Después de 12 años de investigación y desarrollo, la Comisión Nacional de Energía Atómica fabricó e instaló en el Hospital de Clínicas un equipo que permite un diagnóstico temprano y preciso de tumores. Es el primero que llega a un hospital público y hay planes de producirlo en serie.
El fin de semana, Gerardo Rank estuvo en un congreso de endocrinólogos en Mar del Plata y vivió días de popularidad. Aunque no fue a exponer ningún hallazgo médico, sus colegas quisieron conocerlo, felicitarlo y preparar el terreno para cuando necesiten de él.
Gerardo es el jefe del servicio de Medicina Nuclear del Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires. Su área acaba de sumar un tomógrafo por emisión de positrones (PET), un equipo que hace tres décadas revolucionó el diagnóstico de varias enfermedades, sobre todo del cáncer.
Este tipo de tomógrafo ofrece una precisión todavía insuperable y permite detectar anomalías en un estado prematuro. Curables. Sin embargo, ningún hospital público del país tenía este equipo.
“Lo que más les importaba a los colegas era saber cuándo lo tendremos operativo y cuándo podrían mandarnos pacientes. La mayoría de las consultas eran de médicos del interior, donde ni las clínicas privadas tienen este equipo”, cuenta Gerardo, que es tucumano y ensaya una enumeración: “Salta no tiene; La Rioja no tiene; Catamarca, tampoco; y San Juan y Santiago del Estero, tampoco”.
La lista podría seguir: en todo el país hay unos 20 tomógrafos PET y la mayoría está en la ciudad de Buenos Aires.
La notoriedad que tuvo Gerardo en Mar del Plata no estuvo sólo asociada a la posibilidad de derivar pacientes, algo que ocurrirá en un año, cuando terminen de homologar el equipo ante la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica. También alimentó la ilusión de sumar esa tecnología en otros hospitales públicos y en más centros privados, ya que el tomógrafo del Clínicas fue diseñado y fabricado en el país.
Hoy terminó el armado de nuestro #ARPET en el Hospital de Clínicas, el 1er tomógrafo desarrollado y fabricado en ???? https://t.co/cg2m3neacn pic.twitter.com/8dkVTDwTOn
— CNEA ARGENTINA (@CNEA_Arg) 20 de julio de 2018
Una tradición nuclear que da resultados
Ese hito tecnológico fue logrado por un equipo de seis ingenieros de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que trabajan en este proyecto desde hace 12 años. El desarrollo, que tuvo la colaboración de la sede porteña de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), permite imaginar que lo que a nivel mundial comercializan tres empresas, Phillips, General Electric y Siemens, ahora se pueda fabricar en la Argentina y a la mitad de precio: unos 600 mil dólares.
Por qué Argentina logró ser competitiva en tecnología nuclear
Ocurre que Argentina suma siete décadas de tradición en investigación y desarrollo de tecnologías nucleares. Gracias a esa continuidad de políticas públicas, el país ya exporta reactores de investigación y construye un prototipo para generar energía.
La apuesta es competir por un mercado de centrales medianas en el que el mundo planea invertir US$600.000 millones hasta 2035. Argentina compite con Estados Unidos y Corea del Sur.
Cómo funciona y para qué sirve
Quién lidera el proyecto desde 2006 es el ingeniero electrónico Claudio Verrastro. Tiene 65 años y lleva 39 como investigador en la CNEA. Es el jefe de la División Sistemas Digitales y Robótica. También es el director del Grupo de Inteligencia Artificial y Robótica de la regional Buenos Aires de la UTN, donde reclutó estudiantes para trabajar en su equipo.
“El tomógrafo que hicimos no es uno convencional como el que se usa cuando el paciente se dobla el tobillo. El ARPET, como lo bautizamos, brinda información sobre cómo están funcionando los órganos del paciente”, explica Verrastro.
Para lograrlo, al paciente se le administra un radiofármaco endovenoso que viaja en la sangre y se acumula en órganos y tejidos. Ese líquido opera como un marcador que ayuda a ver ciertas con claridad zonas "preocupantes" gracias a una especie de escáner en forma de túnel.
El tomógrafo detecta las señales del marcador y una computadora las convierte en imágenes tridimensionales muy útiles para definir terapias oncológicas y tratamientos por enfermedades cardiológicas o neurológicas, como el Alzheimer.
