje por Kolimá (tomado de la edición en inglés, Kolyma Diaries).

Me cuenta Hugo-Bader que volvió de su viaje por Kolimá, se sentó en su estudio y comenzó a trabajar en Diarios de Kolimá. Por lo general, la publicación de un libro suyo le lleva un año. Trabaja despacio, dice, porque el texto se ordena en la cabeza...

“... Incluso cuando duermes por la noche, y se asienta aun más en la cabeza cuando transcribo las grabaciones”. Siempre trae cientos de horas porque registra mucho. Es muy preciso: cada palabra, cada sonido, incluso sus impresiones, todo está grabado. 

  • “En mi redacción dicen que solo hay dos tipos de reporteros. Los que graban llamadas y los que no. Pertenezco a los inferiores, los que graban. Porque, ¿cómo recordar una conversación que dura 10 o 20 horas? Porque tengo ese tipo de conversaciones. O personas a las que veo muchas veces. Escribo los detalles, luego tomo fotos para mirar cuando escriba muchos meses después; las fotos ayudan a recrear la atmósfera, lo que sentiste”.
  • “Necesito mirar a la gente a los ojos cuando hablamos. No puedo tomar notas en ese momento. Los ojos son el espejo del alma”.
  • “Transcribo mis grabaciones a mano con un bolígrafo azul sobre papel. ¡Edad Media! Pero luego viene el proceso de escritura. Se ordena el libro, surge una estructura, selecciono el material, tomo decisiones sobre qué es importante y qué no, qué personaje aparecerá en el libro y cuál no. Pero tengo que trabajar con cada uno, de todos modos. Solo para descubrir que alguno realmente no es tan interesante como pensaba que era. O lo es, pero no encaja en mi libro. Y aunque me duela en el corazón, lo dejo de lado”.

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—Era una mujer más mayor, con nietos. Tenía un piso y dinero. Bastó con hacer que se enamorase de mí, y con las solteras de cierta edad eso no es tan difícil. Soy muy bueno en la cama. Así es como conseguía que las mujeres se enganchasen de mí, y yo desarrollé otra adicción, al sexo mismo, a mantener relaciones varias veces al día. Al final, incluso esta tan mayor me echó y terminé en la calle. Viví en sótanos, escaleras, casetas…” — El delirio blanco.

OK, pero… ¿cómo hace Hugo-Bader para contar cada una de esas vidas? ¿Qué relación establece con sus entrevistados? 

“Nunca tengo la primera pregunta”, me escribe en el último mail. “No tengo un plan de entrevistas. Muy a menudo no pregunto nada. Solo hablo de mí, de mi trabajo, del tema del libro y de lo importante que es para mí el entrevistado al que llegué. Muy a menudo, la primera pregunta la hace la persona a la que acudí. Tiene que acostumbrarse a mí. Y luego los roles cambian, y empiezo a preguntar. De hecho, no pregunto: solo hablo. Me olvido de quién soy y hablo con alguien que siente mucha curiosidad por mí”.

  • “Así es como me acerco a mi entrevistado: intento agradarle. Paso tiempo con él, paro en su casa, como con él, bebo alcohol si lo necesita. Estoy buscando las piezas más hermosas de este hombre. Yo lo llamo ‘amistad de una sola vez’. Por supuesto, esto no siempre es posible, a veces escribo sobre personas terribles, criminales, monstruos. Solía ​​escribir un artículo grande para mi periódico sobre personas condenadas a cadena perpetua. Pero incluso en ellos, traté de buscar la belleza”.

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Mijail Timofeyevich Kalashnikov murió a los 94 años.

En el prólogo de En el valle del paraíso, Małgorzata Szejnert, editora de Hugo-Bader, escribe: “Sé que el día en que abra el periódico y me encuentre un reportaje de Jacek Hugo-Bader, o, mejor aún, el día en que abra uno de sus libros, no me voy a aburrir”.

Y yo quisiera terminar esta newsletter con uno de sus textos más conocidos: un perfil del casi anónimo Mijail Timofeyevich Kalashnikov, el inventor del famoso fusil. Hugo-Bader lo encontró ya anciano y jubilado, viviendo no en la gran Moscú, sino en Izhevsk, “una fea ciudad de los Urales”. Escribió:

“Su estudio me deja boquiabierto. Es un auténtico museo del comunismo, un mausoleo del marxismo-leninismo, una cámara del internacionalismo proletario. Las paredes están cubiertas de diplomas, Lenin cazando, una bandera de los guardias fronterizos soviéticos. También están Kirov, el Che Guevara. Los americanos le regalaron un tocado de plumas indio; los chinos, un reloj de pared de lo más elegante con un marco hecho con cinta de ametralladora. 

“Cuento hasta 23 cabezas, bustos y figuras de Lenin, así como una docena de Dzierżyńskis, fotos enmarcadas del diseñador en compañía de gente famosa, pequeñas maquetas de tanques, acorazados y aviones, medallones de recuerdo, una enorme colección de insignias conmemorativas colocada sobre una gruesa tela negra, una daga ornamental, un puñal de oficial y varias docenas de chismes con el motivo del AK-47: sobre una roca, una peana, dentro de una bola de cristal o en un cristal de bohemia de color verde.”

Foto: @LaCajaBooks

Hoy mencionamos 3 libros en SIE7E PÁRRAFOS:

1⃣ En el valle del paraíso, Jacek Hugo-Bader.
2⃣ El delirio blanco, de Jacek Hugo-Bader.
3⃣ Diarios de Kolimá, de Jacek Hugo-Bader.

Bueno... por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail [sieteparrafos@redaccion.com.ar] o en las redes [@redaccioncomar]. Y también podés contactarme en Twitter [@sinaysinay].

  • Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!

Nos vemos,
Javier

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Sobre libros y escritores. Todos los martes, por Javier Sinay.

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