Varios medios de comunicación ya hablan de la herencia de Diego Armando Maradona, el ídolo que se apagó este miércoles 25 de noviembre, pero que seguirá presente por siempre. Eligen la sucesión material: la supuesta guerra por un supuesto patrimonio que sólo alimenta a las fieras.
La movilización que tuvo a la Casa Rosada como epicentro fue un poco maradoniana: intensa, visceral, emotiva y también polémica, controversial. Dantesca. En las calles, pobladas de gente apretujada en el medio de una pandemia, latía Diego y también su legado: el testamento invisible que recorrerá los ADN de las y los argentinos hasta la eternidad. ¿Qué nos queda de Maradona?
En las calles, el amor contrasta con los últimos instantes del ídolo. En el epílogo de sus días, las feligresas y feligreses que ahora lloramos lo imposible no pudimos ver la realidad. Negamos para sobrevivir a la tristeza. Maradona estaba deprimido: el creador de la felicidad, una producción artesanal que incluía dos materiales -su pie izquierdo y una pelota-, no tenía consuelo. El barrilete cósmico murió solo.
“Trasciende lo que es el fútbol, es un pibe de una villa que soñó con algo y lo cumplió, pero nunca se olvidó de donde vino”, dice Sofía, que tiene 22 años, juega al fútbol y es feminista. Y agrega, emocionada, que a partir de hoy es difícil que todo vuelva a ser como antes. La cuenta es sencilla: casi no vio al Diego futbolista. Y sin embargo, siente. Eso ya es algo que deja Maradona.
Con un barbijo de Eva Perón, el pañuelo verde atado a su mochila y aritos con el pañuelo de las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, dice que el fútbol puede ser reparador de un montón de injusticias para nuestra patria. ¿Y se puede ser feminista y maradoniana? “Sí -responde sin dudar-. Son contradicciones que tenemos. A mí me gusta pensar en un feminismo popular. Milito para cambiar esas cosas, que algunas de las que hizo Diego no se repitan. Muchas mujeres en los barrios populares lo están llorando. Ahí entonces no hay preguntas, hay que respetar y hay que comprender; y seguir militando para cambiar eso que hizo mal él y también un montón de otras personas”.
En Plaza de Mayo hay banderas que remiten a su origen. “Todas las villas en una sola persona”, se lee en la de la organización social La Garganta Poderosa. “Maradona nos dejó la posibilidad de que cualquier pibe que juegue en un potrero puede soñar”, dice Tomás, de 20 años. Marcelo cuenta que viéndolo jugar al fútbol, aprendió. Y que viéndolo como persona, también: “Aprendí lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer”.
Los enemigos de Maradona generan empatía en masas politizadas y no tanto: en las remeras transpiradas de esta tarde de calor en la que volvemos a ver pogos después de meses de encierro, el Diez nos hizo saltar a las calles y ponernos su casaca. Maradona y Fidel. Maradona y Chávez. Maradona y Maduro. Maradona y Cristina. Maradona y el Che. Estela de Carlotto, Taty Almeida, Evo Morales, Evita, Perón, Alberto y Néstor. El legado que sí y el que no: acá la foto con Menem no aparece.
Maradona estuvo siempre de un lado de la grieta. Si estás con la AFA, la FIFA, Havelange, Grondona, Blatter, Platini, Pelé, Vidal o Macri; si vitoreás a ellos, acá no viniste. Sus frases célebres regocijan; su fútbol genera felicidad; su historia de vida es un sueño posible para las y los vulnerados; sus miserias son para algunos y algunas reflejos de una argentinidad sin careta: el oro y la mierda.
Laura, hincha de Racing, dice que toma del testamento la parte de las convicciones. Que Maradona no tuvo miedo nunca de enfrentarse a los poderosos, de ser un rebelde, de putear a los que insultaban nuestro himno. “Nunca, pero nunca -refuerza y se emociona- tuvo pelos en la lengua”.
Laureano pasa frente al ataud, tira flores y llora. Dice que Maradona le dio alegrías a un pueblo que siempre está hecho pelota. Y confiesa que le da vergüenza que la gente lo vea lagrimear: Maradona nos deja también la tarea de deconstruir las masculinidades hegemónicas.
Claudia es docente, tiene 43, y un barbijo de Independiente. No parece triste, canta, arenga y grita que Diego es del Rojo. Dice que el Diez nos deja un sentido de identidad, de transpirar la camiseta, de defenderla con todo. De jugar lesionado, de no tener un mango y soñar.
Roberto, de 74 años, cuenta que estuvo en su debut: el Argentinos-Talleres en el que Diego empezó a dibujar maravillas. Dice que lo sorprendió en el segundo tiempo y que desde ahí lo empezó a seguir. Es hincha de San Lorenzo, vino con el barbijo de su club. “Maradona va a seguir siendo una persona viva, aunque esté muerta”, dice. “Es un símbolo de rebeldía, de búsqueda de la justicia social porque tuvo un desarrollo deportivo pero también político. Mirá lo que pasa acá, la gente quiere que este velorio dure mil días. Es un Dios”.
Jacinta vino desde Tolosa con su hijo de dos años. Bajo el rayo de sol que pega fuerte dice que Maradona salió del barro e hizo oro. Un hombre le alcanza una botella de agua para que le moje la cabeza a su nene. Ella agradece y cuenta: “Lo traje acá para que sepa lo que fue Diego: la Argentina pura”.
Maradona es la grieta y es el cable USB que la conecta: acá hay hinchas de todos los equipos, de todos los países, camisetas del planeta entero. “Esto es lo que hace Diego -dice Paula, con la banda roja que le cruza el torso-. Estoy acá con una remera de River. Para mí, su legado es la unión”.
Hoy la Plaza está llena. Maradona murió solo, pero acá, entre toda esta gente, está su legado, la herencia sobre la que queremos hablar.
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