Silvina Racioppi fue una de las pioneras en trabajar con esta tecnología, cuando el Hospital Italiano sumó en 2001 el primer tomógrafo PET de la Ciudad de Buenos Aires. Ahora es la jefa del servicio de Imágenes Moleculares y Terapia Metabólica del Instituto Alexander Fleming y presidenta de la Asociación Argentina de Biología y Medicina Nuclear.
Ante la consulta sobre cuál es el aporte médico de esta tecnología, Silvana se desespera por explicar el universo de información al que se puede acceder. Destaca que es un método no invasivo; que determina el comportamiento metabólico de un tejido, órgano o sistema; que da información que permite adelantarse a los cambios morfológicos, permitiendo tomar decisiones precoces; y que impacta en el manejo terapéutico, evitando intervenciones innecesaria o aumentando las opciones de tratamientos.
“El impacto se da en la eficacia del diagnóstico y en el posterior manejo del paciente, principalmente oncológico. Una tomografía PET puede redefinir en hasta un 45% la conducta terapéutica”, dice Silvana y remarca que es importante que el sector público también pueda sumar esta herramienta.
Un plan para fabricarlo en serie
El proyecto para fabricar el tomógrafo nació en 2006 y demandó una inversión de 300 mil dólares del Gobierno nacional, lo que suena razonable si se tiene en cuenta que las clínicas privadas que incorporaron estos equipos debieron desembolsar por lo menos 1 millón de dólares y pagar una garantía anual posventa equivalente al 10% del valor del equipo.
La gran inversión que hizo el Estado fue en horas de investigación, ya que un equipo de seis personas le dedicó ocho horas diarias: es decir hasta 25.000 horas al año a lo largo de 12 años.
Sostener el equipo no fue sencillo. Salvo Verrastro, ninguno de los otros cinco miembros del staff inicial llegó a ver el tomógrafo terminado. Un ingeniero se fue a hacer un posdoctorado a Inglaterra y otros dos ganaron una beca para sumarse a un instituto de física holandés que colaboró con el Laboratorio Europeo de Física de Partículas, en Suiza, donde se creó el acelerador de partículas más potente del mundo. Mientras que los demás integrantes fueron contratados por empresas.
“Me sumé en 2012 como estudiante de ingeniería electrónica de la UTN. Lo que me sedujo es que el proyecto proponía desarrollar muchas de las nuevas tecnologías actuales y pateaba el tablero de todo lo que se estaba haciendo en el país. Porque trabajamos con lenguaje de programación C++ e hicimos 300 matrices de puertas programables”, cuenta Damián Pirlo, que tiene 28 años y está a punto de recibirse.
Verrastro encargó un pequeño estudio de mercado y llegó a la conclusión de que si se produjera industrialmente en el país este tomógrafo podría venderse a 600 mil dólares. También estimó que se podrían vender entre 1 y 2 equipos por año, sin contabilizar la posibilidad de exportación.
“De hecho tuvimos una pedido de Italia. Pero la CNEA no está habilitado a producir equipos y comercializarlos. Sin embargo, hay dos empresas interesadas en fabricar el ARPET y estamos en conversaciones”, revela Verrastro.
Si se llegara a un acuerdo, la posibilidad de democratizar el acceso a esta tecnología y de los estudios médicos que ofrece sería realmente factible. “Si valiese la mitad de lo que sale importar el equipo y el service pasara a ser nacional, realmente podría permitir una federalización de esta tecnología”, se entusiasma Gerardo Rank, jefe del servicio de Medicina Nuclear del Hospital de Clínicas.
Desarrollaron nuevas capacidades
Para Verrasco, el ARPET “reafirma la idea de que apostar a la investigación y el desarrolló en el país vale la pena”. No se refiere únicamente a que se llegó a concluir un tomógrafo que solo fabrican tres empresas en el mundo, sino a que el trabajo permitió emplear nuevas tecnologías y desarrollar nuevas capacidades.
En esa línea y usando los saberes incorporados gracias al tomógrafo, la CNEA desarrolló un espectrómetro de rayos gamma capaz de analizar geológicamente los suelos para determinar dónde hay grandes concentraciones de uranio como para justificar su extracción.
También hicieron un escáner tomográfico para monitorear residuos radioactivos. Y por último, fabricaron un equipo que permite tomar gammagrafías (radiografías hechas con rayos gamma) de obras de ingeniería civil, como rutas, puentes y edificios.
Son herramientas de avanzada que se materializan en un momento delicado para los investigadores y científicos, que reclaman por mayor inversión pública en el área de ciencia y tecnología.