—¿Qué aprendiste en este tiempo?
—Fue mucho aprendizaje. Siempre nos educaron para pensar primero en el paciente. Ahora no es que no había que cuidarlo, pero, dada la situación, la principal cuestión era cuidarnos para cuidar. Si nosotros nos apresurábamos en la atención sin tener en cuenta nuestros cuidados esto podía poner en riesgo la salud pública y la atención de los demás pacientes. Tuvimos que tener una mirada social. También supuso estrategias para evitar la soledad del paciente aislado, sin familiares ni amigos.
—A propósito, ¿cuáles fueron los desafíos en relación al trato con pacientes y su círculo?
—Fue una situación nueva. Acercarnos, para nosotros, tiene mucho significado: poder tomarle la mano, acudir ante el llamado o cuando uno ve que el o la paciente no está tan bien. De repente había que hacerlo de lejos, con máscara, barbijos, no podían ver si estábamos con una actitud empática. A la vez, tener que transmitir esto a las familias por teléfono. Fue todo un proceso en el que tuvimos que formarnos respecto a la comunicación hasta que, con la cuestión más aceitada, se pudo trabajar en formas más seguras de presencialidad.
—¿Cómo ves la respuesta de la población a nivel cuidados sanitarios?
—Es difícil. Al menos en Paraná, donde yo vivo, mucha gente, hasta que no le toca de cerca como a un familiar, no toma con completa responsabilidad el cuidado. Esto nos afecta a todos. Creo que cansó mucho el encierro. Y el hecho de que hubiera muchas opiniones, muchas voces con distintos criterios, hay quienes no supieron a quién oír. Debería primar la voz de epidemiólogos y de ministerios de Salud y no las opiniones. Creo que de a poco vamos a ir aprendiendo, como pasó con las vacunas, que antes eran resistidas y ahora demandadas.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Oxígeno, la newsletter que edita Juan Carr. Podés suscribirte en este link.