Cecilia Cerrotta es licenciada en Educación, especializada en tecnología educativa; y docente en Ciencias de la Educación en la UBA y en los profesorados de Universidad Nacional de Hurlingham. También da clases en la secundaria parroquial Nuestra Señor de Luján del Buen Viaje, en Loma Hermosa, Buenos Aires. Ahí, desde hace ocho años trabaja con el aula expandida buscando respuestas para el ausentismo.
—¿Qué enseñás y de qué manera en la escuela secundaria?
? Trabajo en una prueba piloto expandiendo el aula con un entorno virtual para experimentar nuevas presencialidades. A través de la materia Proyecto de Investigación, en 6° año. A las producciones de los estudiantes pueden verlas en esta página de Facebook: Investigamos_E.
? La propuesta de mi materia es que aprendan a investigar, investigando sobre temas de las ciencias sociales y humanas, que ellos eligen.
? El modelo pedagógico se basa en un hipertexto compartido con los estudiantes que funciona como guión de la clase y organiza los distintos momentos. Pueden seguirlo asistiendo de manera presencial o a distancia.
? Google Drive + WhatsApp. Con estas herramientas armo entornos que quiebran la situación del aula tradicional: no dejan afuera al estudiante que falta y me permiten seguir su trayectoria, mantener el contacto, estimularlo.
—¿Cómo se implementa?
? La situación más recurrente es que un estudiante falte y, en una situación tradicional, para saber qué hicieron tiene que preguntarle a un compañero. Es decir, el docente deja al más vulnerado en manos de un compañero.
? Como docente propongo mediar con ese chico, enseñarle, y así tratar de incluirlo. A eso le llamo clase distribuida y uso estrategias de la comunicación a distancia para mediar mi enseñanza.
? Pasar de una clase tradicional a una distribuida requiere que el docente deje de hablar ante estudiantes que escuchan pasivos, ya sea de manera presencial o a través de una plataforma digital. Es necesario producir algún tipo de registro con las mediaciones centrales de la clase (donde el alumno puede ver ese contenido las veces que lo necesite y sabiendo a qué parte del proceso de enseñanza corresponde).
? Mi hipótesis es que hay que empezar a distribuir las clases desde este lugar. Para eso las clases deben ser alteradas por la tecnología y para ello el docente debe usarla. Porque una vez que lo hace ya no puede volver atrás, no puede generar sus clases sin tecnología.
—¿Qué situaciones tenés en cuenta para el armado de las clases?
? Adultos. Muchas veces, los y las estudiantes son adolescente solo en la escuela. En su casa tienen roles de adultos y por eso, a veces, faltan.
? En las últimas décadas las familias de la comunidad se empobrecieron. Pero con mis estudiantes hago cosas más complejas porque la tecnología me permite generar andamiajes. Así, logramos producciones bellas.
? En ese contexto, me propuse que en 6º año, hagan una investigación académica. Es decir, teniendo en cuenta lenguaje académico, respetando el modelo de investigación científica y la presentación de la misma.
? En 2019, de 20 alumnos, hubo 15 investigaciones diferentes. Y yo ya no puedo trabajar sin Google Drive y WhatsApp con el que seguir el proceso de aprendizaje, el recorrido de cada grupo y cada estudiante.
? El armado de una clase para dar 2 horas invierto 4 en prepararla. Por eso este proyecto, para expandirse, necesita una transformación de cómo se da la clase y de cómo se estructura el trabajo.
? A mi horario de clases agrego una tutoría de 1 hora en línea para el que no vino. A esto puedo hacerlo porque hay un guión compartido de la clase y material que pueden volver a ver las veces que necesiten.
? Pensemos: para un adolescentes la clase tradicional es casi la única cosa en la sociedad que no puede rebobinar y volver a escuchar.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.