Roda Azziani tiene 29 años es profesor de matemática, maestro de ajedrez y tiene formación en ontología del lenguaje. También es un defensor del cooperativismo como forma de trabajo y de vida. Con esta premisa, fue uno de los fundadores de Rook, una cooperativa de software que se dedica a crear infraestructura en la nube y que nació poco antes de la pandemia.
—Te formaste y trabajás en varias áreas, como la docencia, el deporte, las organizaciones. ¿Qué cualidades son transversales a todas tus actividades?
—Más allá de la docencia siempre me involucré en procesos de gestión y construcción. El puntapié fue el handball. Yo jugaba y me preguntaba por qué había tan pocos equipos en mi ciudad, Rosario. A los 15-16 años me involucré en la asociación local. Más allá de lo técnico el espacio para aportar desde otro lugar y hacer algo más para que las cosas crezcan está y hay que encontrarlo. Estoy en contra de la frase “yo ya pago los impuestos, ya soy ciudadano”. La realidad es transformable.
—¿Por qué decidieron abrir una cooperativa en Rook?
—Queríamos autogestionarnos, estábamos cansados de que las empresas nos dijeran cómo trabajar y nosotros ser como una plastimasa. Creemos que el trabajo tiene que acomodarse a la vida y a los deseos. Pero también tiene que ver con una forma de entender el trabajo cooperativo: no es un esquema para empresas que cierran. También queríamos marcar una diferencia de no ser una “fábrica de software”, de contratar a alguien para cualquier proyecto y luego cambiarlo, sino apostar a la formación de las personas. Además, creemos que el cooperativismo es una forma de vida. Para mí es mentira que puedas diferenciar el trabajo de tu vida cotidiana. Si estás mal en el trabajo te lo llevás a tu casa. Desde ahí queremos que la forma de vincularnos y nuestro proyecto de vida tenga al cooperativismo como una pata que trascienda lo laboral. Por eso definimos entre todos cuánto cobramos, cómo nos tomamos licencia.
—¿Qué aspectos del cooperativismo creés que pueden replicarse?
—Creo que se puede aplicar a muchas organizaciones y estamentos de la vida. Como la educación, que hoy no es cooperativista. Hoy hay parámetros que hacen que sea difícil de pensar fuera de lo individual: las notas, por ejemplo, son individuales, incluso en trabajos conjuntos. También me parece que a las organizaciones tradicionales les iría mejor, podrían perpetuarse en sus formas de producción si usaran herramientas que no son nada del otro mundo: es escuchar a la persona que tengo al lado. En nuestra organización también hay líderes, pero escuchamos, preguntamos. El cooperativismo ofrece un liderazgo dinámico, una construcción en la que el poder habita en cada persona y colectivamente se genera una estructura que permite, en determinado momento, que cada quien tomar ciertas funciones.
—Es una visión del liderazgo bastante distinta a la que impera en muchas organizaciones...
—Hoy hay una construcción jerárquica que hace que no se puedan discutir a quienes están arriba. Parece que la palabra de algunos con poder vale más que las personas. Pero yo creo que el poder es un entramado colectivo, que se lo prestamos por un rato a quien consideramos más competente en un momento. Entiendo que el poder habita en cada persona y se genera un entramado donde esa construcción permite ciertas funciones, y no que por un cargo tenés más o menos poder, porque esta última visión te lleva a querer escalar en forma constante.
—En relación a lo colectivo, ¿qué creés que aprendimos con la pandemia?
— Me parece que el concepto de “nadie se salva solo”, aplicado a la pandemia, debiéramos aplicarlo a la vida general. Nadie se salva solo del día a día. Así como buscamos cuidar al otro porque así me cuido yo, debiéramos cuidar en todos los aspectos de nuestra vida al otro, en lo cotidiano, porque así también me cuido yo. No tener una postura centrada en que “a mí me va bien”. Además, la pandemia mostró que innovar pensando en forma colectiva es siempre rentable: vincularse entre actores, empresas, organizaciones deviene en mejores construcciones e ideas.
—¿Qué otras lecciones nos deja el COVID-19?
—Por un lado, el hecho de que no tenemos asegurado nada. Cuántas decisiones no tomamos porque creemos que donde estamos tenemos certezas. Pero esa certeza de futuro es una ilusión. Por otro lado, la pandemia nos enseñó que no hay que dejar de intentarlo, de persistir. Tuvimos que acostumbrarnos a hacer cosas que no hacíamos. Por eso, siempre tenemos que estar abiertos al aprendizaje.
- Te recomiendo esta charla TED que dio Roda hace cinco años sobre enseñanzas para la vida que obtuvo del ajedrez.
Esta entrevista fue publicada originalmente en OXÍGENO, la newsletter que edita Juan Carr. Podés suscribirte en este link.